Pascual Ortuño lleva desde 1992 ejerciendo de magistrado de la Sala de Familia de la Audiencia Provincial de Barcelona. A lo largo de su extensa carrera como juez ha sido espectador privilegiado de casos que le han "roto literalmente el corazón". Ha vivido en primera persona el drama de muchos padres al enfrentarse en los juzgados a sus hijos adultos y aunque su función se limitaba a dictar sentencia, no ha podido evitar que "el egoísmo, la crueldad y desconsideración" de muchos hijos le pasaran por desapercibidos.
La pandemia ha puesto en jaque a muchas familias. Según Ortuño, ha aumentado la demanda de padres que piden ayuda por el abuso recibido por parte los hijos. En la mayoría de los casos sienten que se están aprovechado de ellos y que lo único que les mueve a los hijos son los intereses económicos. Unas situaciones que no acostumbran a visibilizarse "por vergüenza" o por "falta de confianza en la justicia".
Sin embargo, el juez asegura que ante estas situaciones es mejor no recurrir a la vía judicial y apostar por otros métodos como la mediación para resolver con eficacia estos conflictos. Como fundador de la Asociación Catalana para el Desarrollo de la mediación (ACDMA), está convencido que actualmente es la herramienta más útil para muchas familias, por ello, pide a las autoridades políticas que apuesten por ella.
En esta entrevista, Ortuño explica a NIUS la compleja situación a la que se han tenido que enfrentar muchos padres. Historias reales de que le han mostrado lo peor del ser humano y que le han llevado a plasmarlas en un libro para sacarlas a la luz.
PREGUNTA. Titula el libro como “Hijos ingratos”. ¿Cuántos hijos ingratos se ha encontrado a lo largo de su carrera?
RESPUESTA. La verdad es que bastantes, es un fenómeno que afortunadamente no es mayoritario, pero sí que hay hijos que creen que tienen unos derechos sobre los padres, no a maltratarlos, pero sí a someterlos a exigencias exorbitantes, que si no hubiera ese vínculo de parentesco no se hubieran producido. El problema es que estos casos permanecen ocultos muchas veces, a los juzgados aparecen de vez en cuando, por vías indirectas, suelen plantearse casos que se pueden calificar de auténtico maltrato, no físico, pero sí psicológico. Menciono yo en el libro un proverbio apócrifo chino que dice que, a los padres, por habernos traído al mundo, nunca se les castiga lo suficiente. La realidad es que estos hijos ya adultos (me refiero a los adultos porque durante la época de la niñez o de la adolescencia ya es otra problemática) tienen muchas exigencias.
P. ¿Cómo por ejemplo?
R. Como por ejemplo que les presten dinero, que les firmen una hipoteca... Hay casos que los padres han estado ahorrando toda la vida por si en la en la vejez si ocurriera alguna cosa tener unos ahorros y se encuentran que los hijos les piden ese dinero, los padres se niegan y a partir de ese momento rompen con ellos o les impiden que vean a los nietos. Esto es una problemática que vivimos en una sociedad en la que aparentemente toda va bien, tenemos otras preocupaciones de tipo político, de tipo económico, de tipo sanitario.
P. ¿Ha aumentado la demanda de padres pidiendo ayuda a raíz del confinamiento?
R. Unas de las razones que me motivó a escribir el libro es que durante la pandemia se ha visibilizado la cantidad de gente mayor que vive en residencias, que vive sola en pisos, que los hijos no les atienden y están abandonados. La pandemia ha visibilizado la cantidad de ancianos abandonados por sus hijos. Además, uno de los conflictos más frecuentes han sido los relacionados con los nietos. Como, por ejemplo, esos padres y madres que les niegan a los abuelos ver a sus nietos, esa es otra plaga que hay ahora. Yo he llegado a ver casos de hijos que por irse los abuelos de viaje y no poderse quedar con el niño ya les han negado volver a ver a los nietos.
P. ¿Este es el tipo de hijo que usted cataloga como ingratos?
R. Sí, en la mayoría de los casos que yo he vivido los padres se han volcado con ellos toda la vida y creen que tienen todo el derecho sobre los padres. Incluso también hay otros casos, los hijos adoptivos, hijos adoptivos que un momento determinado se hacen mayores, y tienen una inquietud o curiosidad por saber quién eran sus padres adoptivos, pero claro, lo que hacen es rechazar a los que les han tenido desde pequeños, les han criado, les han dado una casa, y hay casos que a los 25 o 30 años los dejan plantados y encima les culpabilizan.
Otros casos, que ahora se está hablando mucho, son los hijos que por la crisis o porque se divorcian vuelven a casa de sus padres y entonces vuelven al estatus anterior, a cuando eran pequeños, a que les sirvan de todo o a ocupar el espacio. Acaban haciéndose los dueños de la casa y al final, en algún caso, terminan haciéndoles la vida imposible a los padres.
