El diario secreto de los narcos del Estrecho: “Sacamos 250 euros por cada kilo”
La Justicia francesa pinchó durante tres meses un sistema de comunicaciones que los narcos de todo el mundo consideraban indescifrable
La Guardia Civil obtuvo así las conversaciones más explícitas de los capos del Estrecho, donde planifican sus envíos, hablan con proveedores marroquíes y comparten información sobre precios y movimientos policiales
Las conversaciones reflejan como las “collas” españolas del Estrecho fletan cargamentos para grandes mafias de toda Europa a cambio de una comisión y culpan a la Guardia Civil y los “hijos de puta de la prensa” de la “alarma social”
Las conversaciones son el registro digital del tráfico de hachís en España al descubierto. Un diario de charlas, negociaciones explícitas, planes para alijar importantes cantidades de droga más allá de las costas andaluzas que la Justicia francesa obtuvo entre abril y junio de 2020 cuando logró infiltrarse en los servidores de Encrochat, un sistema de comunicación cifrada que las organizaciones mafiosas de todo el mundo consideraban indescifrable.
Ahora, y según ha podido confirmar NIUS, las conversaciones enviadas desde Francia a la Fiscalía Anti-Droga espapola servirán para apuntalar una segunda macro-causa contra los “fleteros” de la droga en el Estrecho, que tiene en el punto de mira de nuevo a Antonio Tejón, uno de los hermanos que presuntamente lideran el “Clan de los Castaña”. El presunto narco no es el autor de los mensajes, ya que se encontraba en prisión preventiva en ese momento, pero los agentes de la Guardia Civil identifican como uno de los principales interlocutores a uno de sus supuestos lugartenientes, que estaba en libertad en ese momento y operaba en la red oculta con el sobrenombre de "LaPlaya".
Así, las conversaciones intervenidas y las imágenes enviadas, que ilustran este reportaje, dibujan una línea de cooperación entre los distintos grupos que operan en la zona de La Línea, que colaboran y planean envíos de mercancía conjuntos y ofrecen sus servicios de porte a modo de cártel a otros narcotraficantes para mover la mercancía por el Estrecho. “Yo soy fletero, mi trabajo lo he hecho”. “Yo solo quiero quitar gente. Nada más. ¿Tú sabes lo que es aguantar 60 puntos, 20 de tierra, tripulación, 4 chóferes, guardería, reposo, entregas. Todos vienen a mi [...] Por trabajo me pagan 30.000. Diez para mi, diez para otro que tengo y diez para otro más”, explica uno de los narcos, que mueve también sus propias cajas en algunos envíos: “Ahora cinco cajas pago todas mis cosas. 120 pavos”.
“Necesito alguien para mirarme un barco, si tiene lapa o no”
Uno de los principales miedos de los narcos es que las embarcaciones que utilizan hayan sido balizadas, es decir, que los agentes hayan instalado con autorización judicial un sistema oculto de seguimiento en sus lanchas para conocer sus movimientos. “Necesito alguien para mirarme un barco, si tiene lapa o no. Necesito que me lo miren. Lo tengo en la nave metido en Sevilla”, escribía uno de los narcos, vinculado supuestamente a Los Castaña. “Le he mandado unas antenas por MRW, mañana estaré en la tienda para dártelas. Según acabe el estado de alarma lo que necesites”, decía el proveedor sobre la tecnología de detección que solicitaba el narco para detectar las balizas. “Lo voy a usar ya, esto no va a terminar hasta mediados de mayo mínimo”, decía el capo, que quería confirmar que la lancha estaba limpia antes de echarse al agua en plena pandemia.
Pocos días después, los narcos de La Línea deciden esperar, ya que los inhibidores que les han mandado no “valen para la lapa nueva de los azules y los verdes”. “Vamos a arriesgar para que nos cojan que dios no quiere, y nos mezclen con gente que no tiene nada que ver con nosotros”, escribían. “Mejor esperamos dos semanas y vamos limpios”. La respuesta de su socio es clara: “No puedo esperar tanto hermano”. Poco después, uno de los investigados envía la siguiente imagen, buscando balizas ocultas en su coche.
