“Del cinturón rojo no ha quedado ni la hebilla!”.
Lo dicen y sonríen las tres. Lo han leído en un tuit y se regodean con el ingenio de una frase que resume el efecto tsunami de la victoria de Ayuso este 4M en el cinturón metropolitano de Madrid. Cristina García, secretaria General del PP en Fuenlabrada, Pilar López, secretaria del grupo municipal, y Noelia Núñez, presidenta del partido en el municipio, disfrutan de la victoria y del sol del día después en una terraza.
“¡Donde si no!”, comentamos también entre risas.
Las terrazas son el símbolo del ciclón Ayuso. De los 179 municipios de la Comunidad, solo en dos ha logrado mayoría el PSOE, El Atazar y Fuentidueña de Tajo. Todo lo demás es una mancha azul que invade incluso pueblos en los que la alcaldía nunca ha cambiado de color. Por ejemplo Rivas, la numancia de Izquierda Unida. O por ejemplo, Fuenlabrada.
“No nos esperábamos unos resultados tan buenos. En Fuenlabrada llevamos 42 años de socialismo y cambiar esta realidad en tan solo dos es admirable. Hemos subido 26.000 votos”, cuenta Noelia, la más joven del trío, 28 años, pero la de más rango, asumiendo la voz cantante a la hora de comentar –explicar es más difícil- las razones de un vuelco de semejante calibre.
“Han cometido un error al pensar que en sus”, dice sobre la estrategia de la izquierda, “han menospreciado al votante. Aquí cada uno somos de nuestra madre y nuestro padre. No pertenecemos a nadie”.
Fuenlabrada (196.000 habitantes) de hecho, es un pueblo rodeado de polígonos industriales – “¿37?”, “Sí, 37”, confirman las tres mujeres ante el asombro de su interlocutor- pero el entorno en el que tiene lugar la conversación es una terraza moderna de un barrio de edificios de mediana altura, con sus áticos y zonas comunes. Idéntico a los que han hecho crecer Madrid capital por el norte.
O sea, que hay otros fuenlabradas más allá del fuenlabrada obrero de Cobo Calleja, uno de los polígonos más grandes de España, y de los 16.000 parados, la cifra más alta de toda la región exceptuando la capital, en el que la izquierda creía que iba a subir su voto si crecía la movilización. No ha sido así.
“Encasillar no ha beneficiado a nadie. Y menos a la izquierda. Quien les ha dejado trabajar no ha sido la izquierda, ha sido Ayuso”, dice Núñez en referencia a los hosteleros, los comerciantes y demás profesionales supuestamente beneficiados por la política de la candidata del PP. “Y criminalizarlo ha sido un error. Ellos han comido gracias a eso”.
Su resumen del resumen es que “el lema libertad ha funcionado, porque libertad es todo”. La caña en las terrazas, por ejemplo.
El politólogo Pablo Simón apunta en esa misma dirección. A su juicio, son varios los factores que explican el viraje del rojo al azul en el corredor sur de Madrid hasta no quedar “ni la hebilla”, y en la Comunidad en su conjunto.
Ayuso, dice, ha sido eficaz fagocitando a Ciudadanos y cortocircuitando el ascenso de Vox. Pero además, apunta, hay un elemento “intuitivo” que le ha permitido lograr la trasferencia de voto de un bloque a otro, conectar con votantes que llama transversales: “Existe una fatiga pandémica enorme y han sido capaces de construir el marco de, en la crítica al gobierno, plantear la idea de que vamos a intentar las menos restricciones posibles, que haya la mayor libertad posible y actividad para continuar con nuestra vida”.
“Eso conecta con una idea muy sencilla, con un elemento del tuétano del PP de Madrid: libertad para consumir” -continúa Simón- “que es una emoción más anarco liberal a la americana, con la idea de que dejemos que la gente haga su vida, asociándolo con el sentimiento de pertenencia a Madrid como la comunidad que ha aplicado medidas diferenciadas.
Este analista entiende que era un mensaje “potente” y que ha ido “como un tiro”. En Fuenlabrada, ese tiro le ha hecho especial daño al PSOE.
A media mañana de día después del 4M, en la Agrupación Socialista local las persianas están bajadas y nadie contesta al telefonillo. En lo que dura el intento por saber si hay alguien, una mujer se ofrece a franquear la puerta.
- Gracias, no contesta nadie, no debe ser un buen día...
- ¡Que les den, algo habrán hecho!
Mercedes, 59 años, vecina del cuarto, salta como un resorte ante el señuelo de la conversación.
- Ya veo que no les vota...
- Pues no. Llevo 40 años y no me he contagiado. Mira. Soy obrera. Limpiadora. Y voto a Vox. Vengo de familia católica. De matrimonio para siempre. Y hay muchas mujeres maltratadas pero también muchos hombres. Siempre votaba al PP, pero lo dejé desde el día que Rajoy se fue de borrachera y dejó el bolso en el sitio. Empecé a votarles con Fraga, porque soy gallega. Pero ahora creo que si alguien puede sacar a España del hoyo, ése es Santiago Abascal.
Lo dice todo así, de corrido. Esto es también es Fuenlabrada y encierra claves sobre lo que pasó el martes de elecciones.
La locuacidad de la mujer contrasta con el silencio de los socialistas en el día en el que lamentan la pérdida de 10.000 votos (se han quedado en 23.000), y el desplome general de la izquierda.
En 2019 el bloque de la izquierda le sacó 23 puntos a la derecha, esta vez prácticamente han empatado. El PP se convierte en el partido más votado, cuando fue el tercero hace dos años. Casi multiplica por cuatro su resultado, un vuelco difícil de explicar sin que haya recibido antiguos votos socialistas.
“No hemos estado a la altura”, admite Javier Ayala en unas breves declaraciones públicas. En la versión del actual alcalde socialista de Fuenlabrada, la clave no ha estado tanto en el candidato (Ángel Gabilondo) como en la estrategia –“no hemos conectado”- y en la propuesta: “Hay que tener proyecto de Madrid, desde Madrid y para Madrid. Hay que hacer un proyecto atractivo y ganador. ¿Por qué Mas Madrid ha conectado mejor que nosotros? Hay que hacer un proyecto más moderno”.
Ayala, que no se la jugaba este martes, se prepara para lo que pueda venir: “Los resultados regionales no son extrapolables a unas locales. Aquí si hay un proyecto sólido”. Noelia Núñez, la presidenta del PP, a favor de corriente, opina: “En Fuenlabrada ha influido menos Pablo (Iglesias), y más Sánchez. Muchos socialistas no se reconocen en ese PSOE”.
Para los dos ha empezado una nueva campaña, en un escenario que ya no es el mismo.
El cinturón rojo ha votado azul. Por razones varias. Gregorio, camionero, eterno votante del PSOE, apunta una más mientras apura un chupito en el Bar La Bodega, justo debajo de la sede de la Agrupación: “La gente se la ha tomado a cachondeo, pero resulta que tiene carisma”. Habla de Ayuso.