P. Usted dice que a lo largo de su carrera se ha encontrado con muchísimos casos, sin embargo, en el libro hace una selección. ¿Son los que más le llamaron la atención?
R. Sí, son casos que se me quedaron grabados en el corazón. Por ejemplo, uno de ellos es un padre que la hija se fue con su marido a casa, él era un hombre viudo y le presionaron de tal manera, entre ella y el marido, que a este hombre le llevaron a una residencia, en la residencia dejaron de tener contacto con él, y este hombre se suicidó, dejó una carta escrita al juez, que era yo, como en las películas, un suicida que deja la carta al juez. Este hombre explicaba, de una manera muy sangrienta, que se quitaba la vida porque no quería hacer infeliz a su hija, ya que su hija se peleaba con su marido por su culpa y él se quería quitar de en medio. Este caso me llegó mucho, es una carta que guardo yo de mi carrera profesional, porque son esas cosas que se quedan, no ya por el objeto material de la carta, sino que se te quedan en el corazón.
Yo los he procurado suavizar, en el sentido que hay algunos que tienen un punto de tragedia morbosa, pero lo que he querido hacer es ver que esta problemática existe, que se podría evitar si las cosas se hicieran bien por parte de los padres, y también hay casos en los que es imposible.
P. ¿En qué casos ha resultado imposible hallar una solución?
R. Hay casos de violencia de género donde los padres saben que la hija está siendo maltratada y cuando intentan ayudarle la hija se les vuelve en contra, porque en ese conflicto de lealtad entre su marido, que la maltrata, y los padres, se encuentra sometida, porque tienen hijos comunes o por muchas razones de tipo psicológico. Hay veces que es por el síndrome de Estocolmo, de ponerse al lado del secuestrador, esto se da con bastante frecuencia y los padres no saben qué hacer. También hay casos donde los padres ya mayores se han visto arruinados porque los hijos han sido adictos a las drogas, se han metido en líos, se han metido en temas penales, les han metido en la cárcel y los padres han acudido, han tenido que vender sus propiedades para poder pagar los juicios y las responsabilidades, y luego los hijos no es que no salgan agradecidos. Todo eso es una colección, te quiero decir que el libro se llama “Hijos Ingratos”, pero tampoco vamos a poner a todos los padres como personas ideales, habría que escribir otro libro, que tengo en mente, que sea todo lo contrario, un “padres ingratos”.
P. Comentaba que este tipo de casos normalmente no salen a luz. ¿Por qué acaban ocultándose?
R. Por el sentimiento de fracaso personal con relación a los hijos. De la misma forma que se ocultan algunas enfermedades, incluso a la familia, porque parece que son vergonzosas, lo mismo ocurre con alguno de estos casos. Se oculta ante los vecinos, ante la familia… El hecho de que los hijos “hayan salido así” genera vergüenza. La mayoría prefieren que no se hable para no sufrir las consecuencias y no enfrentarse a un hijo en un juzgado. Por ejemplo, me viene a la cabeza un caso que me sorprendió mucho. Era la historia de un hijo que negaba a su madre ir a la peluquería. Él se había quedado con todos los ahorros de la manera y vivía en su casa, sin embargo, se negaba a pagarle cinco euros a la semana para que la mujer se arreglara el pelo en la residencia. A veces la miseria humana nos sorprende hasta qué punto se puede uno comportar así con las personas.
P. ¿Y por qué cree que se comportan así?
R. Yo lo que mantengo en el libro es incluso que un exceso de los padres, sobre todo de madres, de madres solteras, familias monoparentales, que tienen el fenómeno del hijo emperador, que tienen un hijo, que lo cuidan que lo miman, que le dan absolutamente todo y se están equivocando, porque están creando a un emperador que luego se va a creer que tiene derecho a seguir machacándole toda la vida.
Pero también digo que hay padres que se han portado mal, de esos padres que se han portado mal pues los castigos que les hagan los hijos allá ellos, se lo han merecido. Sin embargo, curiosamente hay muchos de los casos dónde esos padres se han portado bien.
P. Al parecer somos más tolerantes con la familia. Usted reflexiona sobre la cultura de la familia, ¿Qué cultura de familia tenemos aquí y por qué puede suponer un drama para muchos padres?
