El 19 de septiembre fue el punto de partida, hace ya tres meses. A las 15:12 de la tarde, hora local canaria, después de varios días de continuos movimientos sísmicos, emergía el volcán en el parque natural de Cumbre Vieja.
En ese momento empezó la pesadilla para los palmeros. Toneladas de lava brotaban del Cumbre Vieja y avanzaban sin piedad por el oeste de La Palma. La erupción destrozaba todo lo que encontraba a su paso. Un desastre que se mide en cifras: barrios enteros sepultados por la lava casi 3.000 edificaciones destruidas y más de 1.2000 hectáreas arrasadas.
Los daños se miden en más de 900 millones de euros, en el que ya es el volcán más destructivo en la isla desde que hay registros. El Cumbre Vieja ha cuadruplicado el material expulsado por el Teneguía hace 46 años.
La superficie de sus coladas, más de 1.230 hectáreas, podría llegar a cubrir la ciudad de Melilla, con bloques volcánicos de hasta 80 metros de altura cerca de sus bocas.
Una orografía que también a partir de ahora será diferente también en la costa, con dos plataformas en el mar con una extensión como la del Vaticano. Un desastre natural en plena pandemia que también ha arrasado el oro de sus tierras, las plataneras, entre otros cultivos.
Ahora, esta pesadilla parece llegar a su fin tres meses después tras casi 9.000 seísmos. La erupción podría darse por finalizada en seis días si se mantienen los niveles actuales de agotamiento del fenómeno con ausencia de actividad visible y con los registros en números bajos aunque, no obstante, no se descarta un nuevo repunte de actividad.
Los observables corroboran los signos de agotamiento del proceso eruptivo, aunque no es descartable un nuevo repunte de actividad estromboliana y de emisión de coladas.