Genio y figura hasta la sepultura. Esperanza Aguirre con su habitual tono irónico y faltón se dirigió en varias ocasiones a las fiscales anticorrupción que la juzgan por la financiación ilegal de su partido. La expresidenta del Partido Popular, en Madrid las llamó 'fiscalas' y las acusó de exagerar creyendo que era "Watergate". El juez instructor Manuel García Castellón, le llamó la atención varias veces llegando a preguntarle si su cargo era "decorativo".
Esperanza Aguirre o lo ignoraba o era culpa de otros. En esa línea se mantuvo este viernes ante el tribunal que la juzga por los supuestos delitos de cohecho, malversación, falsificación, fraude y prevaricación. La mujer fuerte del PP en Madrid durante los años del 2008 al 2013 responsabilizó de la gestión de la financiación del PP regional al exgerente Beltrán Gutiérrez, al que -según dijo- apenas conocía.
Sobre la presunta 'caja B' del partido en los años en los que ella lo presidió, dentro de la investigación del 'caso Púnica', Esperanza Aguirre negó saber algo al respecto. Según la política, sus competencias como presidenta del PP madrileño no comprendían la gestión y administración de las cuentas.
El juez y las fiscales, por su parte, consideran "difícil de imaginar que Esperanza Aguirre no conociese la contabilidad en B que llevaba quien fuese su mano derecha y gerente Beltrán Gutierrez, lo que, la hacía presumiblemente también conocedora de las omisiones de la contabilidad electoral", tal y como han reflejado en sus respectivos escritos.
Durante la sesión de este viernes, ha reinado un tono bronco que ha obligado al magistrado García Castellón a intervenir. La expresidenta se ha mostrado visiblemente ofendida por las preguntas de ls fiscales, respondiendo con los brazos en jarras y usando frases inapropiadas.
El juez en el auto de imputación de Aguirre concluye que "el plan habría fraguado indiciariamente entre la presidenta de la Comunidad de Madrid y sus consejeros de confianza Ignacio González, Francisco Granados y Alberto López Viejo en connivencia con Horacio Mercado", cuyas empresas debían actuar como "vehículo de trasvase de fondos" de los contratos de publicidad que le daban las consejerías. Éstas a su vez, obligaban a las grandes adjudicatarias a destinar el 1% del presupuesto a publicidad "como forma de desviar" el dinero.