Así viven en este momento cuatro familias: aferrados a la fe. Han superado seis años de batallas legales para conseguir que exhumen los restos de sus familiares. Ahora serán los técnicos del Centro Superior de Investigaciones Científicas los que determinarán si es posible acceder al osario de la cripta del sepulcro y extraer los ansiados huesos; los de los hermanos Manuel y Antonio Lapeña, fusilados en 1936 por pertenecer al bando republicando, y los de Pedro Gil Calonge y Juan González Moreno, reclutados por el frente nacional. Sus nietos quieren darles una “digna sepultura” pero sobre todo persiguen darle a sus padres paz, tras sesenta años llevando flores a tumbas y cunetas vacías.