Mitos y verdades del 'venceréis, pero no convenceréis' de Unamuno del 12 de octubre de 1936
La película de Amenábar respeta la verdad esencial de aquellos días, aunque se toma unas cuantas licencias poéticas
El relato del mítico altercado lo fijó un exiliado español en el Reino Unido y lo popularizó el libro de Hugh Thomas
Las diferentes versiones de los testigos y las notas de Unamuno coinciden en el contenido esencial del discurso
Cuando el periodista que fabricó el mito de Lawrence de Arabia vio la película homónima de David Lean dijo que el único parecido entre el film y la verdadera historia estaba en "la arena y los camellos". Asunto resbaladizo éste de las licencias que un director se toma a la hora de reflejar un personaje o un acontecimiento histórico. Dado que cada vez se hacen más películas y series "basadas en hechos reales", tal vez convenga insistir en eso, en que se cuentan hechos reales, pero que no todo lo que se cuenta son hechos reales.
En un artículo reciente, comentaba el catedrático de Historia de la Universidad de Salamanca Mariano Esteban "la capacidad que el cine tiene para moldear conciencias, mucho más que cualquier ensayo o libro de historia. Esto significa, inexorablemente, que el Unamuno de los primeros meses de la Guerra Civil será ya, para la mayoría, el de Amenábar".
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El Unamuno de los primeros meses de la Guerra Civil será ya, para la mayoría, el de Amenábar -Mariano Esteban (historiador)
A continuación, "aunque sea solo por salvar la honrilla del historiador", enumeraba algunas de las escenas que aparecen en la película y no se corresponden con la historia: la foto con los militares en la Plaza Mayor, la visita de Millán Astray a la casa de Unamuno, la filiación política del alcalde republicano, las palabras que dijo Unamuno el 12 de octubre de 1936, “distintas y más breves”…
En los últimos años se ha suscitado un cierto debate sobre lo que realmente ocurrió en el paraninfo de la Universidad de Salamanca entre Miguel de Unamuno y el general y fundador de la Legión, Millán Astray, la escena culminante de la película de Amenábar. ¿Hasta qué punto lo que se cuenta obedece a un relato mítico? ¿Fue un enfrentamiento tan fuerte y agrio?
A la salida del paraninfo, se tomaron dos fotos. En la más difundida, Unamuno, bien visible en el centro de la imagen, erguido junto al obispo y rodeado de jóvenes brazo en alto. En la otra, algunos han querido ver una despedida cordial de Millán Astray a Unamuno, como si no hubiera pasado nada. "Sacar esa conclusión a partir de esa foto es exagerado", señala a NIUS Mariano Esteban.
Las palabras del escritor no quedaron registradas. Al día siguiente, las crónicas de la prensa franquista ocultaron el altercado. Las versiones de lo sucedido emergieron poco a poco meses e incluso años después. Hay que tomar su literalidad con cautela. Unas quedaron deformadas por la propaganda de guerra; otras, por el paso del tiempo y sus estragos en la memoria.
La versión más difundida fue escrita por un exiliado republicano Luis Portillo (padre, por cierto, de Michael Portillo, admirador de Thatcher, ministro de John Major y ahora periodista de viajes). Portillo era profesor de la Universidad de Salamanca, pero no fue testigo del acto. Lo que sabe procede, presumiblemente, de distintos artículos de la prensa republicana española y también de periódicos franceses que se hicieron eco del incidente en enero de 1937, unos días después de la muerte de Unamuno. Severiano Delgado, bibliotecario de la Universidad de Salamanca y autor de Arquelogía de un mito, añade la versión que le pudo dar de viva voz en Valencia el hispanista holandés J. Brower. "Portillo se lo inventó todo", dice Delgado a NIUS. "El relato de Portillo no tiene intención de ser una reconstrucción histórica sino una evocación literaria".
Por el cariz teatral, el texto [de Portillo] se convirtió en el relato fundador del mítico altercado -Colette y Jean-Claude Rabaté (biografos de Unamuno)
Una evocación que a partir de los años 60 "alimenta la leyenda de las dos Españas", argumentan Colette y Jean-Claude Rabaté, autores de una nueva biografía de Miguel de Unamuno. En su anterior libro, En el torbellino, Unamuno en la Guerra Civil, dicen que la narración de Portillo "por el cariz teatral de este texto y la calidad de las descripciones, presenta todos los requisitos para convertirse en el relato fundador del mítico altercado del 12 de octubre de 1936 y, de hecho, alimentó durante años una versión casi indiscutible –o al menos indiscutida- de lo que pasó aquel día en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca".
