En esta ocasión no han sido los 1.000 años que tardó en morirse sino los 16.041 días desde que fue enterrado, pero al fin se exhumó. Para tranquilidad del respetable, apenas unas horas después volvió a ser enterrado pero, en esta ocasión y a diferencia del otro, no asistió de paisano Napoleón, ni Torquemada, ni el caballo del Cid Campeador. De paisano han acudido sus familiares. 22 miembros entre nietos, bisnietos y demás que han ido a los actos de mala gana. Nunca se va a un entierro de buena gana, obviamente, pero no se recuerda en la Historia tantas trabas para un traslado de restos.
No sabemos si ha asistido un dentista de León pero había muchos curiosos merodeando, a pesar de los esfuerzos del Gobierno por alejar a todo el mundo del lugar de los hechos. Los que seguro que ya no estaban ahí han sido Santa Teresa dando su brazo incorrupto a don Pelayo, porque aquella España de entonces ha cambiado mucho, aunque eventos como los de hoy nos la traigan a la memoria.
El marqués que ustedes saben ya no va muy elegantón con uniforme de gala de la Santa Inquisición. Ahora ese marqués, Francisco Franco y Martínez-Bordiú, más conocido como Francis, iba con abrigo oscuro y gesto serio. Nada más salir del coche recogió un ramo de flores. Antes se había encargado de que se colgara una bandera preconstitucional en el balcón de su oficina.
Ya no hay 1.512 monjas pidiendo al papa santo de Roma pronta canonización porque en realidad a muy pocos les importa, pero sí pintadas acusando de traidor al cardenal Osoro. Aun así, los analistas coinciden en que no va a mover el voto y ni siquiera los partidos más a la derecha defienden su legado. Lo más que sale de sus bocas es que “a los muertos hay que dejarlos en paz”.
La procesión no la cerraba esta vez la tuna compostelana cantando a 10 voces clavelitos de mi corazón. Hoy en día se usa el helicóptero. Es más moderno y vale para que se tire la Pantoja al mar y para trasladar los restos de un dictador con máxima seguridad. Tampoco ha habido versos de san José María Pemán, ni copas de vino español de Chicote, pero a los periodistas se les ha obsequiado con un desayuno a base de café, bollitos y bocatines servido por Catering Capricho.
“Nunca enterrador alguno conoció tan alto honor, dar sepultura a quien era sepulturero mayor”, dice la copla. Tal vez por eso haya que enterrarlo dos veces, para comprobar que Fernando Vizcaíno Casas erró en su predicción y al tercer año no resucitó. Tampoco se ha visto a mucha gente celebrando la victoria que la Historia les robó. Los del exilio de fuera hablan ahora del procés y los del exilio interior tratan de llegar a fin de mes.
Como ya habrán adivinado la señora y el señor el apellido del muerto al que me refiero yo, pues colorín colorado, terminó la exhumación. Ya está fuera del valle y yo esperando de Sabina la canción.