Las nuevas generaciones conocerán a Miquel Roca y Juyent (Burdeos, Francia, 1940) por ser el abogado de la Infanta Cristina en todo lo relacionado con el Caso Nóos. Antes de todo el lío de cámaras y prensa rosa relacionado con ello, Roca fue uno de los fundadores de Unió Democrática de Catalunya y diputado en 1977 en las Cortes como miembro del Grupo Parlamentario de la Minoría Catalana (GMC). Fue cuando se convirtió en uno de los siete padres de la Constitución. Hoy sólo él y Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón viven para contar su experiencia en la redacción de la Carta Magna.
Pregunta. Sr. Roca, gracias por atendernos, lo primero es casi como preguntarle por la familia. Su hija más conocida cumple 42 años ¿cómo ha visto crecer a la Constitución?
Respuesta. No puede extrañar a nadie que me satisfaga celebrar el 42 aniversario de la Constitución. La siento muy mía. Por lo tanto, la miro con satisfacción y creo que la Constitución ha cumplido, ha servido. Institucionalmente nos ha permitido tener el período más largo que España ha disfrutado de normalidad institucional en toda la etapa contemporánea y moderna de nuestra historia.
P. Parece que ha crecido con salud y ahora se encuentra en la crisis de los 40 ¿Cree que debe abrirse un debate sobre su reforma como piden algunos partidos?
R. Hay más deseo de reforma que concreción de en qué puntos. En todo caso, a mí me gustaría que lo que el consenso hizo, si se reforma, que también sea desde un consenso similar porque el valor de esta Constitución es su origen consensuado.
Ésta es la primera Constitución que España refrendó en toda su historia con una amplísima mayoría. ¿Cómo vamos a impedir que se reforme si se quiere hacer? Pero me gustaría que descansase en hechos concretos y con un acuerdo muy amplio.
P. Puestos a pasar por el quirófano ¿en qué puntos debería hacerse unos retoques?
R. Hoy por hoy para mí el propio desarrollo de un Estado autonómico invitaría a una reflexión sobre el papel del Senado pero insisto, debería hacerse por un amplio consenso que actualmente no tengo la sensación de que exista.
P. Cuando nació a finales de los 70 se vivieron momentos delicados después de una dictadura para la aprobación de un texto de esta envergadura pero se consiguió ¿cómo vivió usted en primera persona estas negociaciones?
R. Cuando aprobamos la Carta Magna teníamos un mandato social. La gente de ideologías diversas quería que aquello saliera, nos exigían que nos pusiéramos de acuerdo. Me aterroriza pensar que en aquel momento no lo hubiéramos logrado. Por tanto había voluntad. Para mí esto es lógico. La democracia es el reconocimiento del pluralismo y el pluralismo exige pacto. No es solo una cuestión de respetar el hecho diverso sino que es necesario hacer lo posible para que este pensamiento pueda convivir con el de los demás.
P. ¿Cómo casa esto con los momentos políticos que estamos viviendo ahora?
R. En estos momentos, España ha recuperado en parte un cierto gusto por la confrontación. Un cierto gusto de la definición entre 'ellos' y 'nosotros', un bando y otro. Y esto pienso que es malo. Creo que podríamos poner más voluntad en buscar una aproximación al acuerdo. Alguna vez dije desde la tribuna del Congreso que ganar la libertad era difícil pero más difícil o tanto era aprender a vivir con ella. Esto es muy importante y ahora estamos en esa fase.
P. Ahora vivimos otros tiempos pero también una situación complicada con una emergencia nacional como lo es la pandemia. Se podría esperar de los políticos cierta unión para hacerle frente pero no está siendo así.
R. Me duele mucho. Era un hecho imprevisible, sin precedentes. Debemos entender que se está avanzando de buena fe. Se puede pensar de una manera u otra pero es un momento de unión. Un momento de unidad.
Lo que no se entiende es que con el escenario tan duro que vivimos eso no alimente un deseo de acuerdo. Me sorprende y me duele. Estamos obligados en una situación como ésta a posponer muchas cosas al servicio de un interés general que ahora es muy fácil de definir: que la gente pueda recuperar un ambiente de salud estable y la búsqueda de la recuperación económica.
P. Los políticos incluso se acusan mutuamente de ser inconstitucionales ¿hay motivos para lanzar este tipo de acusaciones?
R. La Constitución sirve para mucho incluso para acusar a los demás de inconstitucional. No manoseemos la Constitución. Es un marco de convivencia, nos dice como convivir. Como en una comunidad de vecinos. Y tenemos que aprender a convivir con un vecino del quinto segunda que es antipatiquísimo pero hay que convivir con él. Hay que aprender. Y esto es lo que dice la Constitución. Invocarla constantemente para decir 'éste la cumple y éste no la cumple' es manosearla en balde.
P. ¿Cree que hay riesgo de que ese pacto constitucional al que llegaron con tanto esfuerzo en el 78 se pueda romper ahora?
R. Creo que no. Yo cada mañana cuando me levanto soy optimista. Creo que hay un respeto básico a lo que representa los valores constitucionales. Todo el mundo puede encontrar amparo en la Constitución si sus intereses son legítimos. Yo no quiero creer que los valores de la Constitución hoy no sean asumido por una gran mayoría de los ciudadanos.
P. Sin embargo, está viviendo un cuestionamiento como nunca antes en su historia.
R. Todos somos fruto de la Historia aunque no hayamos participado en ella. No queramos cargar en la Constitución nuestros deseos insatisfechos en estos momentos. La culpa no es de ella. No puede amparar aquello que esté en contra de su estructura fundamental.
Los que denuncian a la Constitución no la conocen. No vivieron ni sufrieron lo que representó una dictadura. Como cuando se habla de la Transición con una falta total de consideración a la enorme cantidad de gente que para conseguirla y conseguir que fuera un éxito sufrieron mucho, incluso penas de libertad. Un poco más de respeto a lo que la Transición aportó nos honraría a todos, incluso a sus críticos. Ahora estamos en una época en la que el futuro existe, en otras épocas teníamos que inventarnos el futuro.
P. Para terminar me gustaría que me dijera cuál ha sido en su opinión el mayor legado que deja la Constitución que pueda servir de ejemplo a la clase política de hoy en día.
R. Si consiguiéramos que se entendiera que la democracia comporta la necesidad del pacto y que al pacto no se llega sin diálogo y sin respeto, haríamos un gran servicio a la causa constitucional.