Entramos unidos y saldremos unidos. La idea con la que el discurso oficial martillea desde que arrancó la crisis, allá por marzo, tiene una primera parte incontestable pero una segunda cada vez más difícil de defender. Salir unidos… lo que se dice unidos, es mucho decir a estas alturas.
No solo por el discurso político, lejos del consenso necesario ante la magnitud del destrozo. También por el escenario práctico que se abre tras la aprobación, este jueves en el congreso, de ese estado de alarma que va a dar amparo legal a cuantas medidas se apliquen de aquí a marzo como poco. Previsiblemente hasta el 9 de mayo, fecha de caducidad del decreto.
Se vio, de hecho, nada más aprobarse la alarma y arrancar la catarata de indicaciones desde todos los gobiernos autónomos. Unos juntan con el cierre perimetral de su comunidad la prohibición de salida y entrada de algunos o todos los municipios. Asturias cierra, además, los colegios, entre puente y puente. Cataluña hará ensayo de cierres locales los fines de semana. En La Rioja están clausurados los bares de Logroño y Arnedo durante un mes. Algunas comunidades llevan días cerradas a cal y canto. Muchas han coincidido en encerrarse a las 00:00 horas de este viernes. Castilla y León, sin embargo, lo hace a las 14:00. Las hay, contadas, que todavía mantienen abiertas sus fronteras. Madrid cerrará “solo” el puente… En fin, la lista con los detalles básicos de cada comunidad está al final de esta crónica como prueba de los extremos hasta los que llega la disparidad.
barra libreEl Gobierno quería un “caparazón” jurídico extenso y único, para que cada comunidad pueda aplicar las medidas que crea oportunas. Y ya lo tiene. Aprobado además con holgura: 194 a favor, 99 abstenciones y 53 en contra, solo Vox y Foro Asturias. La cuestión es que bajo esa coraza, de amplio respaldo, ha surgido semejante cantidad de normas que da a entender que los presidentes autonómicos se han tomado la libertad de movimientos más que como una licencia como un imperativo.
El estado de alarma ha dado barra libre. Las comunidades se han lanzado a acomodar su estrategia a su territorio y su idiosincrasia. Conclusión: 17 órdenes, más dos de las ciudades autónomas. “Una puñetera locura”, ha dicho Felipe González en palabras trasladadas luego al Congreso por Santiago Abascal. Lo que son las cosas.
Quizás no tanto, pero sí que es un hecho que la profusión normativa genera una cierta sensación de galimatías, por más que la inmensa mayoría de presidentes han tratado de acomodar sus planes a las directrices generales del Ministerio de Sanidad. Y así, salvo en las cuatro comunidades que no han cerrado de momento sus límites (Canarias, Baleares, Extremadura y Galicia), las demás ha decidido hacerlo al menos catorce días, hasta el 9 de noviembre.
Menos Madrid. De nuevo Madrid. La Comunidad que gestiona la popular Isabel Díaz Ayuso ha jugado de nuevo al desmarque. Y ha pedido –incluso por carta al presidente Sánchez- permiso para aprobar restricciones “por días”. Ajena a esa especie de consenso tácito del resto de presidentes. En contra de la indicación de Sanidad de mantener las medidas al menos siete días para probar su eficacia.
Ayuso, firme en su propósito, y aún sin contar con el visto bueno del Gobierno, anunciaba este jueves cierres perimetrales de su comunidad en dos tandas. Solo los puentes. Su excusa ha sido que otros territorios aplicarán medidas inferiores a siete días. Como Ceuta, que va a cerrar solo fines de semana, o Cataluña que va a probar en sábados y domingos el confinamiento de municipios. Ayuso transmite, además, la sensación de ir a abrir un nuevo litigio argumentando que en el decreto de alarma no se especifica si los siete días que se exigen de permanencia de las medidas tienen que ser o no consecutivos.
La cuestión no es tanto que Madrid intente salirse de nuevo de la fila mirando qué hacen los otros o busque argucias legales para burlar las directrices del Gobierno. La cuestión es que el afán de Ayuso por distinguirse ha tenido un efecto multiplicador sobre las diferencias entre las recetas de cada uno de los gobiernos. El choque de Ayuso con Moncloa lleva a pensar que todos están en la misma guerra, cuando más bien al contrario: lo que pasa es que cada uno está a lo suyo.
Ejemplo: la cumbre de presidentes del miércoles en Ávila. Cuando Ayuso reventó con su propuesta de los “cierres por días” la placidez con la que el socialistas Page y el popular Fernández Mañueco habían anunciado su acuerdo para cerrar sus respectivas comunidades hasta el 9 de noviembre.
Otro caso, aún más reciente, de este mismo jueves, la pelea por poder cerrar “solo” los puentes y no en lapsos de siete días. Sanidad le permitió finalmente a Madrid cerrar “solo” este puente, y revisar una vez más las normas para ver que se hace con los siguientes. Pero para entonces Ayuso ya había celebrado su “victoria”, en una nueva escaramuza que espesó aún más la jungla de normas a la que se enfrentan los ciudadanos.
Pero el plan, al fin y al cabo, era éste. Cobertura legal para todos, y que cada cual decida. Las antípodas de lo ocurrido en primavera, cuando el confinamiento en todo el territorio y el mando único. Un panorama, en principio, más cómodo para el Gobierno, pero al que le ha surgido ese par de contratiempos. Un torrente de medidas y una presidenta empeñada en impugnarlo todo.