Quedan 17 días para ir a votar y hasta el momento apenas hemos notado que estamos en campaña electoral. La sentencia del procés y el traslado de los restos de Franco han eclipsado cualquier atisbo de debate político. Los partidos no se han podido zafar de ambos asuntos y apenas se han colado unas pocas propuestas que casi no han impactado en los votantes. La pregunta es: ¿Seguirán estos dos temas taponando el resto de cuestiones políticas?
El escenario que queda después del día 24 parece propicio para Sánchez, aunque hasta ahora no le haya ido bien. No ha logrado marcar la agenda y su Gobierno ha ido a rastras por culpa de la violencia tras la sentencia del procés. Sánchez ha sido acusado de intransigente por no cogerle el teléfono a Torra, de blando por no frenar de manera más drástica los disturbios en las calles, de poco previsor por haber mandado una décima parte de los policías que mandó Rajoy el 1-O, de represor por la actitud de la policía durante la revuelta. Además acudió a Barcelona en una visita fugaz, casi clandestina, rodeada de medias de seguridad que incluían maletines antibalas y escoltas con subfusiles preparados para lo peor.
Cataluña ha sido una ratonera para Sánchez de la que ha salido por el Valle de los Caídos. Hoy tiene un discurso claro que le entronca con su electorado. Ha conseguido lo que a muchos les parecía imposible: sacar a Franco del Valle de los Caídos y enterrarlo donde yace su mujer. Ha vencido la frontal oposición de la familia, sus deseos de enterrarlo en La Almudena, todas sus trabas judiciales, la poca colaboración de la Iglesia… Hoy, a dos semanas de votar, Sánchez recoge sus frutos y no les quepa duda que los va a exprimir hasta el 10-N. Ya empezó ayer mismo con una rueda de prensa a las 3 de la tarde (la hora a la que comienzan los informativos). "Hoy España cumple consigo misma. Se pone fin a una afrenta moral", dejó como titular. Ahí aparece el Sánchez más institucional, con tono moderado pero con mensaje inequívoco para su público, que desde hoy pensará en él como el Presidente que sacó a Franco del Valle de los Caídos. Y de postre, visita a dejar flores en la placa en recuerdo a las 13 rosas para recalcar el mensaje.
Aun así, en Moncloa saben que el problema catalán no se va a esfumar. Sólo aspiran a que no se recrudezca la violencia y haya un clima razonable hasta el 10-N. Ahí Sánchez ha jugado el papel del equilibrio: ni mano dura, ni que le tomen el pelo. Esa es una balanza difícil de mantener porque te están empujando continuamente de un lado y de otro. Los independentistas van a seguir apretando en las calles y en el Parlament, mientras que la oposición en Madrid le va a demandar medidas eficaces para acabar con la insurrección. Sánchez, entre dos fuegos intentando mantenerse en pie. Nadie dijo que esto de la política fuera fácil.
En el PP la consigna es no meter la pata. El viento les hincha las velas y la progresión de las encuestas les colocan recuperando los tres dígitos, en lo que a escaños se refiere. “Hay partido”, suelen repetir. Y se refieren a las dos cosas: el partido está fuerte y hay posibilidades de disputar el triunfo electoral. En estas situaciones se impone una comunicación controlada. Casado muestra su cara más institucional, barba incluida, para abrir lo más posible su horquilla de votantes. No ha hecho declaraciones altisonantes sobre la exhumación de Franco y ha mantenido un perfil colaborador en la crisis catalana. Tiene a su alrededor algunos otros en su partido que atienden a los que piden mano más dura, así que él, perfil presidencial. Ese es un gran cambio respecto a las anteriores elecciones.
Además cuenta con meter en campaña el deterioro de la economía española. Les dice a los españoles que no se fijen tanto en Franco y que miren los nubarrones que aparecen en el horizonte y que avanzan la crisis. Vuelve una de las ideas fuerza del PP: cuando gobiernan los socialistas la economía se hunde y aquí estamos nosotros para arreglarlo.
El otro llega desde Ciudadanos. Ahora Rivera y los suyos explican sin ambages que lo que tocará después del 10-N será propiciar un Gobierno con Sánchez al frente, si termina ganando de nuevo. Atrás quedó el plan Sánchez y su banda. Ahora toca el papel de indispensable para la gobernabilidad. La pregunta es si no será demasiado tarde para Rivera. Las encuestas le dan en caída libre y muchos recuerdan que ese Gobierno del que ahora son partidarios lo tenía en su mano y lo dejó escapar.
Podemos no se encuentra a gusto con el tema catalán. Su mensaje tiene que atender a las demandas de sus socios en Cataluña y a la opinión mayoritaria del resto de España. Siempre le ha resultado difícil conjugar ambas almas, como le suele suceder al PSOE con el PSC. Sin embargo, Sánchez les ha dado un espacio: el del diálogo. Su negativa a ponerse al teléfono con Torra le permite levantar esa bandera que se entiende bien entre los suyos. Veremos si la actualidad no le lleva a posiciones más difíciles por culpa de posibles retos institucionales en el Parlament. Iglesias tampoco está a gusto con la exhumación de Franco. El asunto lo capitaliza Sánchez y sólo encuentra hueco en la crítica por lo que los suyos consideran “deferencias” a la familia del dictador. Fuera de esos asuntos, Unidas Podemos se centra en su agenda: las demandas sociales. Quieren hablar de cuestiones laborales, de vivienda, de salarios mínimos…, pero de momento no hay mucho hueco. Aun así, recuerdan: el próximo Gobierno sí tendrá que ser de coalición y progresista, por si alguien quiere contar con sus escaños.
Y el gran beneficiado hasta el momento es Vox. Muchos anunciaban que el partido de Abascal se iba a desinflar, pero nada más lejos de la realidad. Se da la paradoja de que Vox no cae y además ya no da el miedo que daba en los anteriores comicios. Quizá por ello no vaya a ser un efecto movilizador del voto de izquierda y se pueda beneficiar del descenso de Ciudadanos y Unidas Podemos para subir puestos en el escalafón del Congreso. A los de Abascal les ha venido bien la crisis catalana y la exhumación de Franco para movilizar a los suyos. Sus mensajes son claros y contundentes: “Queremos exhumar al Sánchez de la Moncloa”, proclama Ortega-Smith. Llegan adonde otros no quieren acercarse. Ciudadanos y el PP se han movido hacia lugares más templados y les queda mucho espacio para ocupar.
Sin embargo, todos los partidos son muy conscientes de que en la política moderna dos semanas son una eternidad. Así que toca seguir pendientes de la actualidad.