6 de febrero de 2020. 12:00 de la mañana. El president de la Generalitat de Cataluña, Quim Torra, espera a las puertas del Palau la llegada del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. Llega puntual. Manifestantes independentistas le abuchean al salir del coche. Torra le saluda. Sánchez se ve sorprendido por el protocolo que le tienen preparado. Él viene a reunirse con un presidente autonómico, pero el ritual aparenta otra cosa. Torra le dice que se tiene que poner a su derecha (“aquí mando yo”, se podría colegir). Un mosso les dice a ambos si están dispuestos a pasar revista a la guardia formada. Empiezan a caminar, pero Torra se para frente a la bandera catalana. Sánchez parece perdido, sigue de largo hasta que ve que Torra no le sigue. La escena resulta cómica aunque el encuentro fuera relevante y se quiere darle un aire solemne. Torra le enseña una escultura, “nuestra última adquisición”. Cruzan el patio y suben las escaleras. Multitud de periodistas les esperan y todo está siendo retransmitido en directo (en pool para todos los medios) por las cámaras de TV3. Ambos se sientan en dos sofás. Torra obsequia a Sánchez con dos libros. Detrás de ellos, dos banderas: la española y la catalana.
Al término de la reunión, no hay comparecencia conjunta. Sánchez habla ante los periodistas con las banderas española y catalana a la espalda. Se ha comprometido a convocar la mesa de diálogo (comisión bilateral, le llama Sánchez) en ambos gobiernos en el mes de febrero. Sin mediadores. “El camino no va a ser fácil, hay muchas diferencias, por eso hay que empezar cuanto antes. Será un diálogo franco, sincero y diáfano”, todo eso dijo Sánchez.
Esa mesa aún no se ha constituido, pero esa visita ya provocó una polvareda política. Pablo Casado (PP) dijo: “Acabamos de ver cómo un presidente del Gobierno va a rendir pleitesía a una persona condenada, y está siendo recibido como un visitante extranjero”.
21 de septiembre de 2020. 12:00 de la mañana. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, espera a las puertas de la Real Casa de Correos, sede de la presidencia, la llegada del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. Llega puntual. Un grupo de simpatizantes de VOX le abuchean al salir del coche. No hay más que una inclinación de cabeza y mano en el corazón de Sánchez como saludo. No hay revista de tropas, solo un saludo a un guardia civil en la puerta y, ya dentro, al vicepresidente Aguado y al Delegado del Gobierno, Franco. Multitud de periodistas siguen a ambos líderes y todo es retransmitido en directo (en pool para todos los medios) por las cámaras de Telemadrid. Después de subir dos pisos por las escaleras, con las mascarillas en la boca mientras van charlando y sin perder el resuello, ambos llegan al libro de firmas preparado para la ocasión. Sánchez aguarda a que le digan que está todo listo y estampa su firma. Dos banderas detrás de ambos: la española y la de la comunidad de Madrid. Ambos se sientan en sus butacas correspondientes y posan para los gráficos. Detrás de ellos, otras dos banderas.
Al término de la reunión, ambos comparecen conjuntamente. En el escenario hay 24 banderas, 12 españolas y 12 de la comunidad de Madrid. La presidenta empieza la rueda de prensa pero cede la palabra por deferencia al presidente, quien agradece la hospitalidad de la presidenta. A partir de ahí Sánchez recalca: ha sido una reunión importante, fructífera, constructiva y positiva. “Estamos aquí para ayudar, colaborar y apoyar, no para valorar, enjuiciar, ni evaluar. Libramos una lucha epidemiológica, no ideológica”, añade. Además, anuncia la creación de un grupo de trabajo bilateral formado por 2 ministros, el vicepresidente Aguado y el consejero de Sanidad de Madrid, que se reunirá cada semana. Principio de cooperación, no de jerarquía. Se pone en marcha un plan especial para Madrid.
Ayuso subraya la singularidad de Madrid: “Somos como un distrito federal, Madrid es España, dentro de España. No es de nadie porque es de todos. Todo el mundo utiliza Madrid. Pretender tratar a Madrid como al resto de las comunidades es injusto”.
Nadie en su sano juicio puede pensar que Torra y Ayuso persiguen lo mismo, pero tal vez podríamos poner en contexto estas reuniones para no sacar de quicio las interpretaciones políticas. Mucha de la parafernalia ha sido común en ambas visitas, Sánchez ha sido tratado en las dos ocasiones como un visitante ilustre, la bilateralidad entre el Gobierno central y el regional ha sido bendecida en los dos encuentros y tanto Torra como Ayuso han recalcado la especificidad de sus regiones.
Sánchez y sus asesores seguro que han apuntado lo que pasó ayer para sacarlo cuando les acusen de darle a Torra un tratamiento especial. “El mismo que le damos a Ayuso”, contestarán.
No, Ayuso y Torra no persiguen lo mismo, pero Sánchez les iguala en el trato. Y a veces es bueno no exagerar ni sacar de quicio las cosas cuando se intenta mantener un diálogo que baje la presión que existe en la vida pública.