Un coche con “boquetes” para esconder “un millón”
En ocasiones, dedicarse al narcotráfico supone mover grandes cantidades de peso. Desde las “500 garrafas” de gasolina que según sus propias charlas necesitan los lancheros para varios portes como las más de dos toneladas que puede llegar a pesar un cargamento recién llegado de Marruecos. Por eso, los traficantes modifican las suspensiones de sus furgonetas para que no bajen demasiado, y el descenso de la cabina no sea un indicativo que llame la atención de los agentes en la calle: “La tengo preparada para que no agache ni nada”, explica uno de los investigados sobre una furgoneta que utiliza para surtir sus lanchas de gasolina.
En otra de las conversaciones, uno de los líderes de una “colla” de La Línea habla directamente de los coches con compartimentos ocultos que utilizan para mover el dinero. “Han tenido que meter el dinero por todos lados. En un boquete entra un millón. En (billetes) de 20 y 50, que ya lo he metido”. “Mete a dos niños hermano, con escopetas o pistolas”, mantiene otro de los investigados en otra conversación, sobre la forma óptima para custodiar las lanchas. “Yo sí tengo armas”. En el terminal de otro de los investigados, los agentes localizaron un vídeo donde envasaba fajos de dinero al vacío.
200 kilos a 1.800 euros cada uno y una deuda de 3,2 millones
El mercado de la droga en el Campo de Gibraltar también tiene sus precios: 1.800 euros el kilo cuando el hachís se compra a uno de los principales proveedores. “Tengo un amigo en Portugal que necesita cosas. Hash. [...] Pues eso, busca 200 kilos”. “Hay, pero 1.800”.
Las conversaciones que investiga la Guardia Civil reflejan además un enfrentamiento entre distribuidores marroquíes y los equipos de pasadores del Campo de Gibraltar, ya que los vendedores africanos adeudan 3,2 millones de euros a la red por sus portes. “Con lo que me debes y me dices que no. Yo no sé cuánto pensáis quitar de la cuenta. Nosotros hemos cumplido. 3.200.000. Te he dicho paga 2.000.000 y te quito el problema”, afeaba uno de los capos a un interlocutor llamado en Encrochat “RegentSoldier”, y que los investigadores asocian con un importante proveedor marroquí.
La solución que aporta el grupo español es que los marroquíes entreguen una parte de la mercancía gratis en sus envíos hasta saldar esa deuda. “Que piensa darme de cajas, 120 cajas. ¿Cuánto metes para nosotros? [...] Hemos trabajado mucho amigos y siempre he dado la cara para que contéis vuestro dinero los primeros siempre. Ahora corren otros tiempos. Se le gana a un kilo 250 euros”.
En otras ocasiones, es la propia organización la que paga en producto a sus pasadores, que pueden decidir si vender directamente sus cajas o ponerlas en circulación por medio de otras mafias. Para diferenciar el contenido dentro de la misma partida, los fardos se marcan con distintas siglas: “Amigo, van a cargar tus cajas. Las tenemos vendidas. 1.600 ahí en el sitio de trabajo. ¿Las quieres vender ahí o las quieres bajar?”, pregunta uno de los narcos de la zona de San Roque. “Otra cosa… tienen transporte para mandar a Francia. Camión grande. [...] tengo transporte también para Inglaterra y tengo igual para Holanda”.
“¿Y la gente presa quién la mantiene?”
Las conversaciones entre los narcos reflejan que el trabajo de Policía y Guardia Civil en la zona empieza a pesar en sus finanzas. “No tiro nada al agua. ¿Qué hago si me cogen en guardería? ¿Y la gente presa quién la mantiene? Yo con una condena, o no sabes que he estado en busca tres meses. He salido sin fianza pero así está el problema. Prueba alguna hay, cuando vengas te la enseño”.