R. El modelo de familia ha ido evolucionando. La forma de familia tradicional, patriarcal, donde había un respeto reverencial a los padres, ha ido desapareciendo. Mis padres les hablaban a los suyos de usted, había un vínculo cultural, que venía de la religión, donde los sacerdotes ejercían una labor educativa. De pronto este modelo de familiar hemos dejado atrás por causas múltiples. La primera de ellas es la implantación legal y social, menos, pero también vamos a decir, de la igualdad del hombre y la mujer. La incorporación de la mujer al trabajo ha implicado, incluso desde el punto de vista legal, pero más desde el punto de vista cultural, que ya no exista esa familia entorno a la madre que está en la casa, el padre que tiene la autoridad, y también se han roto esos vínculos que daba la religión, entonces nos encontramos con una sociedad dónde aquellos valores los tenemos que cambiar por unos valores diferentes.
El respeto reverencial que se le tenía a los padres o el miedo porque estaba permitido, incluso legalmente, que el padre pegara a los hijos. De eso hemos pasado a otros modelos, ahora ya no se habla de un modelo de familia, tenemos muchos modelos de familia, también estamos conviviendo con otras culturas, que también no están aportando una realidad muy diferente.
P. En algunos aspectos la sociedad ha evolucionado positivamente y en otros nos hemos quedado atrás.
R. Exacto. Hay cantidad de elementos que hace que la sociedad tenga que replantearse esos vínculos sociales, esos vínculos de solidaridad social, en definitiva, la familia es el eslabón de socialización del individuo, y esa forma de solidaridad del ser humano. La excesiva búsqueda de bienes materiales, las herencias, las peleas entre los hermanos por las herencias. He visto casos de hijos que quieren la herencia ya y cuando hay varios hermanos intentan que los padres les favorezcan, y si no les favorecen de alguna manera los maltratan, alejándose de ellos...
P. Usted ha intervenido en estos casos, ¿Qué suele decirles a estos padres que realmente están sufriendo con lo que les están haciendo los hijos?
R. Lo que ocurre es que cuando estos casos se judicializan, el juez no tiene esa capacidad de hablar con los hijos, ni con los padres. Los procesos judiciales se desarrollan mediante los abogados, son los abogados los intermediarios, los que por escrito representan a la parte. Nosotros estamos viendo una realidad sobre el papel, que es lo que nos cuentan los abogados, muy pocas veces vemos a estas personas afectadas, por eso le digo que como juez bastante mayor, me queda poco para jubilarme, cuando hago balance de mi vida profesional, veo que los instrumentos que tiene la justicia para estos conflictos son totalmente insuficientes.
P. En ocasiones las vías legales y judiciales no son la mejor opción.
R. Es que incluso desde el punto de vista práctico es inoperante. Por ejemplo, el caso de la mujer de la residencia que quiere ir a la peluquería. Si decide denunciar, tal vez esa mujer cuando llegue el juicio, aparte del trauma psicológico que supone demandar a sus hijos, si el juicio tarda mucho y después hay una apelación, nos encontramos a veces que esa mujer se ha muerto.
P. Usted es uno de los fundadores la Asociación Catalana para el Desarrollo de la mediación (ACDMA) para la resolución de conflictos. ¿La mediación suele ser la vía más eficaz en estos casos?
R. Por su puesto. A veces se dice que se va a la mediación para que la cosa vaya más rápida, pero no es solo por eso. Es un mecanismo mucho más adecuado para estos casos. Los jueces en una sentencia solo podemos decir si el comportamiento de una persona es o no criticable, pero no podemos ir más allá. No le puedo echar la bronca, nuestra función es dictar una sentencia. Yo soy firme defensor de que estos métodos se tienen que establecer, lo que pasa es que para establecerlos los políticos tienen que apostar por ellos, con presupuestos.
Yo siempre digo que el interés de los políticos por la mediación no estriba en que nos hagan leyes y en que nos den discursos sino en que dediquen fondos de los presupuestos a introducir mecanismos alternativos. Un mediador puede hacer un trabajo más eficaz en este campo que un juez. Además, es que estos conflictos se agravan con el tiempo, si haces una detección temprana del conflicto y lo tratas pues es más fácil de solucionar, porque luego se complica mucho. Todo un espiral que al final ya no sabes cuál fue el pecado original. Es necesario una justicia cercana, que todos desearíamos. Una justicia más eficaz.
P. Ha visibilizado esta realidad muy oculta para muchos, el siguiente paso será hacer el bando contrario, Los padres ingratos. Me ha dicho que tiene ese libro en mente.
R. En treinta años he visto a muchos niños, muchas parejas, muchas rupturas, muchas calamidades de este tipo y es lo que me ha movido a escribir el libro. Quería compartir las historias. Yo no soy moralista, soy un jurista, por eso he hecho un libro “moderno” porque entiendo que el conflicto de familia es multidisciplinar, afecta a juristas, a psicólogos, a educadores sociales, a sociólogos. Es un tema que está en los medios, es decir, son problemas de un gran impacto social. Este libro lo hago para los padres que ya son mayores y para los hijos que sepan que pueden ser padres de hijos ingratos.