El 'cinturón rojo' de Madrid se prepara para unas elecciones en las que su movilización será clave
"Ayuso tiene dos cojones". "Ganará el PSOE, como siempre": impresiones preelectorales en el histórico bastión socialista de Fuenlabrada
Unas enormes letras azules animan a los vecinos de Fuenlabrada (193.586 habitantes) desde la plaza del Ayuntamiento. ¡Go Fuenla go!, dicen, en lo que en inglés viene a ser una invitación a tirar palante. Están ahí desde la designación del municipio, hace dos años, como Ciudad Europea del Deporte. Lo curioso es que el lema ha renovado su vigencia tanto en los últimos meses de pandemia como en la actual coyuntura, en la que las elecciones del 4M les dan a los fuenlabreños una inesperada oportunidad de decidir su futuro.
Un ¡vamos! vale para todo. ¡Vamos! gritan las letras azules a gente que pasa, pero ya ni las ve.
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Para las elecciones falta todavía un mundo, no hay rastro de cartelería en las calles y los vecinos están a sus cosas. “Estamos preocupadas por otros temas. El trabajo, los problemas personales, el covid...” resumen Mónica y Susana, sentadas en la enorme plaza seca (no hay un árbol) en la que se levanta el ayuntamiento, con pocas ganas de anticipar lo que se respira en el llamado cinturón rojo de Madrid de cara a las urnas.
“Va a ser igual de color”, se anima a pronosticar Manuel, trabajador de hostelería, que remata su análisis con un fatalista: “Mientras no cambien a todos esto no se arregla”. Y no dice más. Sale pitando a la cercana vecina estación del Metrosur.
El gran cambio hacia la modernidad
Se llama Fuenlabrada Central. Si le hubieran puesto un station detrás (Fuenlabrada central staison) sonaría aún más cosmopolita. Aun así, ya es bastante. El Metrosur es uno de los últimos grandes saltos del pueblo hacia la modernidad. La apuesta definitiva del PP de Gallardón para hacer que el entonces cinturón rojo cambiara de color, y que luego les dio sus frutos en la época de Esperanza Aguirre. En 2011 Alcorcón, Leganés, Getafe y Pinto pasaron a manos de los populares. Móstoles lo había hecho en 2003.
Los cambios sociodemográficos, con el añadido luego del fin del bipartidismo, ha hecho que nada esté tan seguro como antes en esa hilera de enormes ciudades dormitorio del arco sur de la capital. Y menos ahora con la sacudida de la pandemia. Para nadie.
“Las cosas están en la ruina”, afirma Antonio, instalador de tarimas, a la puerta del bar El nueve. Lo tiene claro. Su discurso, que no pasa de ahí, lo completa Luis, con quien toma unas cañas, que admite que sí, “este pueblo es socialista”, pero ahora, dice, “mucha gente está con la Ayuso”.
La gente esta "quemá"
Lo de las terrazas (la permisividad con la que ha tratado a los hosteleros) es, según él, la madre del cordero. “La gente está quemá. En Parla las dejan, en Getafe también...”, añade en su versión de que en Fuenlabrada hay menos manga ancha y que es por eso que “salió mucho Vox y mucho PP”.
¿Usted con quién está?, le preguntamos. “Lo mío está con Ayuso”, declara abiertamente. “No me gustan los extremos. Y ella tiene dos cojones”, sentencia igual de abiertamente.
Antonio, comercial, dice que el alcalde anterior (Manuel Robles, del PSOE) aún tenía un pase, pero “este de ahora” (Javier Ayala, también del PSOE), “mucho feminismo y muchas banderitas, pero ná”. En El nueve por lo que dice que oye Miguel, el barman, el discurso de la derecha ha hecho fortuna. “Todo el mundo va a votar a VOX”. “La gente no tiene dinero”, añade para tratarlo de explicar sin dejar de limpiar la barra.
Antes, lo de la falta de dinero era lo que hacía que el cinturón rojo ahora también en eso las cosas han cambiado. En las últimas generales, de hecho, los de Abascal fueron la segunda fuerza además de en Fuenlabrada en Parla y en Pinto, otras dos localidades menores de este mismo territorio.
A pocos metros de allí, en todo caso, en la terraza de El Molino, una de las pocas en las que hay gente a mediodía de este lunes tonto, laborable pero de fiesta en los coles, Andrés y José defienden una versión distinta. “Va a ganar el PSOE como siempre”, dice José, consultor, con un convencimiento aplastante. Crítico con las medidas de Ayuso –“ha primado el negocio sobre la salud”- no cree que le vayan a dar grandes resultados electorales. Al menos en Fuenlabrada. “La derecha tiene ahora nueve concejales (4 C’s, 3 PP y 2 Vox) que son menos que los 11 del mejor PP”.
“Se ha modificado el reparto, pero no suman más”, le secunda Andrés, trabajador de la función pública, mientras apura las almendras que les han puesto de aperitivo con sus botellines. Lo que sí que contempla es un descenso de la participación, con la incertidumbre que eso conlleva. “Son elecciones autonómicas y no municipales, que tienen más tirón, y además en día laborable, está todo pensado”, apunta con un deje de reproche mientras se recoloca la mascarilla.
La clave está en la participación
Lo de la participación es clave. La zonas de más poder adquisitivo, y en las que se concentra mayor voto de la derecha, son las que en mayor medida acuden a las urnas. Las opciones de éxito de la izquierda pasan por que vaya más gente a votar en los las zonas de menor renta, donde se supone que está el grueso de su electorado. Por ejemplo el cinturón rojo. Fuenlabrada, sin ir más lejos, donde los últimos registros de participación en las autonómicas fueron del 62,27% en 2019, algo menos que el 65,10 % de 2015.
Son los dos porcentajes altos, por encima de la media. La izquierda tiene un valor seguro en esta ciudad plagada de fuentes, por la que en breve empezaran a asomar los candidatos: Gabilondo para defender una plaza fuerte; Ayuso a rentabilizar sus “medidas”; Iglesias, en busca del revulsivo; Abascal, a ver si sigue la racha...
De momento, calma. Un operario reparte el butano, una mujer saca la basura sin quitarse el delantal, la gente pasea junto al ¡Go Fuenla go! sin hacer caso a lo que dice. Falta un mes.