El debate deja claro que los pactos tendrán que ser con forceps. Evitar unas terceras elecciones debería ser emergencia nacional, pero con Sánchez, Rivera, Iglesias, Casado y Abascal no se sabe. Con estos bueyes hay que arar. Lo dicen los sabios del campo y ahora los españoles, que asisten a un bucle permanente de unos políticos que pese a sus reiterados fracasos siguen liderando sus partidos. Un bucle sin fin. Difícil lo tienen seis millones de españoles con dudas, y más ese 7% que en las pasadas elecciones cambiaron el voto como consecuencia del debate, según el CIS.
A saber. Sánchez repitió hasta la saciedad que la derecha cobarde no se enfrenta a la ultraderecha, vendió hasta una vicepresidenta sin ser presidente, sus medidas desde que está en Moncloa y lanzó algunos titulares, muy relacionados con Cataluña: prohibirá referéndums ilegales, traerá y juzgará a Puigdemont y pondrá coto a TV3. Y sí, negó una y otra vez el Gobierno de coalición. De forma rotunda. Iglesias, al contrario, intentó sacarle a Sánchez un pacto, repitió de nuevo las puertas giratorias, los fraudes fiscales y las presiones de Botín y la CEOE, y el Ibex 35, todos ellos graves problemas para España y razón de su desfalco. Mientras que Abascal recordó al primigenio Iglesias en algunas propuestas populistas y centró sus ataques al Estado de las Autonomías, cáncer nacional, en su opinión. Casado defendió la gestión del PP, atacó la economía de Sánchez y llevó mal el recuerdo de la corrupción.
Las estrategias fueron claras: Todos contra Sánchez y todos contra todos, algo que enfadó a Casado que dijo eso de "a ver si tenemos claro quién es el enemigo". Porque las derechas se atacaron fuerte, Casado y Rivera más de lo previsto, pero es que el líder de Ciudadanos estaba obligado a disparar con todo a todos. No logró su objetivo.
No encajó bien los ataques un Casado moderado cuando hablaba iracundo cuando era atacado. Mas tenso que nunca se puso con la corrupción. Rivera y Casado hablan de conciliar, pero concilian mal. Aunque luego pacten. "Si dejaran de robar los españoles tendrían 1.000 euros más en el bolsillo", soltó increpando al bipartidismo.
Iglesias apostaba por tender la mano a Sánchez olvidando el pasado mientras que este le negaba una vez con brío, con Cataluña como principal problema de pareja. Iglesias le recordaba que las derechas se pelean, pero pactan, pero Sánchez le negaba una y otra vez. No coincidimos en la visión de Cataluña, no coincidimos en la visión del empresariado... parece mentira que hayan querido formar un Gobierno. "Queremos competencias señor Sánchez y no sillones". El Presidente en funciones usó el debate para desgranar ofertas, como la vicepresidencia para Nadia Calviño o un ministerio para la despoblación.
Más complejo de analizar fue Abascal porque en ocasiones, por sus frases populistas, recordó, paradojas del destino, al primer Iglesias. Hasta dejó claro que vivía en Hortaleza.
Rivera, repetitivo ya con sus gags, se lanzó sin red al enseñar un adoquín como prueba de la violencia catalana y una especie de pergamino en el que contaba todas las cesiones del PP y el PSOE a los nacionalistas. Intentó venderse como alternativa al bipartidismo, pero sus medidas sonaban a ya dichas.
Los candidatos iban al debate con las encuestas repitiendo algunos titulares, aunque ahora las previsiones son como una partida de dados. Si el CIS daba a Sánchez una victoria clara pero insuficiente, el resto de encuestas lo dejan estancado en el 28A (mal negocio si has querido ir a elecciones para lo contrario), a Casado le dan aire rozando sus 100 diputados, lo suficiente para no perder el timón del PP y consolidarse como la oposición, mientras que Vox vuelve a postularse como sorpresa, como ya hiciera el 28A, por lo que son muchos, incluido Abascal, los que no se fían. Unidas Podemos, pese al juego de sillones y las críticas por no formar un gobierno de izquierdas no parece hundirse, mientras que el que sí paga caro su no es no es Rivera, que de cumplirse los pronósticos tendría un problema más que serio. Y mientras los líderes acudían al debate, las imágenes de Rey se quemaban en Cataluña. Lo que ya se ha convertido en cotidiano: insultos, gritos, odio y fuego. A poco que no lo remedien, el ganador de las elecciones será la abstención.
