Los agentes tuvieron que mirar dos veces por el objetivo para creerlo. Pero allí estaba C.J.P.A, el presunto narco conocido como El Rubio, subido a un toro mecánico y cargando un palé de bidones en un camión. Los investigadores de la Policía Nacional tenían la sospecha desde hacía al menos un mes de que El rubio y su compañero canario andaban en algo raro. Viajaban mucho a la península, hacían largos trayectos por carretera, y sobre todo, cargaban grandes cantidades de productos químicos en camiones desde Madrid con destino a Galicia. En cualquier caso, estaba claro que El Rubio no estaba trabajando de manera legal, sobre todo porque tenía concedida una “incapacidad absoluta” por los médicos con la que cobraba una pensión de dinero público desde hacía tiempo. Una imposibilidad para ejercer cualquier trabajo, por problemas de salud, que no le impidió liderar presuntamente el montaje del mayor laboratorio de cocaína de Europa, descubierto en Cotobade (Pontevedra) y para el que fue necesario mover 23 toneladas de precursores tanto sólidos como líquidos, capaces de cocinar 200 kilos de cocaína al día.
Según ha podido confirmar NIUS, la operación arrancó en septiembre de 2022 cuando los expertos anti-droga de Las Palmas alertaron sobre los extraños viajes de un presunto narco apodado El Flaco y de uno de sus socios . Los dos eran viejos conocidos de los agentes ya que habían sido investigados en una operación anterior llamada market; un intento de entrada de grandes cantidades de drogas por los puertos de Las Palmas y Almería, además del Aeropuerto de Barajas. En aquellas fechas, la investigación culminó con la localización de tres toneladas de coca en el puerto colombiano de Cartagena de Indias, por lo que la droga nunca llegó a España. Sin embargo los investigadores sospechaban que parte de esa coca era para El Flaco y su gente, que operaban con una empresa naviera.
En aquella ocasión, la droga estaba oculta en sacos de fertilizante. Ahora, los agentes trabajaban con la sospecha de que los dos narcos canarios habían optado por otro método: el de meter en Europa la base de cocaína disuelta, que es más fácil de ocultar, y cocinarla después en suelo español para su distribución. Y para eso, necesitaban montar un gran laboratorio en algún punto de la península. La investigación quedó entonces de la Fiscalía Anti-Droga, que trasladó en caso en forma de querella a la Audiencia Nacional en octubre del año pasado.
Desde entonces, los agentes de la especializados en el tráfico de drogas siguieron en secreto los movimientos de los dos presuntos narcos, y verificaron la presencia de un tercero. Fue entonces cuando localizaron en un hotel de Madrid al presunto traficante de baja laboral. A El Rubio, aquel al que muchos conocen también como El Toba, y sobre todo, el hombre que fue suegro de uno de los narcos más históricos de Canarias según los informes de la Policía Nacional, conocido como El Nene. El Rubio, nacido en diciembre de 1975, también tenía contactos en el puerto de Las Palmas. De hecho, su último empleo conocido antes de recibir la “incapacidad absoluta” fue una empresa de estibadores con sede en la isla.
La madeja entonces comenzó a crecer. El Juzgado de Instrucción número 2 de la Audiencia Nacional se hizo cargo del caso, que quedó en manos del Grupo 32 de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (UDYCO) de la Policía Nacional, o lo que es lo mismo, el equipo especializado en la investigación de laboratorios clandestinos en suelo español. Ellos comenzaron los seguimientos, pidieron el pinchazo de seis teléfonos, balizaron varios vehículos sospechosos y monitorizaron lo que pasaba dentro de una nave industrial de Mourente (Pontevedra) donde los agentes sospechaban que guardaban parte de las sustancias para dejarlas “enfriar”. Es decir: para tenerlas custodiadas hasta el momento de que fueran necesarias en el laboratorio clandestino.
Según sus primeras pesquisas, la red hacía servir para esto y como primera etapa un chalé en Colmenar Viejo donde se almacenaban en un primer momento las sustancias controladas. Allí grabaron al Rubio y sus colaboradores cargando palés en el camión a pesar de estar de baja por incapacidad (doce en total, de media tonelada cada uno), y pudieron comprobar que tenían dos grandes cubas de 1.000 litros de capacidad. Eso hizo pensar a la Policía que los investigados tenían en mente algo grande. De forma paralela, las pesquisas confirmaron que el grupo estaría moviendo la droga de un cártel cinculado con un conocido narco colombiano, apodado El Coletas, detenido en España en 2018 y acusado de exportar grandes cantidades de cocaína en Estados Unidos. El narco ya no estaba, pero tenía todavía a uno de sus familiares afincado en Madrid. Dos de sus hombres, apodados Sobrino y Karina, serían quienes dieron a los narcos canarios la orden de instalar el laboratorio en suelo español, en una reunión ocurrida en Cancún en noviembre de 2021.