El relato "mítico" de Portillo, publicado en 1941 en inglés en la revista literaria británica Horizon, alcanza la categoría de canónico gracias al historiador británico Hugh Thomas, quien lo recoge en su célebre y exitosa historia de la Guerra Civil de 1961. En la escena, los gritos de rigor de Millán Astray se entrecruzan con el discurso de Unamuno:
"En ese momento, Millán Astray, ya no pudo contenerse por más tiempo", escribe Thomas. "¡Mueran los intelectuales! -gritó- ¡Viva la muerte!... Pero Unamuno contestó: Este es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir hay algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho".
Años después, otros testigos del incidente publicaron sus recuerdos y matizaron el relato de Portillo difundido por Hugh Thomas. El cruce de las diferencias y coincidencias entre unos y otros permite llegar a una versión más depurada:
- Unamuno no responde al discurso de Millán Astray (no hizo ninguno), sino al del profesor Maldonado que ha calificado de anti-España a vascos, catalanes y todo aquel que no comulgue con la sublevación militar.
- Resulta dudoso que Unamuno utilizara la dura y acusadora segunda persona del plural –"venceréis, pero no convenceréis"-. Más bien pudo decir que "vencer no es convencer", como recuerdan varios de los presentes. Los Rabaté apuntan que ese binomio ya aparece en escritos anteriores.
- El resorte que hizo saltar a Millán Astray fue posiblemente la mención que hizo Unamuno de Rizal, héroe de la independencia filipina. El "glorioso general mutilado" había iniciado su carrera de armas combatiendo la insurgencia en Filipinas.
- No está claro que el fundador de la legión pronunciara el estremecedor "¡Muera la inteligencia! La mayoría de los testigos recuerda más bien que dijo "abajo la intelectualidad traidora" o "abajo los malos intelectuales"; expresión parecida a la que había lanzado días atrás desde el balcón del ayuntamiento de Salamanca. Y en cuanto al grito legionario "Viva la muerte", los Rabaté lo consideran verosímil en la excitación del momento y en un paraninfo plagado de legionarios y falangistas.
Un documento del propio Unamuno da más pistas sobre el discurso: una carta que se conserva en la Casa-Museo en Salamanca. Se la había enviado la mujer de su amigo, el pastor protestante Atilano Coco, encarcelado por masón y "paseado" a principios de diciembre del 36. Unamuno la lleva encima y, en el reverso, anota palabras desordenadas que debieron articular su intervención:
- Guerra internacional occidental cristiana independencia
- Vencer y convencer
- Odio y compasión ni la mujer
- Odio inteligencia que es crítica diferenciadora inquisitiva no inquisidora que es examen
- Lucha unidad catalanes y vascos
- Cóncavo y convexo
- Imperialismo lengua
- Anti-Esp?
- Rizal
En su libro, En el torbellino, los Rabaté explican el sentido de las palabras al insertarlas en el contexto de la obra de Unamuno. En definitiva, con todas sus variaciones, las notas y los recuerdos concuerdan en que Unamuno habló de vencer y convencer, criticó el concepto de anti-España referido a vascos y catalanes y provocó, como reacción, los aullidos de Millán Astray.
Que pronunciar esas breves palabras le costó caro es algo que nadie discute. Al día siguiente le despojaron del título de alcalde honorario de Salamanca, dos días después le destituyeron como rector y a partir de entonces quedó poco menos que bajo arresto domiciliario en su casa de la calle Bordadores hasta el día de su muerte, el 31 de diciembre de 1936.
"La palabra oral tiene algo de alado y sagrado", decía Borges. "Todos los grandes maestros de la humanidad han sido maestros orales. Sócrates, Buda, Cristo, Pitágoras... Pitágoras no escribió voluntariamente para que su pensamiento viviese más allá de su muerte corporal, en la mente de sus discípulos". Tal vez resulte paradójico –y unamuniano- que de una persona que escribió miles y miles de palabras, las que sigan más vivas sean las que no escribió: las que pronunció o pudo pronunciar una mañana de octubre en Salamanca.
Licencias poéticas aparte, la película de Amenabar recoge la verdad esencial de esos meses de 1936.
No son literalmente las que se dicen en Mientras dure la guerra, aunque la película recoge la verdad esencial de esos meses: el apoyo inicial de Unamuno al golpe del 18 de julio -por cierto, la mencionada contribución de 5.000 pesetas les parece un exceso propagandístico a los Rabaté-, sus dudas posteriores y el incidente del paraninfo.
En cuanto a las licencias poéticas, Amenábar siempre puede recurrir a lo que se decía en aquella magnífica película de John Ford, El hombre que mató a Liberty Valance: "Cuando la leyenda se convierte en un hecho, publica la leyenda". Print the legend.