“No se va a romper España, no se va a romper la Constitución; se va a romper el bloqueo al Gobierno progresista elegido democráticamente por los españoles”. El candidato a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, ha comenzado su intervención con el tono de la jura de Santa Gadea: "El PSOE es un partido ES-PA-ÑOL"
Una respuesta al clamor crítico, político y mediático por el acuerdo que ha firmado con los independentistas de ERC y que incluye una “consulta” sobre los acuerdos que se puedan alcanzar en una “mesa de diálogo” para abordar el “conflicto político” de Cataluña.
A diferencia de la investidura de julio, “el contencioso de Cataluña” ha estado presente en el discurso inicial del candidato desde el primer minuto. Después de días de silencio mientras sobrevolaban sobre su cabeza las acusaciones de traición, la investidura era el momento en que Pedro Sánchez debía aclarar qué ha firmado y cuál es su propuesta para Cataluña. El plan oculto, según la oposición.
¿Y qué ha dicho?
En gran medida nada nuevo respecto a lo que ha trascendido en las últimas semanas: que hay que recuperar el diálogo -la palabra más repetida-, “retomar la vía política amparada por nuestra Constitución” con generosidad y empatía, “dejar atrás la deriva judicial” porque la identidad nacional es un sentimiento y “los sentimientos no se imponen ni se prohiben”…
Pero también ha dado una pista sobre sus intenciones: “Lo que propongo es recomenzar, retomar el diálogo en el punto en el que los agravios comenzaron a acumularse”. Una vuelta a la pantalla anterior a la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010. Porque fue ese el momento en que empezaron los agravios, según el relato independentista, o “la desafección”, en palabras del expresident Montilla.
¿Propone Sánchez elaborar un nuevo estatuto que recupere, entre otras, aquellas competencias judiciales declaradas inconstitucionales y someterlo a votación en Cataluña? ¿Sería ahora constitucional lo que entonces no lo era? ¿Cómo encaja su propuesta de una España federal con el trato distinto y confederal que reclama el nacionalismo catalán (y vasco)? ¿Se dejará fuera -como entonces- a la derecha? Desde 2010 ha pasado mucha agua bajo los puentes y mucho manifestante independentista por la Diagonal, ¿será suficiente un nuevo estatuto para saciar la sed independentista de un “sector amplio” de Cataluña?
La propuesta de Sánchez recuerda esa solución de último recurso cuando fallan nuestros aparatos digitales: apaga y enciende de nuevo. Spain restart. Si fuera tan fácil… Pero la política sigue siendo analógica.