Euskadi ya tiene su Hiroshima, su Zona Cero: la reproducción a escala del zulo de Ortega Larazulo abierto al público esta semana en Vitoria viene a ser la quintaesencia de 50 años vividos bajo el terror de ETA. “Hay gente que ni se atreve a entrar”, cuenta Florencio Domínguez de lo que intimida la idea de estar un solo minuto en ese habitáculo en el que el funcionario de prisiones sobrevivió a 532 días de secuestro. Domínguez (Caparroso, Navarra, 1956) es periodista, ha escrito una docena de libros sobre ETA, y está al frente del Memorial por las Víctimas del Terrorismo (de todas: también por las de los del GAL, el Grapo o el yihadista) del que el zulo es su principal reclamo.
La inauguración del centro, el martes, desbordó todas las previsiones. Sobre todo por la imagen potente de los reyes Felipe y Letizia encerrados. Domínguez conoce sus primeras impresiones y comentarios tras la experiencia. Pero se los guarda. Lo relevante ahora, para él, es subrayar que la apertura del Memorial es un compromiso cumplido con quienes padecieron durante décadas la “amenaza, el miedo y la falta de libertad”.
Recorrer el museo, explica, “te devuelve la humanidad de aquellas personas que han sido asesinadas y dejan de ser una estadística o solamente un nombre”. Su pretensión es revertir en “educación en valores y derechos humanos” el dolor que se aprecia en cada pieza: el zulo; el libro manchado con pintura de la librería Lagun, siempre en la diana de los radicales; la jamba arañada por Publio Cordón para anotar cada día de secuestro… Palabra de experto.
Pregunta: ¿Qué quiere decir lo de ser “experto” en ETA?
Respuesta: Bueno, pues a mí por razones generacionales me tocó vivir profesionalmente el inicio de la ofensiva terrorista de finales de los años 70, por pura razón de edad. Cuando yo empezaba a trabajar, ETA estaba disparando el número de sus atentados, multiplicando a partir de los años 70 y 76, sobre todo 77, luego ya años de plomo. Y me tocó vivir de cerca ese rebrote del terrorismo de ETA. Y después, pues he seguido durante muchos años cubriendo informativamente este fenómeno. Y además de las informaciones del día a día, he dedicado también trabajo al análisis y el estudio del terrorismo de ETA y eso me ha llevado a la publicación de docena de libros.
P.: Suena duro: “Experto en ETA”.
R.: Es un factor que no lo buscas, tú te dedicas a trabajar, te encuentras con eso y luego, pues ya te toca seguirlo. Por suerte, he tenido también la oportunidad de vivir el ocaso y el final de esa organización terrorista.
P.: ¿Pensabas que igual no lo vería nunca?
R.: Sí. Cuando miras con perspectiva de muchos años, sin atenerte al último atentado, ves cómo se va produciendo un agotamiento del mundo terrorista, de las capacidades de ETA. Como se va produciendo una decadencia que culmina en los años 2002, 2003, 2004. En ese periodo ya es donde está la clave de la derrota. El resto, hasta el anuncio de cese de la actividad, es lo que la propia ETA tarda en asimilar que ya no tiene futuro. Les lleva casi una década asumir que ya no tienen capacidad para ser un problema importante, que cada intento de reorganización es un fracaso, que ya no tienen la posibilidad de condicionar políticamente al Estado como lo habían tenido en algún momento. Y empiezan a percibir también que hay desafección en su base social.
Y que ya el terrorismo es un problema para ellos más que para el resto de la sociedad. Siempre sabiendo que es no ya un problema, si no una catástrofe para cada víctima y para sus familias.
P.: Esta semana viviste un día importante, el de la inauguración del memorial. Esto que era ¿una deuda, una meta, una forma de decir algo?
R.: Era un compromiso, un compromiso del Estado con las víctimas que se plasma en la Ley 29/2011 aprobada ese año en el que se establece la creación del Centro Memorial. Esa ley encierra el compromiso del Estado de recordar a las víctimas y de hacer valer su sufrimiento. Que lo que ellos han sufrido y su testimonio puede ser un factor importante para la educación en valores y derechos humanos, para la deslegitimación del terrorismo.
P.: Ha habido resistencia, sectores que no estaban del todo de acuerdo.
R.: El sector que no estaba de acuerdo es el que históricamente ha apoyado a ETA. Básicamente.
P.: Duele eso, que ni en este punto haya un entendimiento…
R.: Dolería si fuese sorprendente. Pero no es sorprendente porque justo ese sector político sigue sin hacer una autocrítica por el terrorismo perpetrado, por los años de violencia que han practicado. Llegó un momento que consideraron que a partir de ahí ya no iba a haber más terrorismo. Fue cuando ya no tenían capacidad de más. Pero no han hecho todavía una autocrítica de su implicación. De haber alentado a ETA, de haberla empujado y haberle proporcionado una base material, humana y política para que continuasen los asesinatos y los crímenes.
