Por el Juzgado que dirige Tomás Martín pasan a diario historias terribles. Niños que llegan con la marca de la violencia en el cuerpo o en la mente y que tienen que dejar su testimonio ante él, fuera del alcance del agresor, pero respondiendo a preguntas dolorosas y relatando las peores experiencias. El trago no es fácil, y el juez Martín lo sabe, por eso, en su juzgado se preocupan mucho de que las cosas sean diferentes: "Si antes de la declaración hay que echar una competi al Quién es Quién, se echa", explica a NIUS desde su despacho en el Juzgado de Instrucción Nº 3 de Las Palmas de Gran Canaria, especializado en violencia haca los menores.
Quién es Quién, juegos varios, libros, y hasta un kit de bienvenida para cada niño que consiste en una mochila con lápices de colores, una regla y una libreta, con una impresión muy especial: "Togui", la mascota del juzgado, diseñada por uno de sus funcionarios. "Lo hizo con su Ipad, no sé cuántas horas echaría", relata el juez.
El nombre hace referencia a la toga judicial, pero es posible que en un futuro se cambie por otro elegido por niños de colegios en Canarias.
Todo esto nos lo cuenta cuando nos ponemos en contacto con él por una iniciativa puntual: piden libros infantiles para esos pequeños porque el juzgado se ha convertido también en un banco de libros. Desde hace tiempo, en la sala de espera del juzgado, hay ejemplares que lleva el propio personal de los juzgados. "Muchas veces, cuando llegan los niños se les van los ojos a los libros, y muchas veces comentan que ahí está el que les falta por leer para terminar la colección, o el que se ha leído una amiga y quieren leer", explica Tomás.
Al principio, los utilizaban mientras estaban en el juzgado, pero hace poco todo cambió: "Vino una niña, le prestamos un libro, y se la veía encantada con él, al terminar, le dijimos que se lo podía llevar y se fue feliz". A los pocos días, volvió para otro trámite y trajo el libro para devolverlo. Al enterarnos de que lo había devuelto, lo metimos en un sobre con nuestro kit de bienvenida y se lo mandamos a su casa".
Ese fue el primer punto de inflexión. El segundo fue ver a otra niña de seis años absorta con el mismo libro que Tomás le leía a su hija. "Aquello se convirtió en una emoción y tomamos la decisión de empezar a regalarlos".
Ahora, todos se van con libro. Antes de llegar, Tomás y su equipo se informan de quién viene y de "cómo viene" y preparan el libro que consideran que más les pueda gustar. Los favoritos son series "Minecraft", "Futboleros" o "Gerónimo Stilton", pero todos son bienvenidos porque todos pueden hacer un bien. .
Nada más lanzar el mensaje a través de un AIDDDIA, un grupo que trabaja en favor de los menores, Tomás empezó a recibir respuestas. La primera, de sus propios funcionarios, que aparecieron con varias cajas de libros infantiles. Pero también del jefe de la Policía Judicial que se ofreció a recogerlos en las casas de Las Palmas; de la biblioteca, que se propuso ser un punto de recogida; o de un escritor "que va a venir un día de estos con no sé cuántos libros", explica Tomás entusiasmado con la respuesta.
La importancia no sólo está en los libros, sino también en que la iniciativa sensibiliza con la problemática de esos niños porque lleva a que mucha gente se dé cuenta de que eso ocurre y a que piense en ello "aunque sea diez minutos".
Tomás no está solo. Ni en esto, ni en todo lo demás que se hace en el juzgado. Hasta octubre, los casos de menores se repartían entre los ocho juzgados de instrucción del Partido Judicial de las Palmas. Pero el día uno de ese mes, el suyo centralizó todos estos casos. Ahora, su forma de trabajar se ha convertido en un programa piloto único.
En eso, además, tiene muy presente a la Consejería de Justicia y en concreto a la viceconsejera Carla Vallejo. "¿Sabes lo que supone pedir a la administración que te dé kits de bienvenida para niños en un juzgado", asevera el juez, que señala que Vallejo siempre le ha recibido y cuando le ha dicho no a algo, le ha ha "argumentado" el porqué.
Antes de asumir todos los casos de violencia sobre menores, Tomás se reunió con sus funcionarios: "Todos dieron un sí rotundo" a la propuesta, que supone una gran carga de trabajo muy delicado. Además, dos forenses han decidido especializarse en pediatría forense, algo inédito: "las dos se han ofrecido para estar de guardia 365 días al año sin cobrarlo". La Policía judicial también está muy implicada, ellos son los que se encargan de recibir a los niños y acompañarlos hasta el juzgado por un recorrido rápido y lo más cómodo posible.
Desde que llegan, todo está pensado para ellos. "A veces al entrar se hacen una foto con la placa del policía que les acompaña", después, llegan sin tener que esperar, y entran en la sala de espera". La sala es amigable -pero como es nueva aún no se puede mostrar- y cuando entran allí, los pequeños son informados de que en ese lugar "pueden leer, saltar, jugar, no tienen que levantar la mano para hablar o ir al baño, y sí, allí saltan y saltamos", sigue contándonos Tomás.
Ni las actividades ni el espacio tienen nada que ver con un juzgado normal, que suelen ser lugares ruidosos, incómodos y donde se respira tensión porque lo que se va a hacer allí nunca es un plato de gusto para nadie. Si además quien va es un menor, agredido por otra persona, generalmente un adulto, todo es más delicado. Así que cualquier cosa que les haga sentirse cómodos facilita el trance.
Una vez han prestado su declaración en la prueba preconstituida, no tienen que volver, salvo que necesiten valoraciones médicas -por ejemplo por estrés postraumático-. A partir de ese momento, el proceso sigue sin ellos y en el juicio se utiliza la grabación que se ha hecho el primer día. Así que marcharse con ese libro que les ha gustado ayuda también a poner punto y final. Salen de allí con su libro que un día fue de otro niño, y siguen viviendo al margen de un procedimiento en el que nunca deberían haber estado.