El Gobierno de coalición se prepara para la era post Iglesias
El vicepresidente segundo asiste a su último Consejo de Ministros sin concretar su futuro modelo de relación con el presidente y pendiente de ensayar el modelo de 'bicefalia' en Unidas Podemos
Igual que se acuñó un Venecia sin ti se ha ido fraguando un Moncloa sin él. Pablo Iglesias asiste este martes a su último Consejo de Ministros. La repercusión que tuvo en su día la constitución del primer Gobierno de coalición de la democracia explica por sí misma la curiosidad que levanta la salida del Ejecutivo del líder de uno de los partidos que forman esta coalición. Tampoco nunca había pasado antes.
Pero es que, además, coinciden otros elementos que alimentan la expectación. Uno es el hecho de que haya sido de forma precipitada, forzado por un adelanto electoral que pilla a Podemos en la cuerda floja del 5% de votos necesario para tener representación en la Asamblea de Madrid. Se va en calidad de revulsivo.
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Otra singularidad del caso son las incertidumbres que se abren en torno a lo que se avecina: ¿Cómo será para los ministros socialistas un gabinete sin la inquieta presencia de Iglesias? ¿Cómo se las apañará él para influir, sin estar, en las decisiones estratégicas del Gobierno?
Y, por supuesto, está el vacío, para bien y para mal, que siempre dejan los políticos de su perfil. De los Gobiernos de Sánchez ya han salido antes Huerta, Montón, Borrell o Illa... Cada uno con su correspondiente polvareda. No fue igual.
La 'literatura del día después'
La salida de Iglesias lleva aparejada una literatura del día después que se empezó a escribir desde el mismo momento, muy suyo, del vídeo anuncio.
Lo primero que se preguntaron sus críticos es cómo encaja esta salida a la carrera, apenas 15 meses después de cruzar la puerta de Moncloa, en el discurso de quién antes defendió la necesidad de acceder al poder como la forma más operativa de cambiar la realidad de la gente. Hay compañeros de entonces, contrarios a la coalición, con los que hoy ha roto.
Porque es un hecho que Iglesias, de siempre, ha exhibido su vocación por estar en la pomada. Desde la famosa rueda de prensa en la que se pidió el CNI y todo lo pedible, hasta la negociación in extremis de 2019 en las que unas competencias de las que ya nadie se acuerda frustraron el pacto y llevaron a la repetición electoral. Sin embargo, también es un hecho que el que él haga ahora las maletas no tiene por qué romper su teoría de que lo mejor es influir desde dentro.
El argumento que ofrece la gente de su entorno es rotundo: Pablo se va porque hay riesgo electoral en Madrid y para hacer frente la ultraderecha. Punto. Que Podemos influya más o menos en el Gobierno, entienden, no depende en exclusiva de su presencia.
Iglesias y los suyos siguen defendiendo que “estar en el Gobierno” es la única opción de hacer que el PSOE haga políticas de izquierda. De hecho, presentan su salto a la arena electoral de Madrid como un intento de replicar el modelo Moncloa, el Gobierno amplio de izquierdas. Y lo que deja atrás está, en principio, atado y bien atado.
El relevo en el que trabaja hace tiempo
Se va Iglesias, pero Podemos sigue en el gabinete de Sánchez. Antes de tiempo, eso sin duda, y empujado -¡quién lo iba a decir!- por Isabel Díaz Ayuso, pero el salto no deja de ser una renovación de liderazgo en la que, cuentan en la coalición, Iglesias llevaba trabajando hace un tiempo.
El miércoles se oficiará el relevo de carteras. Ione Belarra será la nueva ministra de Derechos Sociales y Yolanda Díaz, actual ministra de Trabajo, asumirá la vicepresidencia tercera. Es ya oficialmente la sucesora. La era post Pablo tiene en ella su pieza clave.
Iglesias la ha postulado como futura candidata a la presidencia del Gobierno y, antes, como el rostro de la continuidad en la presión ejercida hasta ahora en Moncloa. ¡Ojo!, advierten en Podemos que es ahora cuando el gobierno de España tiene una vicepresidenta comunista. Díaz es del PCE. El comentario es un aviso de que quizás las cosas no cambien tanto para quienes, incluidos los ministros socialistas, pueden pensar que la ausencia de Iglesias puede reducir el filo de las reivindicaciones o amansar las reuniones de los martes.
Más allá de evidentes diferencias de talante, los morados. Poli malo, poli bueno, un clásico. A partir de ahora, la historia es otra.
En Unidas Podemos sugieren que Díaz ha mostrado su cara más amable porque se lo ha podido permitir
A la espera de novedades, el llamado sector socialista del Gobierno se ha mostrado ante la salida de Iglesias con un ni frío ni calor. En público, tanto el presidente, Pedro Sánchez, como la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero se han limitado a agradecer su trabajo y mostrar respeto a su decisión. Todo muy formal. Desde el anonimato, sin embargo, sí que algunos ministros han admitido cierto alivio con el relevo.
Un compañero incómodo
Iglesias no ha sido un compañero cómodo en el gabinete. Con sus continuas incursiones verbales por todos los asuntos polémicos –los presos "políticos", la "fuga" del rey emérito, la democracia "incompleta"- o su afán por acaparar éxitos: el IMV, la subida del SMI, la paralización de los desahucios, por poner algunos ejemplos.
La cuestión, a partir de este martes, es ver cuánto de razón llevaba el presidente americano Lyndon B. Johnson con lo que dijo sobre por qué no jubilaba al eterno jefe del FBI, el polémico Edgar Hoover. “Es mejor tener al perro dentro de la tienda meando hacia afuera que fuera de la tienda meando hacia dentro”. Cuestión de opiniones.
Entre las dudas que se han ido despejando desde que se anunció la salida una es que Iglesias se va a sentir más libre para ejercer su presión –no desde la calle, pero sí desde los medios -sin el corsé de vicepresidente. Otra, que su plan es un nuevo modelo de bicefalia en Unidas Podemos, con el poder orgánico en sus manos, independiente del ámbito institucional, al que marca las directrices. El referente es lo que viene practicando desde siempre el PNV en Euskadi. La diferencia es que allí tienen el sistema engrasado, gobiernan siempre o casi. Y cuando lo han hecho en coalición han ocupado la presidencia.
El riesgo para Iglesias es que afronta el ensayo pendiente de una variable crucial: el lugar en el que le dejan las próximas elecciones del 4M. Esto es, con todo en el aire. Un mal resultado puede limitar su crédito político, cuando ya no sea diputado ni vicepresidente. El panorama es, pues, imprevisible.
Iglesias apenas ha tenido tiempo de ejercer en la monotonía de los días sin pandemia
En Podemos admiten que la salida de Moncloa reduce el nivel de interlocución directa de Iglesias con el presidente del Gobierno, con el que ha tenido costumbre de desbloquear, cara a cara, asuntos enquistados entre ministerios. Eso se acabó. Fuentes de la coalición cuentan que la relación se establecerá a partir de ahora de acuerdo a un modelo “aún sin concretar”.
De momento es la hora cero de estos quince meses de un vicepresidente que llegó casi con el primer contagio y se va casi con la primera vacuna. Iglesias apenas ha tenido tiempo de ejercer en la monotonía de los días sin pandemia. De este tiempo de descuento deja dos frases. Una: “Me he dado cuenta de que estar en el Gobierno no es estar en el poder”, dijo en La Sexta. La otra: “Ha merecido la pena”.