Ya sé que afirmaciones como las que hago en el titular no se deben hacer porque en política todo cambia muy rápido y corro el riesgo de que la realidad me desmienta, pero trataré de argumentarlo.
Por mucho que algunos pensaran que la crisis de la Covid-19 se llevaría por delante a este Gobierno bisoño y en minoría, todo apunta a que va a haber Pedro Sanchez para rato en el Palacio de la Moncloa. Y no solo porque el líder del PSOE haya demostrado sobradamente que es un superviviente y que es capaz de renacer cuando todo el mundo le da por muerto. También porque no existe una alternativa que pueda amenazar su supervivencia.
No hay en el Parlamento una mayoría distinta a la que apoya al ejecutivo. A Sánchez no parece que le pueda pasar lo que le ocurrió a Rajoy, algo que nadie del PP supo ver a tiempo. La oposición ahora mismo son PP y Vox. Ambos pugnan por reclutar a todos los ciudadanos indignados con Sánchez e Iglesias. La pregunta es si esos enojados son suficientes para aglutinar mayorías de futuro o son solo los convencidos que ahora están más movilizados. La pelea entre ambos partidos por el mismo electorado no necesariamente supone que amplíen su espectro de electores. Más bien lo estanca.
Los delirios de Rivera de ser el primer partido de la oposición y por tanto la alternativa de Gobierno, descarrilaron estrepitosamente en las últimas elecciones. Los restos del naufragio, liderados por Arrimadas y con los buenos oficios (algunos prefieren llamarlos traidores) de Edmundo Bal, Luis Garicano o Carlos Cuadrado (ojo con este decisivo fontanero en la sombra), han decidido virar el rumbo y convertirse en socio eventual del Gobierno. Han decidido influir e intentan que los errores del ejecutivo no les salpiquen y por eso mantienen la distancia. Lo han demostrado en el caso Pérez de los Cobos y en cuanto pueden explican a quien quiere oírles que lo suyo no es afinidad ideológica con el Gobierno sino obligación de ayudar y ser útiles en tiempos de crisis.
A pesar de haber tenido muchas tensiones, Podemos y PSOE han solventado hasta el momento sus diferencias: el proyecto de Ley de libertad sexual (la llamada ley de Irene Montero) salió cuando Podemos quería. El PSOE supo gestionar las urgencias de su socio de Gobierno y admitió que esa ley saliera cuando ellos querían, aunque con los peros que quería el PSOE. Lo mismo paso con el ingreso mínimo vital. El vicepresidente Iglesias ha capitalizado la medida pero el diseñador, el discreto ministro Escrivá, ha sido quien ha logrado que nadie en el Congreso haya votado en contra. Su elaboración ha hecho que una medida que había sido calificada como “paguita” haya terminado siendo aplaudida hasta por el FMI. Nadie se ha opuesto y hasta el PP ha votado a favor. ¡A favor de una iniciativa de Iglesias! Cosas veredes. Las fricciones entre ambas formaciones existen y van a continuar, pero la crisis del coronavirus les ha unido más que nunca. Esas fricciones no llegarán a ruptura, según vaticinan fuentes del Gobierno.
Los republicanos se mueven entre el portazo y el abrazo al Ejecutivo. Tan pronto como sienten que les aprietan sus necesidades electorales en Cataluña, dan la espalda al Gobierno y le recuerdan la mesa de negociación sobre el futuro de Cataluña. Pero en cuanto ven que su papel se vuelve decisivo en la labor legislativa de Moncloa, se acercan a Sánchez e Iglesias y cierran acuerdos. ¡Cómo rechazar el ingreso mínimo vital y apuntarse el tanto ante los antiguos convergentes frente a su electorado de izquierdas! ERC sabe que la alternativa a la coalición actual es mucho peor para sus intereses. Rufián es de los que terminó muy cansado de tanto enfrentamiento en la pasada legislatura con Cataluña siempre presente y es un firme defensor de la mesa de diálogo. Esa mesa está congelada por culpa de la crisis sanitaria. Solo si descarrilara, ERC se plantearía la ruptura. El Gobierno, mientras, no tiene demasiada prisa en reanudarla.
La crisis del coronavirus ha estado plagada de errores: aún no sabemos cuántos muertos ha provocado el virus, no tenemos datos fiables de cómo se produjeron los contagios, la gestión de las residencias de ancianos ha dejado claras las carencias de las distintas administraciones (la central, también), la compra centralizada de los EPIS (equipos de protección individual para sanitarios) por parte del ministerio de Sanidad ha fracasado, las mascarillas han pasado de innecesarias cuando había más contagios a imprescindibles (incluso con multa) cuando apenas hay casos, las decisiones de pasar de fase han sido poco transparentes y han enojado a las Comunidades Autónomas, la decisión de entrar en confinamiento fue tardía... Hay muchas cosas que criticar al Gobierno en su gestión, pero cuestión distinta es que esas decisiones tengan una futuro punitivo en los tribunales. El Gobierno acaba de ver, como preveía, que la jueza que investigaba al delegado del Gobierno en Madrid por permitir la manifestación del 8-M ha archivado la causa. No había caso. Y creen que no lo hay en todas las denuncias interpuestas. Una cosa es la crítica política y otra las causas judiciales.
A diferencia de la crisis de 2010, esta vez no va a haber austericidio por parte de las autoridades europeas. Rajoy aguantó cuando nadie le apoyaba y no pidió el rescate. Muchos le empujaban. España estaba en 2012 en una situación financiera límite. ¿Vivirá Sánchez una situación igual? No parece. En esta ocasión la crisis es global. Europa ha decidido un camino distinto y va a haber reparto de dinero. Y será mucho: 1,3 millones va a poner el BCE en circulación para comprar deuda. España podrá contar con hasta 180.000 millones en varias partidas y créditos. El dinero irá destinado a paliar los efectos europeos del virus en las economías. No va a haber hombres de negro, al menos no como los entendimos en aquellos días. Va a haber liquidez. Y prácticamente todos los líderes europeos están de acuerdo en que es necesario que sea así. Eso le va a dar a este Gobierno mucho oxigeno. ¡Ya lo habría querido Rajoy para sí!
Una de las cosas menos comentadas y más sorprendentes es que este Gobierno está funcionando como si tuviera el rodillo de la mayoría absoluta. Ha sacado adelante 6 votaciones del estado de alarma con el único borrón de un acuerdo fantasma con EH Bildu para derogar la reforma laboral que fue todo un sainete a medianoche. Ha arrasado con la votación del ingreso mínimo vital y tiene en perspectiva sacar adelante los presupuestos generales del Estado con una mayoría holgada. Sería todo un hito que terminaría con los "eternos" presupuestos que Montoro elaboró para el año 2018 y que aún siguen vigentes. Para ello ya trabajan los equipos de Moncloa y Cs. Sánchez tiene el reto de cuadrar las cuentas cuadrando el círculo de una pacto con Podemos, Cs, PNV y ERC. ¿Lo logrará? Hagan sus apuestas.