La "desidia de la Justicia" con Jorge Casaleiro, en prisión desde hace tres años aunque el ADN lo exculpó antes
Fue condenado por un atraco pero el ADN del pasamontañas utilizado en el robo señala a otro hombre
Las pruebas de ADN llegaron a la Justicia antes de que él entrara en la cárcel, pero no le sirvió de nada
El Supremo ha aceptado revisar el caso porque considera que la condena es "cuestionable"
"La de Jorge Casaleiro es una historia de desidia de la Justicia", se lamenta el abogado vigués Guillermo Presa cuando NIUS le pregunta por su cliente, en prisión desde hace casi tres años a pesar de que las pruebas de ADN lo habían exculpado antes de entrar en la cárcel. Esas pruebas, que llegaron a un juzgado pero a Jorge no le sirvieron, habían delatado a otra persona que sigue en libertad.
Esta semana, Presa está satisfecho porque el Supremo le ha dicho que va a revisar el asunto y que los datos presentados tienen una "consistencia suficiente para cuestionar la condena", que fue de cuatro años y tres meses de cárcel por un asalto a la vivienda de un anciano.
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El hombre, con antecedentes, fue reconocido por un testigo y condenado en base a eso antes de que llegaran las pruebas de ADN del pasamontañas que usó el atracador y sin que se encontraran huellas dactilares.
El perfil de Jorge era el de hombre con problemas con la droga, con antecedentes y sin recursos. Su letrado reflexiona que "no interesaba" a la Administración y que por eso se ha producido toda esta cadena que puede verse cortada en el Supremo.
Un botín de 50 euros, un pasamontañas y una cinta aislante sin sus huellas
Todo ocurrió en junio de 2016 en el municipio de A Guarda, en Pontevedra. Aquel día, una persona encapuchada con un pasamontañas entró en el domicilio de un anciano, lo ató con cinta aislante y le robó 50 euros antes de salir corriendo.
Cuando el ladrón abandonó el piso, el anciano reaccionó, se asomó a la ventana y comenzó a pedir ayuda a gritos llamando la atención de los vecinos, que vieron cómo el delincuente salía corriendo y lanzaba el pasamontañas al suelo para huir más fácilmente.
En su carrera con la cara al descubierto, el caco se vio frente a frente con un hombre que pasaba por allí, pero consiguió huir mientras otra mujer recogía el pasamontañas.
Ella entregó el pasamontañas al testigo, que lo llevó a una comisaría donde relató los hechos y tuvo que ver varias fotografías de delincuentes fichados. En ese momento, el testigo reconoció "con dudas" -asegura el abogado- a Jorge Casaleiro.
Ese reconocimiento fue la única base para su detención, porque en la cinta aislante utilizada para el atraco no había ninguna huella dactilar del acusado y en ese momento aún no se habían hecho las pruebas de ADN, que después acabaron en un cajón.
El silencio durante el proceso judicial
El testigo volvió a reconocer a Jorge dos veces: una en fase de instrucción y otra durante el juicio, que se celebró antes de que llegaran las pruebas de ADN del pasamontañas. El resultado, una condena de cuatro años y tres meses.
La defensa del condenado recurrió a la Audiencia Provincial y mientras se esperaba ese recurso, por fin llegaron las pruebas de ADN al juzgado que ya le había condenado.
Los resultados descartaban a Jorge y, para más INRI, delataban a otro delincuente habitual, cuyo ADN también figuraba en la base de datos de la Policía porque también estaba fichado.
El juez hizo una nueva rueda de reconocimiento con el hombre al que delataba el ADN, y el mismo testigo que en su día reconoció a Jorge, lo identificó al "80%". El abogado explica que él no conoce a este otro hombre, pero afirma que le han dicho que "sí se parecen algo".
Con esos datos en la mano, el juez preguntó a la Audiencia Provincial qué debía hacer, pero... "Nadie dijo nada, ni los magistrados, ni la Fiscalía, ni nadie", protesta el letrado.
Ante ese silencio, el juez no movió ficha, y como ya se había juzgado el caso y había un condenado, la "justicia"
Además tuvo que hacerlo para cumplir esa condena y dos anteriores por delitos menores, por los que le habían suspendido la entrada en prisión al ser penas de menos de dos años. En total, su castigo quedó fijado en casi seis años de prisión.
Un "calvario"
Tres años ha tenido que esperar en la cárcel Jorge Casaleiro hasta ahora que se ha aceptado la revisión de su caso, algo que se hace de manera muy excepcional, por lo que el abogado da prácticamente por adelantada la salida de la cárcel, a pesar de que el Supremo no ha entrado en el fondo como tal.
Sobre la situación de su cliente, Guillermo Presa, la describe como "un calvario" que incluye "brotes psicóticos" y cuenta que aunque "ahora está esperanzado", en prisión "se han reído mucho de él, cuando hablaba del informe de ADN".
¿Un nuevo caso Ricardi?
La historia de Jorge recuerda a la de Rafael Ricardi, que pasó 13 años en prisión por una violación que no había cometido pero que fue reconocido por la víctima.
Ricardi vio como un informe de ADN lo descartaba pero no le sirvió de nada hasta que se detuvo a otro hombre que se parecía a él y cuyo semen coincidía con el de la violación por la que fue condenado.
La salida de prisión fue en 2008 y la indemnización, de más de un millón de euros, la más alta que se ha recibido en España por un error de la Justicia.
La cobró en 2011 pero lo bueno le duró poco. En 2014 fue hallado muerto en su casa por causas naturales.
En el caso de Jorge Casaleiro, la indemnización sería de unos 50 euros por día, aunque todavía está por determinar y habrá que ver cuánto tarda el Supremo en contestar. Su abogado espera que la respuesta llegue antes de un mes y que sea una anulación de sentencia.
"No sólo hay un inocente en prisión, sino que hay un culpable en libertad", dice Guillermo Presa que considerar un "problema" las condenas basadas en la mera identificación". Su tesis, se apoya en distintos estudios psicológicos, es que "la memoria "no es una foto fija", hay cosas como ver una foto "que la van modulando", más en un momento fugaz de nervios en mitad de un atraco.
Ese es uno de los capítulos que pueden cambiar con la nueva reforma de la Ley de Enjuiciamiento criminal. La actual es del Siglo XIX, donde las pruebas del ADN y otras tecnologías actuales estaban muy lejos de ser una realidad.