Fermín Garcés Hualde era camionero en 1968 cuando se enfrentó desarmado a dos miembros de ETA que asesinaron al primer guardia civil en la carretera de Villabona, Guipúzcoa. No lo mataron de milagro, a pesar de que los llamó 'asesinos' en su cara y le apuntaron con la pistola a la cabeza. Después de eso se hizo Guardia Civil. Hoy ha muerto a los 90 años.
Fermín Garcés, circulaba a bordo de su camión cuando se dio de bruces con un comando de ETA que asesinó al guardia civil José Pardines, el primer miembro del instituto armado asesinado por la banda terrorista. Era el 7 de junio de 1968 y tras escuchar los disparos y ver caer a Pardines Arcay se bajó del camión y se enfrentó desarmado a los etarras.
Garcés vivía en la madrileña calle de Bravo Murillo. Hace cuatro años, cuando se cumplían 50 años de ese atentado, recibió a Efe en su casa. "No me siento un héroe ni nada de eso; lo hice por humanidad", dijo en esa entrevista, en la que reconoció que no tuvo miedo en ese momento a pesar de jugarse la vida.
Ese 7 de junio de 1968 el agente Pardines regulaba el tráfico en Aduna (Gipuzkoa) cuando fue acribillado por cinco disparos que le causaron la muerte, la primera del historial sangriento de ETA. Fermín transportaba maíz desde Francia a Madrid y era consciente de que la carga de su camión superaba en dos toneladas lo autorizado. Por eso, cuando vio a guardias civiles se puso en alerta y, de repente, escuchó un sonido parecido a un disparo.
Pensó que se trataba del ballestín de su camión, que cuando se rompe suena igual que un disparo. Pero su vehículo funcionaba con normalidad. Miró a su alrededor y vio como Pardines cayó muerto, a la vez que escuchó cuatro tiros más dirigidos al agente, un joven gallego de 25 años.
Fermín Garcés se bajó del camión, pero los dos terroristas, Iñaki Sarasketa y Taxbi Etxebarrieta, tiraron la moto que Pardines había puesto delante del coche de los sospechosos. Antes de que los dos etarras huyeran en un Seat 850, el camionero cogió de un hombro a Sarasketa y le espetó: "¡Quietos, asesinos, bandidos, quietos aquí!". Los terroristas le pusieron la pistola en la cabeza y no le mataron "de milagro".
El camionero llamño a cuartel de Tolosa, se cruzaron disparos. Etxebarrieta resultó herido -murió después- y Sarasketa consiguió llegar hasta la casa del cura de Tolosa tras amenazar al conductor de un coche, que tuvo que llevarle, pero finalmente fue detenido.
A partir de ahí, la vida del camionero, que hasta entonces trabajaba para una empresa, cambió radicalmente y pidió entrar en el cuerpo. Y lo hizo.