P.: En lo que es el Memorial, hay un elemento básico que es la réplica del zulo donde estuvo Ortega Lara. Me imagino que has estado dentro.
R.: Para crear el memorial, la primera iniciativa que se adopta desde el Gobierno a finales de 2014 es crear una comisión de expertos formada por una docena de personas para que elaboren un informe sobre cómo orientarlo. En ese informe se recoge la idea de la reproducción del zulo y por eso se lleva a la práctica. ¿Por qué? Primero porque el secuestro de Ortega Lara tuvo un gran impacto social y político cuando se produjo. Desde enero de 1996 hasta julio de 1997.
Es un secuestro que ha dejado huella en la sociedad española, una huella muy profunda. Es un secuestro que dura 532 días que es el más largo habido en la historia de España, que conmociona cuando se descubren las condiciones en las que había estado. Era un elemento que tenía una gran carga simbólica y por eso a un grupo de expertos y luego a los que después nos ha correspondido poner en marcha este centro, consideramos que era importante hacer una reproducción real. Para que los ciudadanos pudieran tener una sensación precisa de lo que supuso. Con este elemento expositivo se podía conseguir transmitir de una manera muy, muy eficaz el dolor que provoca la tortura de un secuestro.
P.: Una manera sensorial. Porque ¿qué se siente ahí dentro?
R.: Bueno, cada persona lo sentirá de una manera diferente. Pero no deja de ser lo que te imaginas… porque los visitantes, al final, estamos unos momentos y sabemos que cuando queramos nos marchamos fuera. Pero si te pones en la mentalidad del secuestrado, que estás privado de libertad en contra de tu voluntad, que tienes la incertidumbre de cuál va a ser tu futuro, que no sabes si vas a salir vivo o muerto, se puede sentir de cerca – nunca tal como lo han vivido los protagonistas- pero al menos
P.: Tiene que ser tremendo.
R.: Hay algunas personas que han venido a verlo y que no han querido entrar dentro porque les impresionaba. Lo han visto desde la portezuela, una pequeña puerta de acceso. Lo han visto desde el exterior y no han querido entrar porque les intimidaba estar dentro.
P.: El Memorial se acaba de abrir. ¿Alguna primera impresión de la respuesta del público?
R.: Bueno, pues la primera persona que ha entrado ha pedido ir directamente a ver el zulo Cuando hemos abierto la puerta había una veintena de personas que estaban esperando a que se abriera y estarán recorriendo ahora en estos momentos la exposición.
P.: ¿Estuviste con el rey?
R.: El zulo es tan pequeño que como máximo caben dos personas. Entraron el rey y la reina, y entró el presidente del Gobierno. Dentro, dos personas es el límite.
P.: ¿Comentaron algo?
R.: Bueno… (silencio) … les impresionó como a todos los visitantes sí.
P.: ¿Pero algo que te dijeran?
R.: No, nada. Bueno, sí se comentó pero… Sí se hicieron comentarios durante la visita y los reyes valoraban positivamente lo que estaban viendo y la exposición, y el trabajo realizado y la capacidad pedagógica que podían tener los diferentes elementos.
P.: ¿Y de lo que habían sentido?
R.: Siguiente pregunta…
P.: Del memorial ¿ha habido alguna pieza especialmente difícil de conseguir?
R.: Hay unas cuantas piezas que hemos ido consiguiendo de un sitio y de otro. Unas veces han sido las familias de las víctimas las que nos las han cedido piezas, otras las instituciones… Hay alguna que hemos hecho gestiones y no la hemos conseguido, pero no descartamos que más adelante la podamos conseguir…
De las que hay, está una carta de Publio Cordón escrita a su madre durante el cautiverio. Una jamba del armario en el que estaba encerrado Publio Cordón, en Francia, en el que iba marcando cada día de que permanecía secuestrado. (Cordón fue un empresario secuestrado por el GRAPO en Zaragoza el 27 de junio de 1995. Su familia pagó el rescate, pero murió antes de ser liberado, se calcula que dos semanas después de su captura. Nunca apareció el cadáver).
También hay un libro manchado con pintura de uno de los ataques contra la librería Lagun de San Sebastián; troncos, bueno cortezas rotas del bosque pintado por el pintor Agustín Ibarrola, que fue atacada por los radicales. Alguien recogió esas cortezas y nos las ha cedido.. O el monopatín de Ignacio Echevarría que nos ha cedido la familia... Son elementos de diversas procedencias que enriquecen las posiciones.
P.: Desde lo personal ¿algo que para ti tenga emoción especial?
