Diez días de Alberto Núñez Feijóo como candidato único a presidir el PP y ya se ha metido en varios charcos que le han sacado a su pesar del carril de líder moderado empujado por un Vox cada día más fuerte. Primero fue lo de acusar al Gobierno de “forrarse” con la subida de la luz y la gasolina. 72 horas después Feijóo se enredó con la violencia de género y negó que el maltrato a los hijos sea machismo. "No sé quién quiere montar líos con esto", lamentaba el barón gallego visiblemente contrariado por tener que pisar terreno resbaladizo.
Feijóo 'compró' a Vox el término de "violencia intrafamiliar" –los únicos que hasta ahora lo utilizaban para referirse a todas las violencias dentro del ámbito familiar equiparándolas- y puso como ejemplo el asesinato de dos niñas degolladas por su padre hace cinco años en la localidad gallega de Moraña. "Eso no es violencia machista, eso es violencia intrafamiliar", aseguró. El gallego matizó sólo cuatro horas después ante el chaparrón de críticas, pero siguió utilizando el término 'violencia intrafamiliar' mientras se comprometía a no dar "ni un paso atrás en la lucha contra la violencia machista".
¿Por qué? El Gobierno de Mariano Rajoy impulsó el Pacto de Estado contra la Violencia Machista de 2017 y Feijóo abanderó en Galicia una iniciativa pionera que reconocía como violencia de género a las víctimas de violencia vicaria. La razón se llama Vox. Desde que en 2012 irrumpieran en las instituciones, el PP los necesita para poder gobernar (a excepción de Galicia). Así que a Feijóo le toca hacer equilibrios: contentar al socio necesario de Vox que no para de comerle terreno con cesiones como la violencia intrafamilliar, sin espantar a los sectores más centristas del electorado del PSOE a los que quiere seducir, y que son muy sensibles a cualquier retroceso en materia de derechos sociales.
Frente a lo que se pueda pensar, en Vox están convencidos en que tienen "más capacidad de diálogo" con el nuevo PP de Feijóo. Santiago Abascal y Alberto Núñez Feijóo aún no han hablado, pero desde el entorno del líder de la extrema derecha no descartan en que sea él quien dé el primer paso. "Si lo tiene que dar lo hará. Feijóo se expresa en términos menos agresivos que Pablo Casado que nos aplicaba un cordón sanitario silencioso", cuentan esas mismas fuentes. Reconocen que "ideológicamente" el gallego "puede estar más lejos" de sus posiciones pero le ven "más dispuesto" a hablar. Hay que tener en cuenta que la relación personal entre Abascal y Casado se rompió con la moción de censura de octubre de 2020. Desde entonces ni se saludaban, aunque tras su caída al frente del PP sí se han intercambiado algún mensaje.
En Vox están convencidos de que la salida de Pablo Casado ha posibilitado el pacto en Castilla y León, y se apuntan como un tanto que el nuevo PP de Feijóo hable con normalidad de violencia intrafamiliar.
Algo que incomoda a Feijóo que tiene como primer objetivo evitar el 'sorpasso' de Vox. Para eso necesita pescar en el caladero del centro y del centro izquierda. El de los socialistas moderados desencantados con Sánchez a los que espanta cualquier paso atrás en derechos sociales. Por eso Feijóo ha decidido potenciar su imagen de buen gestor a un Sánchez en apuros por el descontento social. El mismo día en que se enredó con la violencia intrafamiliar, aprobaba un paquete de medidas como presidente de la Xunta para bajar la factura de la luz de las familias con rentas más bajas en Galicia.
La coordinadora general del PP, Cuca Gamarra -que se define a sí misma como feminista- asegura que su partido "no ha cambiado ni va a cambiar" en lo que se refiere a la violencia machista, pero los populares ahora sí que distinguen entre esta y "otras violencias que están en el ámbito de la familia y no se pueden ocultar".
Esta misma semana el consejero de Sanidad de Andalucía Jesús Aguirre aseguró que era preferible hablar de violencia intrafamiliar que de género porque el término que defiende Vox incluye también a las mujeres. "Celebramos que el sentido común no sea patrimonio de Vox, donde condenamos todo tipo de violencia", aplaudían desde las filas de Abascal.
Luego Aguirre rectificó. "Mi compromiso frente a la violencia de género es rotundo. Es una lacra que, entre todos, tenemos que luchar para erradicarla. Tolerancia cero ante cualquier tipo de violencia", dijo en sus redes sociales y así se lo hizo saber a la ministra Isabel Rodríguez con la coincidió al día siguiente.
En Andalucía hay elecciones este año y Vox ya ha avisado al presidente de la Junta, Juanma Moreno, que el Gobierno "será con Vox o no será". Hace dos años la extrema derecha consiguió arrancar a Moreno Bonilla la implantación de un 'teléfono de violencia intrafamiliar' a cambio de apoyar los presupuestos. Un teléfono que sólo recibe dos llamadas al día frente a los 111 que diariamente marcan el de la atención a la mujer.
El que ya ha celebrado elecciones y ha cerrado un pacto que mete por vez primera a la extrema derecha en un Gobierno autonómico es el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco. No había otra para evitar una repetición electoral. En el acuerdo suscrito la semana pasada se incluye la aprobación de una ley de lucha contra la violencia intrafamiliar "para promover medidas preventivas y dotar de una protección adecuada a sus víctimas", y la "actualización" de la ley de violencia de género autonómica de 2010. Una de las más avanzadas y que acredita la condición de víctima a las mujeres que sufren esta lacra.
Mañueco pasó un mal trago intentando justificarlo. "Lo importante no es como se llama, sino en qué va a consistir", mientras se comprometía a que ambas normativas van a convivir en la región . Ayer su nuevo socio de Gobierno envalentonado por este giro del nuevo PP de Feijóo, apretaba las tuercas y no garantizaba que la ley de violencia de género no termine engullida por la intrafamiliar. Otro quebradero de cabeza para Feijóo que le tocará gestionar ya como presidente del PP.