"Prostituta", "criada" o "seductora" son algunas de las 20 acepciones que la Real Academia de la Lengua Española incluye en su definición de mujer. Es uno de los ejemplos con los que la fiscal Inés Herreros defiende la necesidad de que en nuestra sociedad, en nuestras leyes, y en el mundo jurídico se aplique la "perspectiva de género". Se trata de implantar una mirada a las situaciones, que nos saque de los estereotipos aprendidos por la educación "heteropatriarcal".
Herreros es presidenta de la Unión Progresista de Fiscales (UPF) y está especializada en violencia contra las mujeres. Desde ese ámbito, tiene especialmente clara la necesidad de que todos los operadores jurídicos se formen en la perspectiva de género, que no es "ni un capricho ni una moda", sino una obligación legal. Pero insiste en que la necesidad de su aplicación no es sólo para asuntos de violencia de género o para casos de agresiones sexuales: "Es absolutamente transversal", afirma.
Ella asegura que la interiorización de ese concepto le ha hecho "deconstruirse eliminando los estereotipos de género, lo que es directamente proporcional a la mejora de la calidad como jurista". Pero para eso -añade- es clave la formación de todos los operadores jurídicos.
Esta misma semana, la Fiscalía General ha inaugurado su segunda edición de un curso para que los miembros del Ministerio Público se formen en esta materia. Estarán cuatro meses adquiriendo herramientas que, a su juicio, los convertirán en mejores juristas en todos los ámbitos.
Pregunta: ¿Qué es la perspectiva de género?
Respuesta: Es una obligación legal, no un capricho o una moda, que tienen todos los operadores jurídicos para aplicar la norma y analizar la realidad sobre la que se aplica. Se trata de detectar los prejuicios de género para poder superarlos y aplicar la norma en condiciones de igualdad.
P.: ¿Y eso cómo se traduce en los casos del día a día?
R.: Lo que supone aplicar la perspectiva de género es superar los prejuicios con que se tildan a las mujeres. Históricamente se nos ha calificado de muchas maneras, como “malvadas, interesadas, protectoras o locas” y se trata de eliminar esa visión. También nos permite comprender que una víctima, a lo largo de todo el procedimiento puede traslucir o dejarnos ver el catálogo completo de las emociones. Unas vienen con rabia, otras con tristeza, otras con miedo, otras con valentía, otras con apatía, y todas son igualmente víctimas. El jurista debe entenderlo para abordar el caso: ¿Por qué no vamos a creer a mujeres que vengan con valentía y empoderamiento a denunciar un delito de violencia de género?".
Hay un ejemplo muy gráfico. A la mujer, históricamente, se le ha prohibido todo. No podía tener una cuenta bancaria sin permiso de su marido, no podía trabajar, no podía estudiar lo que quería, y después se la criticaba diciendo que buscaba un marido rico que la mantuviera.
Pues bien, eso ha llevado a que muchas mujeres víctimas de distintos delitos renuncien a sus indemnizaciones cuando denuncian. Lo veo a diario, y ocurre porque la mujer no quiere que se la tilde de "interesada", levanta la bandera de querer buscar justicia, y renuncia a una parte de esa justicia, que es la reparación.
Por eso la importancia de la formación, porque hay que entender el histórico para saber por qué pasan esas cosas. Renuncian para que su testimonio sea más válido.
Más ejemplos: para la RAE, los términos padre y madre son equiparables. Pero en la vida no es lo mismo. A una madre se le exige mucho más que a un padre para ser considerada "buena madre". Pues bien, eso puede tener consecuencias en un procedimiento de familia, porque a una mujer que como madre haya huido de los estereotipos se la puede acabar considerando mala madre y perjudicarle en una custodia.
P.: ¿Y en las agresiones sexuales?
R.: Ahí ocurre algo tremendo. Los delitos contra la libertad sexual dejan secuelas que pueden provocar disfunciones sexuales. Pues bien, en esos casos las responsabilidades civiles para las mujeres son irrisorias, porque son femeninas. Una disfunción sexual provocada a un hombre supondría una indemnización mucho mayor.
Recuerdo un caso en Portugal que nos contaba la Fiscal de Sala contra la Violencia sobre la Mujer, Teresa Peramato. Se trataba de una mujer de 50 años sufrió disfunciones sexuales. Pues bien, la indemnización que se puso fue de 50.000 euros porque se consideró que a esa edad su vida sexual ya no era importante.
El Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo corrigió aquella decisión, al decirles a los jueces que en los casos de disfunción sexual masculina, con hombres de entre 55 y 59 años se les había indemnizado con entre 100.000 y 224.000 euros al considerar la disfunción eréctil de “golpe tremendo” y “trauma mental grave”.
A raíz de aquello me di cuenta de que las disfunciones sexuales no aparecen en el catálogo de secuelas femeninas.
