La historia de Mahmoud, Mari Cruz y Alejandra, entre los españoles que no abandonan el Líbano
Mahmoud Choucair es un médico español de origen palestino que trabaja en el hospital americano en Beirut
“Si yo soy médico para tomar un café en la Puerta del Sol, también soy médico para oír las bombas de Beirut y estar en urgencias”
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De los 1.000 españoles que viven Líbano, solo una cuarta parte ha salido del país huyendo de la guerra y ha regresado a España. La mayor parte se han quedado allí a pesar del riesgo que corren por su compromiso con el país. Muchos por arraigo, porque llevan allí muchos años, pero otros por entrega a su trabajo y a la población que está sufriendo.
Mahmoud Choucair es un médico español de origen palestino. Trabaja en el hospital americano en Beirut y solo hay una razón por la que no se ha marchado: “Si yo soy médico para tomar un café en la Puerta del Sol, también soy médico para oír las bombas de Beirut y estar en urgencias”
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En más de 40 años de profesión no ha visto imágenes peores que en esta crisis. “Llegar a urgencias jóvenes, niños, con manos mutiladas, que faltan dedos, que bombardean con fósforo blanco que está prohibido”.
A Rosa Vizoso, su mujer, la guerra la pilló de visita en Madrid. En el Líbano crio a sus hijas, a veces entre bombas. “Mira, yo decía: que yo me muera, pero que a mi hija no le pase nada”, cuenta.
“¿Cómo hemos aguantado tanto?”, se pregunta, reconociendo la labor de Mahmoud: “Me siento orgullosa de que ayude a la gente. Ojalá yo fuera médico”.
Las hijas de Mari Cruz de la Torre son médicos
Por eso se queda Mari Cruz de la Torre, una española que lleva toda la vida en el Líbano. Tiene 84 años y ha trabajado 30 de ellos en el Centro Cultural de España, después convertido en Instituto Cervantes. Sus dos hijas son médicos en Beirut.
“Son médicos y no se pueden ir. Estoy mucho más tranquila estando cerca de ellos que alejándome. No tengo miedo porque no sé”, expresa.
Alejandra Salvar trabaja con Cruz Roja
Están acostumbrados a situaciones límite como Alejandra Salvat, de 32 años. Trabaja en el Líbano con Cruz Roja.
“Cada día o cada noche ha sido el peor, pero es que ayer por la noche a las doce todo tembló. Todo tembló durante muchos segundos”.
En esos momentos, lo que hace es “a veces comunicar con la familia y decir: estoy bien. Mamá, estoy aquí”. “Vamos a seguir hacia adelante, pero que si esto se complica a mí me van a tener de vuelta”, dice.
Sus ganas de ayudar superan al miedo.
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