El 15 de noviembre de 2022 se produce otra fecha clave, ya que los investigadores detectaron la llegada al chalé de Pontevedra de un grupo electrógeno de gasóleo. Para los expertos en este tipo de instalaciones, la presencia de esa máquina fue un hecho determinante, ya que los laboratorios clandestinos “no pueden funcionar con la potencia eléctrica que normalmente se contrata para una vivienda”, según explican en sus informes como Policía Judicial. Los funcionarios de la UDYCO detectaron además una nueva alianza entre la organización, esta vez con cocineros mexicanos, que serían los encargados de mantener en funcionamiento el laboratorio las 24 horas del día cuando estuviera operativo, con capacidad para procesar 200 kilos de pasta base al día. Algo nunca visto en suelo europeo.
De forma paralela, la Policía Nacional detectó que los narcos estaban preocupados por la llegada de un contenedor procedente de Colombia. El envío había sido parado en el puerto portugués de Leixoes (Oporto) y tenía dentro una máquina trituradora de piedra, destinada supuestamente a una cantera e importada por una sociedad de un empresario del País Vasco. Sin embargo, los investigadores sospecharon desde el primer momento que la máquina venía ya “preñada” de origen con una importante cantidad de droga que debía surtir al laboratorio. La dirección anti-narcóticos (DIRAN) de la policía portuguesa trabajó de forma conjunta con la española y vigiló el contenedor, mientras grababa los movimientos de los principales investigados, tal y como reflejan las imágenes que aparecen en este reportaje.
Finalmente, la máquina fue liberada en el puerto y trasladada por los investigados a la nave industrial que servía de almacén intermedio en Pontevedra. Allí los agentes pudieron ver el directo los trabajos de los presuntos narcos para desmontar con radiales una parte de la máquina y sacar la droga que contenía oculta, en grandes bolsas de color blanco. Además, captaron conversaciones en las que los presuntos líderes del operativo hablaban de forma abierta sobre la forma en la que habían ocultado la droga: "Oye amigo, y una pregunta, en lo que están rajando ahí ustedes ahora. ¿En base, qué viene mitad en ese y mitad en lo otro?, ¿o no saben qué cantidad viene en uno y qué cantidad en otro?”, preguntaba uno de ellos, en referencia a que la cocaína estaba oculta en dos grandes piezas con forma de cilindro, dos rodillos para triturar la piedra. “Pues le llenaron los dos al tope para hacer los 1500- 1600".”¿700 y 700?" repregunta el narco: "No, porque uno es más grande y otro más pequeño [...] Tiene que estar petado, que si no se ven huecos en eso”. Para facilitar el trabajo, los narcos mexicanos desplazaron a España a dos de sus hombres. El primero, apodado El Ingeniero, debía ser la persona encargada de la operación de extracción de la droga, escondida en un gran cilindro tal y como reflejan las imágenes. El segundo, al que los otros investigados apodaban El Notario, era el encargado de dar fe a la organización de que la droga había llegado sin sobresaltos.
Tras varios meses de investigación y la confirmación de la entrada de la droga, el juez Ismael Moreno autorizó la detención de 18 personas y 14 registros, entre los que estaban la nave industrial donde los investigados guardaron la máquina importada de Colombia y el laboratorio clandestino montado en un chalet de Pontevedra. En la nave de Mourente, encontraron una tonelada de cocaína en pasta base, de los que 350 kilos estaban todavía ocultos en uno de los rodillos y otros 750 guardados en sacos blancos, escondidos en una trampilla del local. En el laboratorio oculto, los agentes localizaron 51 kilos de clorhidrato de cocaína listos para su distribución, 100 kilos de coca en pasta base y aproximadamente 20.000 litros de precursores y sustancias químicas. Además, los agentes requisaron otros 100 kilos de droga en una furgoneta de mensajería que los narcos utilizaban para realizar portes sin ser detectados.