El 22 de julio, Pedro Sánchez se enfrenta a su investidura a pecho descubierto. Tiene de plazo hasta ese día para cerrar los acuerdos, pero en este momento ningún grupo político importante ha anunciado que le va a apoyar, salvo el socialista. Si Sánchez no logra convencer a alguno, no podrá ser Presidente.
Un Gobierno de progreso, con medidas sociales que compensen los desequilibrios económicos. No salirse de los límites de la Constitución con los independentistas pero no cerrar los contactos y el diálogo. Posibilidad de incorporar a independientes de reconocido prestigio a su Gobierno sugeridos por otros grupos, en especial por Podemos. Lo que el PSOE denomina Gobierno de cooperación.
Hacer un Gobierno de coalición como le pide Podemos. Iglesias le ha pedido ir a la investidura con esa coalición y someterla a la votación de sus señorías. Es posible que esa fórmula obtuviera el aprobado, pero en el PSOE no quieren a miembros de Podemos en el Consejo de Ministros. “No podemos incluir a personas que son partidarias de la autodeterminación”, nos ponen como ejemplo.
Que Ciudadanos se abstenga. Por sorprendente que parezca, en Moncloa apuestan porque al final, Rivera va a cambiar de opinión, empujado por una ley de la gravedad que le va a llevar a ceder en su postura de negar a Sánchez, incluso la posibilidad de sentarse juntos. De este modo, los votos de ERC y Bildu no serían necesarios y se evitaría que el ejecutivo estuviera en manos de los independentistas. Esa abstención permitiría a Sanchez un Gobierno de geometría variable, pactando unas veces con unos grupos y otras, con otros, en función de los asuntos que quiera sacar adelante.
En el PSOE saben que ambos grupos son proclives a investir a Sánchez, pero no quieren contar con ellos. Recuerdan que les tumbaron los presupuestos y creen que no se pueden fiar. No quieren depender toda la legislatura de ellos. Piensan que les desgastan más que les ayudan.
Pablo Iglesias ha apostado fuerte por el Gobierno de coalición. Sabe que entrar en el Ejecutivo en estos momentos sería histórico: el primer Gobierno que no es monocolor en la historia de la democracia española. Lo lograría en un momento delicado para su formación, en pleno retroceso electoral y con la amenaza de que Errejón le abra una sucursal al lado. Sin embargo, la negativa de Sánchez parece firme y le queda poco margen. En esta situación, Iglesias tiene tres opciones:
Aunque desde Moncloa esperen que Cs va a cambiar a última hora de posición, Rivera está muy firme. Ha llegado demasiado lejos en su apuesta como para virar en redondo en estos momentos. A Rivera le están presionando desde muchos sectores, pero él tiene claro que no va a pactar con Sánchez ni va a ser quien permita que gobierne. Veremos.
Casado no se siente concernido. Desde el PSOE también le piden que sea él quien se abstenga para que no haya un Gobierno rehén de los independentistas, pero Casado cree que no es él quien debería hacerlo. Como ya hizo Sánchez en su día, Casado cree que el PP es la alternativa al PSOE y los socialistas deben buscar sus apoyos en otro sitio.
Si. Negarlo en la actual situación es mentir. No hay nadie de los responsables políticos que hemos consultado que digan que las quieren, pero todos están haciendo cálculos. Los que más, los socialistas. Sus analistas demoscópicos ven que serían los grandes beneficiados en una repetición electoral. Sin embargo, reconocen el riesgo de los imprevistos y son muy cautos. En el PP también ven que otras elecciones les vendrían bien a sus intereses. El desgaste de Vox y Cs en las negociaciones locales y regionales les beneficia. El bipartidismo imperfecto avanza.