Desde este jueves, Juan Alberto Belloch ya no tiene que ir a su despacho de la Audiencia Provincial de Zaragoza, donde ha trabajado durante los últimos siete años. Con los 72 cumplidos este 3 de febrero, el que fuera único biministro de España con Felipe González, alcalde de Zaragoza, y vocal del Poder Judicial se jubila. En conversación con NIUS confiesa que se está planteando escribir unas memorias, pero que no lo tiene decidido, aunque por su forma de hablar, da la sensación de que lo hará. "Si acepto, intentaré escribirlas personalmente".
Desde Zaragoza, y por teléfono, Belloch recorre con NIUS episodios de una larga vida dedicada a a la política y a la judicatura. La detención de Luis Roldán, con el que nunca se ha "tropezado" por Zaragoza, aunque ambos viven allí; la invitación a comer en su casa a un hombre al que él mismo había condenado por asesinato; o las leyes de las que está más satisfecho ocupan la entrevista.
24 horas después de que su publicación apareciera en el BOE, Belloch asegura que le apena dejar la judicatura, porque siempre ha sido más juez que político y se define como el autor del Código Penal del 95, cuya veintena de reformas hacen que ya no se sienta "el padre" de la norma vigente.
Pregunta: ¿Cómo está hoy, en su primer día de jubilado?
Respuesta: Estoy todavía en el duelo. De hecho las llamadas de los periodistas como esta me están impidiendo que aterrice. Pero desde luego, me da pena dejar la judicatura, que es lo mío.
P.: Tras 12 años como alcalde de Zaragoza, dejó la política en 2014 ¿Cómo fue el cambio?
R.: Para fue una sorpresa muy agradable. No se cumplieron los tópicos sobre los ex, yo temía que mi llegada desde la alcaldía pudiera generar un ambiente desagradable, pero no fue así. Desde el primer día me trataron muy bien, de una manera muy afable. Y eso hace que me sepa peor jubilarme.
P.: Cuando llegó el momento de dejar la alcaldía, ¿se planteó tomar un camino diferente a la judicatura?
R.: No, no se me ocurrió ningún otro. Soy juez y a la hora de la verdad, en mí siempre prevalece la faceta de juez. Igual que le ocurrió a mi padre, que fue gobernador civil en el Gobierno de Suárez.
P.: ¿Le llegó alguna oferta?
R.: Alguna oferta llegó. Las más curiosas, tres o cuatro de despachos de abogados medianos que me propusieron contratarme pero sólo para poner mi nombre, para que pusiera en un letrero "Belloch y asociados". Me decían que no tenía ni que trabajar, que me podía limitar a asistir a eventos de los mejores clientes, como bodas o funerales, pero no me tentó ninguna.
De otro ámbito (consejos de administración, etc.) no las he tenido, pero creo que es porque saben que en mi caso es muy difícil. Sí he echado una mano en alguna asociación, pero esas otras cosas no, no van conmigo.
P.: ¿Y ahora qué?
R.: Puede que escriba memorias, no lo tengo decidido, pero si acepto, las intentaré escribir yo mismo. Aceptaría ayuda para buscar material, pero para escribir, me gustaría hacerlo yo solo.
P: ¿Es consciente de que para eso debería alejarse del lenguaje jurídico, el de las sentencias?
R.: Sí, ese es el riesgo, pero la realidad es que yo he tenido vida política, y eso también me ha ayudado con la comunicación. De hecho, muchos compañeros me dicen que mis sentencias son diferentes, que se entienden muy bien, ja ja.
P.: Dice usted que es más juez que político. Pero hablando de su época política, ¿se queda con la etapa de alcalde o con la de ministro?
R.: Me quedo con lo de ser el Autor del código penal de 1995. Lo pasé muy bien de alcalde, también como juez, y como ministro de Justicia, no tanto como biministro.
P.: ¿Y cómo ve el autor del Código Penal vigente las constantes reformas a las que se le ha sometido?
R.: Sorprendido de que haya habido tantas. Además siempre son en el mismo sentido, más penas y más delitos. Ya no me siento padre del Código Penal que redacté. El problema es que las reformas se estimulan por coyunturas del momento. Hay una tragedia y se legisla, es un error.
La verdad es que no comparto ninguna de las reformas que le han hecho al Código, pero no quiero incurrir en dar lecciones. Yo soy partidario de mi Código Penal. El día que se votó fue... apasionante en términos profesionales…
P.: ¿Es partidario de la prisión permanente revisable?
R.: No creo en la prisión permanente revisable, salvo en unas pocas excepciones. Sólo me parece adecuada en casos en los que es imposible reintegrar al sujeto. Por ejemplo, los violadores reinciden en casi un 100% de los casos. ¿Qué hacemos con un violador?
P.: Tras llevar un año como ministro de Justicia, se le añadió añadió la cartera la de Interior y así se convirtió en el único biministro de España. ¿Cómo fue?
R.: Duro. Las satisfacciones como ministro de justicia se contrarrestaban con los disgustos de interior, donde por cierto fue muy importante la labor de Margarita Robles, que por entonces fue mi secretaria de Estado.
Fue una época convulsa, en la que había que luchar contra la corrupción porque cada mañana te levantabas con un caso nuevo de corrupción. Pero yo creo que esa política de lucha contra la corrupción era necesaria y que mejoró la imagen del PSOE a largo plazo.
P.: ¿Qué opina de Felipe González?