En otros casos, se dan explicaciones del cargamento que ha caído al mar y el dinero que han perdido: “Siete están en Marruecos y una ha entrado bien. Las demás las han tirado al mar. Han tirado 30 cajas. De las nuestras solo se ha salvado una. Te la vendo mañana o pasado y te llevo todo el dinero”, explican los narcos en otra ocasión. Poco después, es el propio traficante el que relata el encuentro de la lancha con los agentes españoles. “¿Qué ha pasado con los pobres tripulantes? Porfa, dime si están bien”. “Se han tirado del barco en Tarifa hace un rato. Han partido el globo entero, por eso han tirado las cajas, porque al revirar la patrullera por el lado oeste se ha roto totalmente. Entraba agua y se escoraba, y las cajas al agua. Y encima hay un temporal de levante de fuerza siete. No han podido hacer más dicen, llegando de lejos con el temporal fuerte hasta España. Son unos profesionales”.
“Me ofrecen en Santa Pola”
Las conversaciones mantenidas por los teléfonos encriptados reflejan un mundo donde los narcotraficantes utilizan a las “collas” del Estrecho para descargar su mercancía a cambio de una comisión. Pero son los hombres sobre el terreno quienes deciden en qué playa se hace el desembarco. “Me dice el chico que no va a poder echar el coche por donde iba a tirarla hoy”, explica uno de los traficantes sobre la imposibilidad de alijar ese día en una playa andaluza. “Me ofrecen Santa Pola, en Murcia”,
Además, las conversaciones de Encrochat que investiga la Guardia Civil reflejan cómo los narcos del Estrecho contratan y cuidan a los pilotos de sus lanchas para que estén siempre operativos. Uno de ellos, según las pesquisas del caso, reside en Gibraltar, y se traslada a España cada vez que los narcos tienen necesidad de que pilote. “Te sacamos para montarte mañana”. “Vale, pues voy para mi casa a coger el bolso y llama al carro. ¿Me voy a montar esta noche?”, pregunta el piloto, de origen británico y que habla con el apodo cifrado de Ciudad de Dios, una favela de Río de Janeiro famosa por su delincuencia. “Te pongo una moto para recogerte”.
El rastro de Los Castaña y los “hijos de puta de los periodistas”
Según los investigadores, la mayoría de las conversaciones incautadas pertenecen a personas que participan presuntamente en los alijos del llamado Clan de los Castaña, liderado por los hermanos Francisco y Antonio Tejón. Cabe recordar que ambos protagonizaron ya un macro-juicio con más de medio centenar de acusados, del que todos resultaron absueltos menos Francisco, considerado el líder del grupo y condenado por guardar presuntamente una pequeña cantidad de droga en una de sus viviendas. Algo que Tejón ha recurrido.
En este segundo caso, Policía y Guardia Civil preparan un nuevo juicio con su hermano Antonio como principal investigado y Fiscalía busca ya pactos entre los llamados al banquillo para que la situación vivida en el juicio anterior no se repita. De hecho, los informes policiales vinculan al pequeño de los Castaña con estas conversaciones, pese a que no pudo ser el autor material de las mismas al estar en prisión. Sin embargo, los agentes consideran que hablan de él cuando uno de los capos organiza sus envíos y habla de “su socio” o más concretamente de “El Rata”, sobrenombre con el que según los agentes se le conoce en la organización. En otro momento, uno de los narcos habla de la “fianza” de su socio y del tiempo que le queda en prisión y señala directamente a “los hijos de puta de los periodistas” por generar la “alarma social” que le mantiene preso. Con esos datos sobre la mesa, parece evidente que en cualquier caso, los interlocutores hablan de una figura representativa del narcotráfico en el Estrecho. Días después, uno de ellos envía una noticia con el siguiente titular: "Ordenan la libertad bajo fianza para Antonio Tejón, El Castaña".