El presidente del Gobierno ha viajado a las antípodas, y dice que le ha ido bien. Lo de las "antípodas" lo utilizó la ministra portavoz María Jesús Montero para explicar gráficamente la distancia ideológica que sigue separando a Pedro Sánchez de Quim Torra, incluso ahora que atraviesan, es un decir, una luna de miel.
La reuníón de ambos este jueves, por tanto, no era un mero desplazamiento a Barcelona (a apenas dos horas y media de AVE) sino una aventura hacia otro hemisferio político -el del independentismo- del que los suyos entienden que ha saldo indemne.
Fuentes de Moncloa han trasmitido su impresión de que "ha sido una reunión calmada", en referencia a la actitud mostrada por Torra durante el encuentro. Rematada además con lo que llaman "una rueda de prensa blanca", lo que viene a decir que interpretan que Torra no hizo un discurso ni estridente ni agresivo, que su versión de los hechos, más allá de constatar diferencias de criterio, no genera mayores problemas a su interlocutor.
El Gobierno respira aliviado , por tanto. tras el paso de Sánchez por el Palau de la Generalitat. Su idea es que la cita con Torra se cierra con "los objetivos conseguidos" El principal, de alguna manera casi el único, es la puesta en marcha de la mesa de diálogo entre gobiernos para abordar soluciones al "conflicto político" en Cataluña. Lo que ya Sánchez había anunciado en su comparecencia como quien corta la cinta en una inauguración.
A día de hoy, y después de haber estado en el aire cuando el propio Pedro Sánchez se planteó aplazar su convocatoria hasta después de las elecciones catalanas (por aquello de no estrenarla con un gobierno terminal) la mesa se ha convertido en pieza clave del cambio de ciclo que sugiere el presidente del Gobierno. "Es un día histórico para España y para Cataluña", proclamó tras verse con Torra.
Todo a partir del anuncio de la mesa, un instrumento político que concita ahora variados intereses. De ERC, que la propuso y puede presumir de su paternidad si logra cualquier avance en la solución del problema catalán. También de Torra, que encuentra en esa mesa un escenario desde el que reivindicarse en sus últimos días como President y podrá influir (a favor en contra) en lo que se negocie en ella. Para Sánchez, por su parte, es una forma de mantener el hilo que le une a los republicanos, de los que espera apoyo para sus presupuestos y la continuidad de la legislatura.
Así que se ha pasado del posible aplazamiento a casi la urgencia. Sánchez y Torra acordaron, manos a la obra, constituirla este mismo mes de febrero, Y encabezar, además, conjuntamente esa primera reunión. Torra es partidario de que sean los dos presidentes los que lideren todas las citas, aunque Sánchez solo se ha comprometido a estar en la sesión inaugural. El acuerdo no alcanza a tanto.
Es más, se mantiene en cuestiones esenciales. El mediador, por ejemplo, una figura que reclama la Generalitat para dar cuenta de los pasos que se vayan dando. Figura que el Gobierno central sigue sin aceptar. Los "mediadores son los 47 millones españoles", dijo Sánchez, que espera que entiende que nadie tiene que dar fe de nada si hay un "diálogo abierto y franco".
Está además, el choque ente el autogobierno que propone Moncloa y la autodeterminación que reclama Torra. Su propia suspicacia - "no se cual es la propuesta de Sánchez"- es la prueba mayor de que la confianza entre las partes es todavía inconsistente.
En ese universo de dudas, está también la de quienes piensan que la participación de Torra responde a una simple estrategia en el proceso electoral abierto y en que mantiene una enfrentamiento radical con ERC por el voto secesionista. Especulan con que Torra pueda dinamitar en cualquier momento el diálogo para poner en evidencia a los republicanos. "Y poder acusarles de venderse por un plato de lentejas que ¡ves! está vacío!". La teoría es de un miembro de largo historial del PSC, en cuya sede estuvo ayer Sánchez para rematar lo que para ellos fue "un buen día". Se referían a cómo había salido lo de la Generalitat.
El socialismo catalán defiende que lo importante es "llevar la iniciativa", y es lo que creen que está haciendo el presidente.
El caso es que Sánchez y Torra tienen ya una nueva cita, en la que poner a prueba las sensaciones que les deja el encuentro de este jueves. En el entorno del presidente entienden que la cumbre "ha salido bien", tanto en el terreno político como en el institucional.
Y a este respecto, inciden en aspectos simbólicos como la presencia de la bandera española en la escenografía de la reunión; o el hecho de que sea la primera vez en diez años que un presidente español pisa el palacio de la Generalitat. El último fue Zapatero, en tiempos de José Montilla como President. La disputa por la imagen es un clásico en estas citas. En la de este jueves, por ejemplo, protocolo evitó la habitual visita del invitado, en este caso Pedro Sánchez, al Patio de los Naranjos, ante el riesgo que apreció Moncloa de una posible foto del presidente con el enorme lazo amarillo que luce allí en una de las fachadas.
En la delegación del presidente del Gobierno entienden que ha sido también una "reunión ejecutiva", lo que según ellos era la pretensión de Sánchez al presentar su documento de 41 puntos, su llamada "Agenda para el reencuentro". Han apreciado también un evidente cambio de clima en las calles, donde el paso de Sánchez no ha generado grandes protestas. Muy distinto de sus anteriores visitas a Barcelona.