Abascal apareció sin corbata pero con chaqueta, Iglesias con una pero sin chaqueta, mientras que el resto de candidatos no arriesgó y apostó por el azul. El tono más oscuro fue para Casado. El debate se centró desde el primer momento en Cataluña y en atacar al presidente en funciones. Sánchez se desmarcó con dos propuestas: ilegalizar un referéndum ilegal que ZP quitó del código penal y proponer que dejen gobernar a la lista más votada. Eso y poner coto a TV3. Dos propuestas que en el fondo no son nada nuevo y que el PSOE con Sánchez a la cabeza rechazó en su día.
Llegó la hora de la economía y con ella las promesas mil veces escuchadas. A saber. Rivera volvió a decir eso de que quería ser el presidente de las familias con beneficios de toda índole, Sánchez volvió a hablar del PSOE como defensor del Estado de Bienestar, Iglesias apostó porque los bancos devuelvan el dinero: 60.000 millones y por acabar con el expolio fiscal. No solo eso, con 35 años cotizados elegidos por cada ciudadano, pensión garantizada. Y que las 805 filiales del Ibex en paraísos fiscales paguen.
Para Abascal, la bestia negra es el Estado las autonomías que nos cuesta dijo, entre 60.000 y 90.000 millones. Y luego se pareció de nuevo a Iglesias. Prometió que el 93% de los trabajadores no tengan que hacer la declaración de la renta, y que el tipo máximo fuera del 30%, eliminar sucesiones y patrimonio... Y todo ello recortando el gasto político. Y no dejó escapar su lado más extremo: la sanidad para los inmigrantes. Tuvo eso sí una frase brillante en clara alusión a Cataluña: para los españoles pobres, España es su mejor patrimonio, solo los ricos pueden permitirse no tener patria. En una claro mensaje a la España vacía. El eslogan de Casado, "para que los españoles no pierdan empleo, Sánchez debe perder el suyo" también sorprendió, como Rivera al decir eso de "Un país sin niños no tiene futuro". Sánchez se inventó otro lema como "ustedes son la derechista cobarde que no contesta a la ultraderecha agresiva".
El presidente en funciones se limitó en el debate a dejar pasar el tiempo señalando sus logros de los viernes sociales. Sus propuestas también eran ya sabidas por todos. Y siguió diciendo: Necesitamos un gobierno, y para eso hay que votar al partido socialista. Si quieren bloqueo... Abascal defendió a las mujeres, pero no la ley de violencia de género que considera fracasada y apostó por la cadena perpetua para los violadores, señalando que la mayoría eran extranjeros. Incidió Abascal como si fuera el hombre de dos caras con su ataque al inmigrante, aunque hablara de caridad.
Iglesias, sí, volvió a hablar de puertas giratorias, de limitar los precios de los alquileres, a garantizar las pensiones, a luchar contra el precio de la subida de la luz gracias a una empresa pública, a que los españoles tuvieran salarios dignos. Abascal habló de 17 clases de ciudadanos en España, sí, de nuevo el Estado de las Autonomías, pero dejó a Iglesias sin argumentos cuando le recordó que era el único candidato que se había jugado la vida por la democracia mientras que lo más arriesgado de Sánchez era jugar al baloncesto e Iglesias se paseaba por herrikotabernas. Sánchez no se inmutó y cargó contra la derecha que pacta con los ultras y volvió a desgranar sus medidas desde la Moncloa.
El minuto de oro trajo sorpresas. La de Iglesias que leyó las quejas de una joven española, de Rivera que recordó a Podemos al decir sí se puede, mientras Casado pidió el voto deseando dar la mano a todos los españoles y Abascal consideró que la gente ya podía saber sus ideas sin tergiversaciones. Un debate dinámico en el que los pactos no están claros. Si los hay, serán con fórceps.