"Cuidaos mucho, por favor. Este virus sigue siendo un cabrón. (Aclaro: no, no soy yo la contagiada, acabo de salir de la zona COVID de un hospital, de ver a mi padre. Qué duro)". Es el duro mensaje de la periodista y escritora Carme Chaparro tras visitar a su padre, enfermo de covid.
La periodista está convencida de que si su padre no se hubiera vacunado ahora estaría muerto.
La propia Carme Chaparro ha contado cómo ha vivido el covid y el impacto que podría causar en su padre. Sus médicos nos lo habían advertido, "si vuestro padre se contagia de coronavirus va a tener un cuadro muy, muy complicado". Sus hijos hemos vivido estos años con miedo, como los hijos de tantas otras personas con patologías previas. Entre otras varias cosas, sus pulmones funcionan mal, y desde hace unos meses no puede vivir sin estar conectado 16 horas al día a un suministro constante de oxígeno. Imaginad lo que haría la covid si llega a sus pulmones.
Los últimos dos años los ha pasado casi en soledad, en un pequeño pueblo, viendo a gente en exteriores y con mascarilla siempre. Toda precaución era poca. Hace unos días nos llamó su doctora: "vuestro padre se ha contagiado de coronavirus". Temimos lo peor. Imaginad. La noticia nos cayó como un mazazo.
Desde septiembre estaba ingresado en el hospital. Como paso previo a poder volver a casa, mi padre estaba en una residencia de cuidados especiales, donde un equipo de médicos y personal sanitario trata de que pueda volver a ser autónomo. Es allí donde hace un par de semanas se contagió.
Hoy sabemos que se va a salvar. El virus no ha logrado atacar sus maltrechos pulmones, gracias, sobre todo, a las vacunas, nos cuentan los médicos. Y así, tras varios días con síntomas algo complicados, por fin sabemos que va a vivir. En la residencia en la que está ingresado -donde todos los residentes tienen patologías previas-, hay decenas de contagiados, y ningún fallecido. Sólo unos meses antes, un brote así habría supuesto una mortandad de más del cuarenta por ciento, como ocurrió en tantas y tantas residencias del país, donde cada día dejaba una hilera de fallecidos sin que nadie supiera ni tuviera los medios para evitarlo.
Hoy hemos ido a verlo. Se había puesto guapo; había logrado ponerse una camisa y una chaqueta de punto y había conseguido llegar andando hasta la ventana. Desde la calle, sus hijos y sus nietos saltábamos y gritábamos para darle ánimos. Han sido apenas un par de minutos, porque se cansa mucho y tiene que volver a la cama, pero han sido sin duda un par de los mejores minutos de mi vida. Y de la suya, estoy convencida.
Gracias a las vacunas.