P.: Describía la perspectiva de género como una obligación. ¿Dónde está marcada esa obligación?
R.: En muchísimos sitios. En la Constitución Española viene recogida en artículos como el 14 o el 9.2, que consagran la igualdad de todos los españoles, la no discriminación y la responsabilidad de los Poderes Públicos de promover las condiciones para que esa igualdad sea efectiva.
Pero también estamos obligados por la Declaración Universal de los Derechos Humanos o por los convenios que nuestro país ha firmado fuera de nuestras fronteras.
P.: ¿Y se aplica realmente?
R.: Bueno, ya hemos superado la fase de considerarlo un "capricho". Desde hace tiempo encontramos sentencias de la Sala II del Supremo donde se introduce y aplica el concepto. Aun así, es verdad que el estudio sigue siendo pionero y tendrá que tener un reflejo en las oposiciones y las universidades.
Una vez que sabemos que es una obligación legal, estoy convencida de que no se puede aplicar si no se estudia y por eso tiene que ser objeto de estudio para todos los juristas. Por un lado para conocer el acervo que nos obliga a aplicarlo, y por otro lado, porque estamos tan imbuidos de la ideología patriarcal que necesitamos parar, examinar, auto examinarnos y ver lo que nos rodea.
P.: ¿Todos estamos imbuidos?
R.: Todos hemos bebido de la cultura patriarcal, lo vemos en las religiones, o en la filosofía que hemos estudiado, siempre hemos estudiado a filósofos hombres, que además eran machistas y misóginos.
En cuanto a la historia, más de lo mismo. Siempre hemos estudiado la que han construido los hombres y en la que se ha ocultado la vida de las mujeres y sus logros. Pero no sólo porque tengan gestas que no se han contado, sino porque el ámbito doméstico también era historia. Se nos ha ocultado lo que había, cosas como la prohibición de estudiar para juezas y fiscalas. Se hablaba de cosas como el sufragio universal y hasta ahora no se ha enseñado que se trataba de universal... masculino.
Y luego está el lenguaje, que está construido por los hombres y eso es un problema. Hay que estar enfermo para destacar, en la definición de mujer, acepciones relacionadas con la prostitución, las tareas del hogar o el sexo. Esto es un símbolo de la RAE, que ha hecho mucho daño a las mujeres y no ha pedido perdón.
P.: ¿Y en el mundo jurídico?
R.: Los juristas estamos construidos en nuestra forma de ver el mundo, y ahí entra todo lo que hemos mencionado. También la cultura, que ha sido patriarcal. Ahora empieza a despuntar otra cultura más igualitaria, pero fundamentalmente la consumen mujeres.
El caso es que los juristas y las juristas también estamos muy imbuidos en esos estereotipos y es muy necesario que nos sentemos a estudiarlo. Si no, nos podemos equivocar.
La perspectiva de género para el jurista es trasversal. En nuestra consideración de ciudadanas y ciudadanos del mundo, pero también en cuanto a las disciplinas jurídicas. Sirven para cuestionar y cuestionarnos. Nos exige valentía, pero nos ayuda a ser mejores profesionales.
P.: ¿Los hombres y las mujeres son igual de sensibles a la perspectiva de género?
R.: Yo creo que la implicación intelectual puede ser la misma, pero es verdad que las mujeres sufrimos los sesgos en nuestra propia piel y eso hace que quizás tengamos más sensibilidad para detectarlo.
En cualquier caso, en mis inicios en la carrera, lo que tenía eran referentes masculinos. Después empecé a relacionarme con mujeres juristas soy consciente de que fue ahí cuando nos encontramos con que teníamos preocupaciones similares que estaban relacionadas con la discriminación de género.
Ahí empecé a detectar mi necesidad de ponerme a estudiar para poder ser una buena jurista y como decía, esa deconstrucción supuso otra reconstrucción a la par que me hizo mejor jurista.
P.: ¿Hemos cambiado mucho?
R.: Hay diferencias en la educación y diferencias generacionales, pero nuestra cultura sigue ahí. Te puedo decir que en los tres últimos años -desde la llegada de Dolores Delgado- la Fiscalía General ha hecho un esfuerzo muy importante en ese sentido.
Ella defendió que la perspectiva de género debía ir en las oposiciones. Y en cuanto a la carrera, sólo hay que ver los datos. En los últimos tres años, los puestos directivos ocupados por mujeres son la mitad, y en los últimos tres años, su presencia en los cargos de responsabilidad de la Fiscalía ha subido en 10 puntos.
* Según datos distribuidos este miércoles, 8 de marzo, las mujeres fiscales de Sala, jefas Superiores, Provinciales o jefas de Área son 59, el 48% de los 124 que ocupan jefaturas. Hace tres años suponían un 38%.