“Es sencilla y sincera”. “Va de cara. Sin dobleces. Y la gente se la cree”, cuentan de Isabel Díaz Ayuso sus colaboradores más estrechos. Esperanza Aguirre la define como “una crack, capaz de dar la batalla cultural sin complejos a la izquierda”. Por algo la ungido como su versión 3.0. La presidenta de Madrid y aspirante a liderar la organización regional de su partido, -por más que le pese a su jefe Pablo Casado-, es el nuevo icono pop de la derecha. Pero también es la reina del ‘trending topic’, y esa guerra sí que la tiene perdida de antemano el presidente del PP en una época en el que la política se ‘navajea’ en Twitter
La estrategia de Ayuso y de su todopoderoso jefe de Gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, -más conocido por su acrónimo MAR-, pasa por crear un ‘estilo Ayuso’, indispensable para lograr una alta valoración; y por ocupar todo el espacio mediático posible, dentro y fuera de nuestras fronteras. Tiene a la prensa internacional y a los programas de televisión de máxima audiencia rendidos a sus pies, y eso le da prestigio y un altísimo grado de conocimiento entre un electorado que en muchas ocasiones termina votando a quien ve en la tele y se maneja “sin complejos” en las redes sociales. En apenas dos años ha conseguido pasar de ser un auténtica desconocida a que todo el mundo reconozca la ‘marca política’ Ayuso, y convertirse en un fenómeno mediático.
“Es una mujer joven, desenfadada, natural, espontánea, que dice cosas que no son políticamente correctas y eso le da autenticidad. Que habla para el gran público sin sofisticaciones y que pone ejemplos muy cotidianos que conectan con la gente. Las cañas, lo del ex o los atascos, muestran a una política diferente”, explica a NIUS la Presidenta de la Asociación de Comunicación Política, Verónica Fumanal.
Ayuso pisa todos los charcos, no se muerde la lengua y da todas las batallas, y eso conecta con una parte del electorado. “No hay nada peor que la falsa moderación”, presume con orgullo. Sin cortarse, lo mismo bloquea en Whatsapp a su compañero de partido Teodoro García Egea, que llama “médica y madre” a la portavoz de Más Madrid, Mónica García, “coletas” a Pablo Iglesias, arremete contra el papa Francisco, o se lleva un adoquín a la Asamblea de Madrid para arremeter contra “los niñatos” que “jalean” al rapero Hasél. Sí, ese del que dice que tiene “menos arte que cualquiera con dos cubatas en un karaoke”. Ella tiene para todos para regocijo de su público, que la jalea allá donde va a lo Britney Spears. Palabra de Ayuso.
“Ha entendido perfectamente la máxima en comunicación política que las noticias te las hacen o las haces. Y ella las hace. Esas polémicas con el papa, o cuando criticó al rey por sancionar los indultos conectan de alguna manera con una parte del electorado. Un electorado que se estaba yendo a Vox. Ella es el cortafuegos de las personas que pensaban que en el PP había una figura muy desideologizada”, asegura Fumanal.
Para el analista político Antón Losada su gran tirón popular se explica por su habilidad para construir un personaje que trasciende las barreras de la política. “Hay mucha gente que ve en Díaz Ayuso alguien como ella. Ese es su primer acierto. Su personaje se ha construido jugando al ‘yo no soy política’. En eso se parece bastante a Trump. Lleva toda la vida en el ‘establishment’, ha hecho toda su carrera dentro de un partido político pero vende que está fuera del ‘establishment’. Es un discurso que electoralmente vende a corto plazo, pero a medio y largo plazo es mortal para cualquier sistema político”, afirma.
Lo que para muchos es populismo, una suerte de ‘trumpismo castizo’, para sus colaboradores non es más que “desparpajo” que compran los votantes de la derecha, pero también los de izquierda. “Tiene un modo de expresarse que la gente entiende; y lanza ideas que se contraponen claramente al modelo de la izquierda, con lo que su gente vibra más, y mucha izquierda lo quiere oír porque son mensajes que Sánchez ha perdido: libertad, esfuerzo, vida rápida, no conformista”, asegura una de las personas que más estrechamente trabaja con ella.
La izquierda y muchos medios de comunicación se han burlado de su particular forma de expresarse, pero Ayuso le ha dado la vuelta, y lo ha convertido en una de sus principales fortalezas. “Es la espontaneidad y naturalidad con la que habla. La gente se la cree. Podrá equivocarse como todo el mundo. Pero creo que cuando la gente la ve y la escucha ve verdad en lo que hace y dice. Y en un lenguaje normal. Y eso llega más” comenta a NIUS otro de sus colaboradores. Al analista Antón Losada le recuerda mucho al duelo entre Al Gore y George Bush en las elecciones presidenciales de 2000, y que, contra todo pronóstico, ganó Bush por 537 votos de diferencia.
“La prensa liberal recriminaba a Bush que se expresaba mal, que le costaba trabajo terminar las frases. Cada vez que le acusaban de esto, sus votantes se reforzaban, porque sus votantes son iguales, y lo que ven ahí es el clásico prejuicio elitista que se ríe de la gente que no tiene el mismo nivel cultural. Eso es un error. Ella juega a que no es una política, a que es una chica de Madrid, de barrio, que se toma cañas, que no se encuentra con su ex, y conecta con un montón de gente. Cuanto más se la critica en ese dirección, más conecta con la gente”, explica Losada como una de las claves del fenómeno Ayuso.
Un éxito del que recela Génova porque amenaza el liderazgo de Pablo Casado. El último barómetro de GAD3 para NIUS revela que supera en valoración al presidente del PP. Él en alguna ocasión ha sucumbido a la tentación de imitarla con escaso éxito. Cuando están juntos, es Ayuso la que se lleva a la gente de calle. Ella tiene el poder que da estar al frente de un transatlántico como la Comunidad de Madrid. Tiene algo fundamental para el liderazgo, que es poder institucional. “La legitimidad de las urnas y no de los despachos”, explica Fumanal, y del que ella hace gala siempre que puede. Casado posee una máquina perfectamente engrasada como es el Partido Popular. “Su error es no darse cuenta de sus límites. Si vas contra Génova, vas a perder”, vaticina Antón Losada. Un duelo que vive su penúltimo capítulo en la guerra fratricida por el control del PP de Madrid.