Diez anécdotas inolvidables del 23-F
El momento más tenso, el ujier que lo escuchó todo, el recuento de balas y los cigarrillos de Suárez: decálogo de los mil detalles del golpe de Estado en su cuarenta aniversario
El 23-F alcanza una cifra redonda. Este mes se cumplen cuarenta años del intento de golpe de Estado que amenazó con tumbar la entonces joven democracia española. Todo este tiempo después, el episodio va camino de la historia arastrando consigo a sus personajes, sus claves ocultas y sus anécdotas.
El 23-F es Tejero subido a la tribuna; la noche de los transistores, Suárez firme en su escaño, los guardias saliendo por la ventana. Todo eso, y la sensación de gravedad de lo que pudo ser y no fue. Para los mayores un enorme susto. Para los no tanto, un nítido recuerdo de la infancia.
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Cuatro décadas después, éste es un 23-F en diez pinceladas.
1) Manuel Núñez Encabo. El nombre del entonces diputado del PSOE está ligado para siempre al arranque del 23-F. Le acababan de llamar para votar la investidura del candidato Leopoldo Calvo Sotelo. La sesión se cortó ahí. El ruido de Tejero entrando con sus hombres al hemiciclo dio un brusco giro a la historia. Eran las 18:23. Núñez Encabo (Soria, 8 de marzo de 1940), es catedrático de Filosofía y Moral del Derecho en la Complutense y miembro del Ateneo de Madrid. El 23 de febrero de 1981 votó no.
2) Tejero en la tribuna. Las imágenes que han inmortalizado el asalto se pueden ver gracias al instinto periodístico del cámara de TVE Pedro Francisco Martín y los reporteros de EFE Manuel Pérez Barriopedro y Miguel Hernández. Barriopedro sacó un carrete en un zapato. Hernández pidió ir al baño para ocultar los suyos entre sus ropas. Al cámara, un guardia civil le amenazó: “No intentes tocar la cámara que te mato. ¡Desenchufa eso!”. Pero solo apagó el piloto rojo.
3) ¡Quieto todo el mundo! ¡Al suelo! La orden de Tejero resuena aún en la memoria de quienes recuerdan el episodio. Pero no la cumplió todo el mundo. Tres diputados desobedecieron la orden, mientras sus compañeros se abalanzaban al suelo para protegerse de la amenaza. El presidente Adolfo Suárez; el vicepresidente, Manuel Gutiérrez Mellado y el líder del PCE, Santiago Carrillo, optaron por seguir sentados en sus escaños. Retando la autoridad de teniente coronel Tejero, Sin saber entonces cómo iba acabar aquello.
4) 37 balas. El Golpe de Estado se cerró sin víctimas. Aunque los guardias civiles que tomaron el Congreso usaron sus armas para imponer su orden y sembrar el terror. Las ráfagas de metralleta dejaron en los techos del hemiciclo 37 marcas, según un informe oficial realizado a finales del 81. 23 en la bóveda y 13 en la zona de tribunas. Y ahí siguen.
5) Suárez sí tenía tabaco. El entonces presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, relató en su día su estratagema para poner a prueba la actitud de los guardias civiles. Mientras todos los diputados permanecían sentados a la fuerza en sus escaños, decidió levantare para pedir un cigarro a un ujier. Y luego para pedirle fuego. “Y yo llevaba cigarrillos y llevaba lumbre”, confesó después. Solo quería sondear el ánimo de los asaltantes.
6) La diputada embarazada. A la diputada socialista Ana Balletbó el asalto le sorprendió estando embarazada. Y eso le sirvió para que los asaltantes le dejaran en libertad. "Estoy embarazada, no puedo aguantar más", les dijo. Y accedieron a que seliera. Ya en la calle, ha contado que se puso en contacto inmediato con su familia y con el rey, que le dijo que estaba al servicio de los más altos intereses de España. No le fue fácil hablar con él. Su secretaria, a la que le pidió que localizara el número, llamó a información y le dieron el número... ¡del Teatro de la Zarzuela!. Tuvo que ser Jordi Pujol quien le facilitara el contacto con Juan Carlos I.
7) El ujier que lo escuchó todo. Entre las muchas conversaciones históricas de aquella noche, de una de ellas se sabe el contenido por que la escuchó Antonio Chaves, el ujier que le dio tabaco a Suárez. Le tocó acompañar a Tejero y el presidente del Gobierno a una sala donde iban a hablar cara a cara. Y en lugar de marcharse, como le dijeron, decidió esperar. Escuchó a Suárez reclamar a Tejero qué “locura” era aquella, y cómo el guardia civil le contestaba que era “todo por España” y que él ya no era “presidente de nada”. Chaves transcribió lo que había oído, lo guardó en una caja fuerte y tras la muerte de Suárez entregó el papel a su hijo.
8) Miedo al apagón. El asalto que empezó en la tarde del día 23 hasta media mañana del día 24 tuvo algún momento especialmente crítico. Diferentes protagonistas han relatado que uno de los más tensos, y que les hizo temer lo peor, fue en el que Tejero ordenó apilar las sillas junto al puesto de los mecanógrafos para darles fuego en caso de apagón. Antes, les había ordenado a los guardias: “Si hubiera un apagón de luz en la puerta, al recibir un roce en el cuerpo, hagan fuego”.
9) El pacto del capó. El episodio que llevó al borde del abismo a la democracia española se resolvió a la intemperie, sobre la carrocería de un vehículo. A mediodía del 24 de febrero, y tras el abandono de algunos guardias civiles, que salieron del Congreso por las ventanas, Tejero negocia su rendición. Pide una salida sin periodistas y que no haya juicio para los guardias con rango inferior a teniente. Tras del visto bueno al acuerdo, se firma sobre un Land Rover. Es el pacto del capó.
10) ¿Dónde estabas entonces? El 23-F del 81 es una de esas fechas en las que todo el mundo sabe dónde estaba. Como el 11-S, el de la muerte de Kennedy o el día en el que Armstrong pisó la luna. Ahora bien, hay que tener edad suficiente para poder recordarlo. Porque, como curiosidad también, cuarenta años después el 23-F es un episodio que queda fuera de la generación de los actuales líderes políticos del país. A Pedro Sánchez le sorprendió a punto de cumplir nueve años. Y él sí, quizás lo recuerde. Pero para el resto es imposible: Pablo Iglesias tenía dos años; Santiago Abascal, cuatro. Pablo Casado es, precisamente de ese mes, del 1 de febrero del 81. Inés Arrimadas ni siquiera había nacido.