La presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, ha convocado una reunión urgente del Comité Ejecutivo este lunes y no es para menos porque el descalabro electoral que han sufrido es histórico. Ni el cambio de candidato para poder evitar la sangría de la mano de Carlos Carrizosa no ha surtido el efecto deseado. El problema no era de candidato sino de partido. El hecho de que la joven candidata elegida en primarias para la carrera presidencial, Lorena Roldán, dejara el partido y se fuera al PP demostró que Ciudadanos ha quedado irremediablemente tocado tras el adiós de Rivera.
La operación, decidida por sorpresa una noche de agosto en una reunión del comité permanente en Madrid, se justificó por la voluntad de alcanzar un pacto entre las fuerzas constitucionalistas catalanas, pero la realidad era que había miedo lo que ha pasado: un hundimiento. Se arrepentirá Arrimadas siempre de pasar de ser la fuerza más votada a ser la penúltima superando solo al PP. No aprovechó Arrimadas el arrebato de una parte de la sociedad catalana que propició su victoria. Ni siquiera presentó su candidatura. Y luego se fue a Madrid. El partido nacido para batallar contra el independentismo en Cataluña pierde una de las razones de su existencia.