Es el tema político del momento,con permiso de la pandemia y de la pelea entre Ayuso y Sánchez por ver si se cierra o no se cierra Madrid. Monárquicos y republicanos andan de nuevo la greña y la figura de Felipe VI se zarandea entre afines y detractores tras un viaje frustrado a Barcelona y la filtración –“me habría gustado estar”- de apenas cuatro palabras de una llamada, en principio, de cortesía.
“Se ha abierto la veda”, dice Ángeles Lario, profesora de Historia Contemporánea de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, confirmando lo que apuntan los hechos. Está en la cátedra de Monarquía Parlamentaria. La entrevistamos –también a distancia, la situación obliga- para que nos de su visión de experta sobre la institución en sí y sobre la tensión reabierta en torno a ella. A su juicio, quienes utilzan al rey para sus reyertas políticas lo hacen por "desconocimiento" o "desprecio" del sistema.
Pregunta. En plena pandemia, y con la que está cayendo, en la última sesión de control del Congreso y durante toda la semana el debate político ha girado en torno… al rey. ¿Qué opina?.
Respuesta. En la monarquía parlamentaria el rey como Jefe del Estado carece de poder político, pero ejerce un poder moderador, de representación, adecuado a sus características intrínsecas que la han salvado de las revoluciones burguesas y la han colocado como la institución adecuada para poder ejercerlo, precisamente por su carácter no electivo y no dependiente de los partidos políticos y sus políticas e intereses.
A cambio su relación con las instituciones y con la sociedad -en todos los ámbitos, incluido el económico- es exigente, delicado, no puede actuar como un ciudadano más, le están vedados “derechos” básicos para éstos: actividad libre, presencia libre, libertad de opinión, etc.
Del mismo modo, el tratamiento de las instituciones hacia la monarquía debe ser cuidadosa, prudente, discreta, puesto que el rey no tiene responsabilidad política y no puede mezclarse ni ser mezclado en la lucha política
P. No ha sido así ¿A qué cree que se debe?
R. Ahora la monarquía sirve de 'trapo' para iniciar y mantener la lucha política, o de “muñeco” del que cada uno tira a su antojo: unos con la excusa de defenderlo, otros con la de mantenerlo en su ámbito. Ambos muestran o desconocimiento de las bases mismas de nuestro sistema, o desprecio absoluto por el mismo, más flagrante cuanto más se alude a la defensa de la Constitución
P. ¿Diría que Felipe VI es víctima de los errores de su padre?
R. El problema actual es que la acusación de actividades y actitudes del rey emérito ha parecido abrir la “veda” para acabar con esa prudencia, con esa discreción y con el principio básico de no mezclar al rey en las luchas políticas.
P. Y él, ¿qué errores ha cometido? Si es que entiende que ha cometido alguno. Por ejemplo, la famosa llamada al presidente del CGPJ que desató la tormenta.
R. El rey no tiene poder político, en su papel moderador se supone que puede contactar con las instituciones que están enfrentadas, debemos entender que su llamada se hizo en ese sentido, de calma y moderación, a un presidente interino de una Institución que se la mantiene activa a pesar de que no está cumpliendo las reglas constitucionales, aunque la causa sea externa a ella misma, porque está en su estructura y funcionamiento, y dependencia del acuerdo de los partidos políticos.
Lo que nunca debe hacer una institución respecto a otra y al propio sistema es practicar la deslealtad, es utilizarla impunemente para su beneficio o el de su partido. Esto no es un ejercicio de buena voluntad, ésta es una norma no escrita del funcionamiento del sistema: todo poder que no tiene capacidad política de defenderse puesto que no puede actuar sino en el ejercicio de su poder moderador y neutro, no puede ser sacada a la luz pública con motivo de su actuación en el ejercicio del mismo, puesto que no tiene voz para discutir ni para aclarar.
De ahí se supone la discreción del Gobierno para no explicar su decisión, porque vistos los resultados, se supone que si se hubiera explicado, del mismo modo se habría sacado partido de la situación del rey, en este caso secuestrado por el gobierno… y así indefinidamente. ¿Ha hecho lo correcto el Gobierno? Eso ya es otra cuestión ajena a la propia monarquía.
P. ¿Le conviene a Felipe VI que la derecha y la ultraderecha salgan a su rescate? ¿Qué trascendencia ve al hecho de que la clase política emplee el modelo de Estado como elemento permanente de sus intereses políticos?
R. Nefasta, cada sistema tiene sus reglas escritas y no escritas, como cada juego tiene sus normas, y quienes se salen de ellas sólo contribuyen a acabar con el sistema.
Si se leyera sobre la historia de nuestro Estado Constitucional, podría tenerse en cuenta que ha hecho más daño históricamente la defensa interesada de la monarquía que la lucha abierta contra ella
P. ¿La monarquía parlamentaria? ¿Está en crisis, o no ha dejado de estarlo nunca? .
R. La monarquía superó la mayor crisis, la que supuso la época de las revoluciones liberales, a finales del XVIII, a partir de ahí toda la construcción del Estado Contemporáneo supuso para la monarquía un cambio radical, de modo que no debe confundirse la monarquía absoluta, que tan bien parecemos conocer todos, con la monarquía constitucional que parece una perfecta desconocida en un país formado en 40 años de dictadura y sin estudios sobre el sistema constitucional porque era tabú. De modo que cuando hablamos de monarquía la mente trae imágenes del absolutismo.
Nada más lejos de la realidad, y así lo quiso mostrar el expresidente Zapatero cuando invitó a España a una referencia en el estudio del republicanismo, Philippe Pettit que publicó un artículo en La Vanguardia explicando el concepto de monarquía republicana, que al ser utilizado por el expresidente tanto escándalo produjo: nadie entendía nada.
P. La llegada en el Gobierno de un partido republicano militante y proactivo (Podemos)¿qué cree que puede suponer para la monarquía?
R. La llegada de un partido republicano al gobierno es lo más natural en un sistema democrático, y que se pueda hacer con una Jefatura del Estado monárquica lo es igualmente. Porque el sistema de gobierno es el parlamentario, democrático, y sólo la Jefatura de Estado, sin poder político efectivo, no es elegida, en la idea del ejercicio de su poder, que es el moderador, por encima de cualquier idea política, lo que en una elección es imposible conseguir, pues no sabemos elegir sin partidos políticos.
Los partidos republicanos sostienen sus principios legítimamente, y con ellos van a las elecciones, pero un cargo público legitimado por la propia estructura constitucional existente, debe respetarla porque así respeta su propia legitimidad, y son las reglas del juego.
Si un día se cambian sería a través de la reforma de la Constitución. Pero ésta debe hacerse de acuerdo sobre sus beneficios, planteando claramente las alternativas a la organización, las ventajas del esfuerzo, y más en la situación actual, en qué beneficiaría a los ciudadanos y a la propia democracia. Y nada de eso se está haciendo, sólo se atiende a destruir pensando en recoger frutos, pero lo más probable es que cuando caigan los frutos el árbol ya no esté.
P. ¿Qué veremos antes, la vacuna o la república?
R. Esperemos seguir viendo por mucho tiempo una democracia bien organizada, bien entendida y bien tratada, entendiendo y practicando el respeto a las reglas del juego