R.: Hay dos audiovisuales por las impresiones que hemos recibido de la gente que los han visto los dos son tienen un impacto relevante. Uno es con testimonios de víctimas, son una docena de testimonios breves que, como es al comienzo del recorrido, permite al visitante ponerse en contexto. El otro es justo al final, cuando ya termina la exposición, otro audiovisual hecho con vídeos domésticos de las víctimas y sus familias en vida. Entonces ahí se ve a quienes fueron asesinados. Se les ve jugando con sus hijos, se les ve en la playa, en una fiesta familiar o tomando unas cañas con los amigos.
Eso te devuelve la humanidad de aquellas personas que han sido asesinadas y dejan de ser una estadística o solamente un nombre. Ves que son algo más. Unas personas que tenían su vida familiar, que tenían sus aficiones y permite al visitante identificarse con ellos. Sacar del anonimato a esas víctimas en representación de todas las víctimas. Pero mostrar la humanidad que tenían y de la que les privaron cuando los mataron.
P.: Florencio, tú que eres experto en la materia, ¿se puede explicar cómo era vivir con ETA?
R.: Pues para una parte importante de la sociedad era una amenaza permanente, un riesgo. Porque había muchas personas amenazadas, incluso sin haber sido señaladas expresamente por formar parte de un colectivo, o un cargo público de determinado partido o tener un determinado trabajo. Una privación de libertad, porque ETA no sólo es una amenaza contra personas individuales es una amenaza contra el Estado, y su mera existencia en el País Vasco lo que producía era una falta de libertad.
Miedo a poder expresar una opinión en público, a comentar en un bar algo que pudiera resultar llegar a los oídos inadecuados... Por eso, las encuestas revelaban siempre la existencia de un gran miedo que se manifestaba en la inhibición de determinados comportamientos y la emisión de determinadas opiniones.
P.: ¿Y entiendes que es una página cerrada?
R.: Bueno, el terrorismo ha desaparecido, pero todavía quedan algunos efectos secundarios, como por ejemplo algunos sectores intolerantes. Hace unos días un representante del Partido Popular fu agredido aquí en Vitoria por el mero hecho de ser militante del Partido Popular. O sea, que todavía hay algunos sectores que no hacen ascos a la violencia, aunque en este caso no sea letal, sea una agresión, pero que quieren imponer sus posturas por la fuerza y quieren intimidar a los que no piensan como ellos. Entonces, desaparecido el terrorismo de ETA, sí. Desaparecidas las actitudes intolerantes todavía no.
P.: En su día se hablaba de una sociedad enferma, la vasca, ¿se ha curado ya
R.: Bueno, es precisamente la capacidad de intimidación, por el miedo que tenía ETA, lo que hacía que mucha gente, por ejemplo, no quisiera mostrar empatía, ni cercanía, ni que se le viera con los amenazados o con las víctimas. Hay algunos casos terribles. Familiares de víctimas durante muchos años habían contado que su padre o su marido había muerto en un accidente de tráfico, ocultando que había sido asesinado. ¿Y eso por qué? Pues porque temían que el hecho de que se conociera que era una víctima del terrorismo la dejara señalada públicamente, sin amigos, que generara problemas en el colegio a los hijos. Entonces, se llegaba a ocultar incluso algo tan atroz como eso, que uno había sido asesinado por ETA. Como si eso conllevara alguna culpa.
P.: Hay muchos jóvenes que no recuerdan a Miguel Ángel Blanco o a Gregorio Ordóñez. El memorial puede resolver esa ignorancia del pasado.
R.: Bueno, en primer lugar, es hasta cierto punto bastante lógico que los jóvenes que no han vivido de cerca el terrorismo. Que no han tenido experiencias directas ni personales - los últimos atentados de ETA en España tuvieron lugar en 2009- y los que ahora tienen 25 años tenía 8, 9 años entonces. El memorial busca que precisamente que los jóvenes que no lo han conocido puedan tener información y conocimiento directo de lo que ha supuesto el terrorismo. Nos gustaría que pudieran venir con sus profesores, que lo visitaran, que lo conocieran y que reflexionaran sobre cómo lo veían ellos antes de tener información y como lo ven ahora. Ese es uno de los objetivos del Memorial.
P.: Una última cuestión. Está de actualidad el asunto de los indultos a los presos del procés. Salvando las distancias con lo que pasaba con ETA, se discute otra vez sobre si hacer o no concesiones al independentismo. Como experto, ¿algo que decir al respecto?
R.: No. No, no. Yo si fuera solo periodista como antes, sí, tengo una opinión. Pero la manifestaría si fuese periodista o columnista como era antes. Ahora con una responsabilidad institucional sobre cuestiones que son ajenas al memorial tengo que tener actitud de neutralidad.