R.: Ha sido el político más notable de la segunda mitad del Siglo XX. No me gusta tener jefes, pero tener un jefe como él no me molesta. De hecho yo no suelo decir que he sido ministro, sino que he sido ministro de Felipe González.
P.: ¿Y sería ministro de Pedro Sánchez?
R.: A estas alturas no. Si esto hubiera ocurrido hace 20 años, vete a saber, pero en este momento mi respuesta sería un rotundo no. Respeto a Sánchez, aunque a veces discrepo con él, pero sinceramente no creo que pueda aportarle nada.
P.: ¿De qué está más orgulloso de esa época?
R.: Del Código Penal, la Ley del jurado, y la de Asistencia Jurídica Gratuita.
P.: Y cómo juez, ¿alguna sentencia de la que se sienta especialmente orgulloso?
R.: Sí, hay dos casos especiales. Una fue la declaración del estado de necesidad que utilizamos para absolver a las abortistas de Vizcaya. Fue en 1982 y aplicamos ese estado de necesidad para las mujeres que habían aportado. Eso marcó un antes y un después y abrió las puertas a la despenalización del aborto, que dejó de ser un delito en 1985.
El otro caso fue sobre violencia de género. En una época en la que la violación de un marido a su mujer era un delito de coacciones, nosotros, en la Audiencia Provincial de Vizcaya establecimos la doctrina de que eso era un delito de violación, y además fue asumido rápidamente por toda la judicatura.
P.: ¿Y de su época como alcalde de Zaragoza?
R.: De la Expo, que colocó a Zaragoza en el mapa; del plan de riberas, que los ciudadanos suelen agradecer; y del tranvía, que fue muy criticado, pero que ahora tiene contenta a la gente y pide que se hagan más líneas.
La verdad es que lo pasé muy bien como alcalde. A mí Felipe me ofreció ir como número tres de Madrid o uno de Zaragoza, y tuve claro que Zaragoza. No sólo por ser la capital de mi comunidad, Aragón, sino porque es una ciudad de un tamaño perfecto para hacer política municipal y con mucho con hacer.
Además, ¿Qué hacen los ex en Madrid? más bien estorbas que otra cosa, me di cuenta de que era mejor no estar en Madrid siendo un exministro constante e intentando convencer a tu sucesor de que no tiene razón y lo tiene que hacer como lo hubieras hecho tú.
P.: Hablando de Zaragoza, usted ha afirmado que nunca se ha encontrado con Luis Roldán. Pero qué le diría si se lo encontrara?
R.: No nos hemos tropezado, y me extraña, porque en Zaragoza es difícil no encontrarse. Pero si me cruzara con él, lo saludaría si él lo hiciera, aunque tampoco lo forzaría. Es una persona que ha cumplido con su pena, ha saldado sus cuentas con la sociedad, y desde ese punto de vista merece todo mi respeto.
De hecho, yo he tenido relación con personas a las que he condenado. En una ocasión, invité a comer a un hombre al que yo había condenado por asesinato. Tras cumplir la condena, vino a comer a casa. Eso sí, a mi mujer (la pianista Mari Cruz Soriano) no le conté que lo había sentenciado por un crimen hasta que se fue. La verdad es que la reacción de ella no fue muy favorable a mi decisión.
P.: ¿Fue Luis Roldán su bestia negra?
R.: No, no fue mi bestia negra. Su detención fue un éxito, se logró detener a un exdirector de la Guardia Civil de una forma que se criticó mucho, pero fue un éxito.
P.: Le engañaron...
R.: Sí, y eso es totalmente constitucional. Utilizar la violencia para detener a alguien sí está cuestionado por la Constitución, pero engañarle no va contra la Carta Magna.
Aquellos días no dormí, era estar todo el tiempo pendiente del conjunto de la operación que tenía muchos riesgos. Además, él era exdirector de la Guardia Civil y había adquirido un peso enorme. Tenía amigos en los servicios de inteligencia de todo el mundo, pero se le detuvo y las penas que ha cumplido fueron elevadas
P.: ¿Roldán fue ingenuo?
R.: Sí, en muchas cosas, le engañó mucha gente. Estoy convencido de que al final no pudo aprovecharse económicamente de nada. No sé si el dinero lo tiene el espía Paesa, como dice él, pero de que se quedó sin dinero estoy seguro.
P.: Usted también fue vocal del CGPJ entre 1990 y 1993. ¿Qué opina del bloqueo actual?
R.: Si yo fuera vocal del Consejo, dimitiría de manera irrevocable. Esto no tiene ningún sentido. Más allá del bloqueo político, creo que el Consejo no ha estado a la altura y que la prolongación de esta agonía está estropeando la imagen del Poder Judicial.
Dimitir habría sido una opción, pero también hay otras medidas de presión que se podrían haber hecho y no se han puesto en marcha. Se podría haber hecho una labor divulgativa que hiciera notable la situación y que se convirtiera en una presión permanente, por ejemplo dando conferencias por España.
P.: Un apunte pegado a la actualidad más reciente. ¿Usted se ha equivocado alguna vez en una votación en el Congreso?
R.: Mmmm. No lo recuerdo bien, quizás una vez en el Senado. Pero desde luego había personas cerca que se equivocaban con cierta naturalidad. La verdad es que si estás atento al debate, no te equivocas, es difícil hacerlo. Pero si estás ahí en tu despacho, y te llaman con una musiquita para que vayas a votar, pues es más fácil que se generen errores porque no estás al 100% en el tema. En cualquier caso, lo que es evidente es que los errores no se pueden avalar. Introduciríamos una gran inseguridad jurídica.