La crisis sacudió los cimientos del bipartidismo vigente desde el 78. Miles de manifestantes rodearon el Congreso al grito de “no nos representan” y “PSOE y PP, la misma mierda es”. Las élites políticas y económicas habían fracasado. Aún lo están pagando.
Rodrigo Rato, el padre del “milagro económico español” en la cárcel; la familia de Jordi Pujol, el gran patriarca del catalanismo moderno, entrando y saliendo de prisión y juzgados; lo mismo que un presidente y de la Comunidad de Madrid o el que fuera jefe de la CEOE; y en el desenlace más extremo, Miguel Blesa, el que fuera todopoderoso presidente de la tercera entidad bancaria de España, se pegó un tiro…
Ante tanto descontento y corrupción, se abrieron las ventanas y llegó “la nueva política” como un aire fresco, incluso a los viejos partidos. Más democracia, más debate, más transparencia.
En la campaña de las elecciones de 2015 se celebraron cuatro debates entre los candidatos. Un cara a cara entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, un debate a cuatro con Iglesias, Rivera, Sánchez y Soraya Sáenz de Santamaría, un debate en la Universidad Carlos III entre Iglesias y Rivera y otro televisivo con Jordi Évole.
Los partidos se abrieron hacia fuera y se abrieron por dentro con una palabra mágica: primarias. Todos empezaron a competir en democracia interna. Nunca antes los militantes y simpatizantes habían tenido tanta mano en la elección de sus secretarios generales, candidatos y presidentes.
Si Bismarck dijo que la política es como las salchichas, mejor no ver cómo se hace, la "nueva política" exigía todo lo contrario: luz y taquígrafos, nada de pactos a puerta cerrada ni conciliábulos en reservados de restaurantes. En 2016, Pablo Iglesias le propuso a Pedro Sánchez negociar "en público, a través de los medios". Hasta en "streaming" si es necesario, replicó Sánchez.
Cinco años después, los debates se resumen en uno y gracias. A diferencia de ocasiones anteriores, ni siquiera los partidos de la oposición han montado un gran escándalo. La transparencia pasó a mejor vida. La política, como las salchichas, no aguanta la exhibición permanente. Y en cuanto a las primarias, a la vista están los resultados: partidos personales, dirigidos por un "hiperlíder" y su exigua camarilla que acalla los debates con plebiscitos cuando no fulmina los los disidentes antes del amanecer. ¿Qué queda de la "nueva política"? Imágenes: Carolina Bescansa con su bebé en brazos en el Congreso, Rivera y su cartelería de atrezzo, rastas y camisetas frente a las corbatas...
El aire fresco se ha enrarecido y los líderes de la “nueva política”, encerrados en su propia escape room, son incapaces de encontrar la salida de la habitación. Los jóvenes políticos parecen prematuramente envejecidos. Desgastados por la sobreexposición y la falta de resultados. Ni vieja ni nueva política. La de siempre. Nada nuevo bajo el sol. Esta campaña ya la definió Cicerón hace 2000 años cuando aconsejó a su hermano y candidato que “todo el esfuerzo durante la campaña debe dirigirse a mostrar que eres la esperanza del Estado, pero evitando al máximo hablar de política”.