La profesora e investigadora del área de Ciencias de la Salud de UNIR, Carmen de Mendoza, ha explicado cómo, aunque la vacunación de la covid-19 está avanzando entre la población, "nos queda un recorrido, un par de años, hasta un punto estable en el que la vacuna nos esté protegiendo y la tasa de la enfermedad sea pequeña".
Mendoza, miembro del Grupo de Investigación 'Investigación Biomédica y Sanitaria (MEDONLINE)' de la Universidad Internacional de La Rioja, en una entrevista a 'Europa Press', ha reconocido cómo "todos esperábamos la vacuna como la solución definitiva". Pero "la realidad", ha advertido, "es que no nos va a quitar de golpe y porrazo la mascarilla ni esto va a ser normal hasta pasado un par de años".
"Nos quedan, probablemente, un par de años hasta que alcancemos ese punto estable en el que la vacuna nos está protegiendo, transmitimos poca cantidad y la tasa de enfermedad es pequeña", ha relatado.
Después de vacunarnos nos podemos seguir contagiando y, también, contagiar. Los ensayos lo que dicen es que hay "una disminución, muy importante, de la gravedad en caso de que nos infectemos"; pero ninguno de ellos ha demostrado que haya, inicialmente, una disminución de la infectividad. ¿Por qué? Porque la vacuna da una respuesta de anticuerpos "a nivel sistémico", pero no para las vías respiratorias altas, que es por donde adquirimos el virus.
"Nos cubrimos en que, cuanto el virus penetra en nuestro cuerpo, nuestro sistema inmunológico ya está preparado y está capacitado para responder antes de tiempo y que no hagamos una sintomatología grave; que evitemos esa famosa cascada de citoquinas (la respuesta inmunológica brutal frente a la infección que podría ser mortal)".
Así, vamos a estar preparados para ello y se reduce la sintomatología grave; pero las vías respiratorias altas (boca, laringe...) no están cubiertas. Para ello necesitaríamos vacunas que estimularan los anticuerpos que evitaran esa infección.
De este modo, "voy a infectarme pero no hacer una sintomatología grave y, probablemente, lo que suceda es que la proporción de virus que tengo en el cuerpo va a estar reducida, va a ser menor y, aunque yo pueda transmitir, voy a transmitir una menor cantidad de virus".
Y, ¿qué ocurre si me infecto entre dosis? "Lo esperable, si ya tienes una dosis, es que la sintomatología sea menor". "Lo que se ha visto en las residencias de ancianos, en las que se han visto casos de infección entre una primera y segunda dosis, es que la mayoría no ha hecho sintomatología, o la han hecho muy leve", ha indicado.
De este modo, "lo esperable es que tengamos cierto grado de protección, porque los ensayos lo que nos han mostrado es que, tras la primera dosis, entorno al sesenta o setenta por ciento de las personas hacen una respuesta de anticuerpos detectable".
En cuanto a posibles reacciones a la vacuna, los efectos adversos leves están en torno al setenta o 75 por ciento de las personas que se la ponen; pero son los que tenemos cuando nos ponemos otras vacunas.
En concreto, enrojecimiento, sensación de dolor, y en algunos casos, entre las doce y 24 horas de haberse puesto la vacuna, mal cuerpo, con febrícula, escalofríos, cansancio, dolor de cabeza y en una proporción baja dolor gastrointestinal.
El problema es que las personas se asustan "por la situación de estrés que vivimos". "Todos somos conscientes de que la información constante desde los medios de comunicación es muy estresante, llevamos un año bombardeados por malas noticias", ha señalado.
La vacuna será anual, como la de la gripe, porque las vacunas , pero ahora sabemos que lo que mayoritariamente circula son las cepas británica y sudafricana que hacen que el virus sea más transmisible y las vacunas tienen que estar dirigidas frente a estas nuevas cepas.
"Esto hará que durante un tiempo, de manera anual, nos tengamos que ir vacunando frente a las cepas que estén circulando", ha afirmado. El futuro también pasará por una única dosis de vacuna, para lograr mayor cobertura y evitar que, si entre dosis nos infectamos, el virus cree variantes de escape.