Un exasesor de Pedro Sánchez solía medir la política por semanas. Semana blanca o semana negra. Blanca, si el gobierno marca la agenda y puede exhibir triunfos. Negra, si el Ejecutivo se ve arrastrado por sus errores o por los acontecimientos. ¿Qué color deja la semana que termina para el Gobierno?
Empezó con una inflación fuera de control y las hipotecas subiendo sin parar, siguió con el estallido audiovisual del caso Mediador y la marcha a Países Bajos de la sede de Ferrovial y, para rematar, termina con uno de los socios del Gobierno echando sal en la herida abierta por la ley del sólo sí es sí: si no hay cambios, Unidas Podemos votará en contra de la reforma socialista que el Congreso tomará en consideración el próximo martes.
Frente a la negrura de esta primera semana de febrero, el buen dato de creación de empleo en enero, la “normalidad” catalana en la inauguración del Mobile, la entrada en vigor de las leyes del aborto y trans, la oportuna revelación de wasaps del caso Kitchen y la petición fiscal de 15 años de cárcel al exministro del PP encausado por este Watergate hispano son los brochazos blancos que puede exhibir Sánchez. La munición parece escasa en un año electoral, cuando lo que cuenta es ocupar el máximo espacio en el ciclo audiovisual, mantener la posesión de la pelota y poner al rival a la defensiva.
La buena marcha de la economía no garantiza la reelección de un gobierno, pero si va mal lo hunde. Sobran ejemplos. España se ha librado hasta la fecha de los peores augurios, pero la inflación persiste –una subida de un 1% de un mes a otro. Y la subida de tipos de interés para combatirla empieza a asfixiar a cerca de cuatro de millones de familias hipotecadas.
Mientras dure la guerra de Ucrania, los precios no bajarán, decía a NIUS esta semana uno de los mayores expertos en la cadena alimentaria. El Ejecutivo se consuela como mejor puede: la inflación española es la tercera más baja de Europa. Y se agarra a las cifras de un empleo que resiste –no estamos ante un nuevo 2010- y los datos de enero apuntan a un gran año en la primera ‘industria’ del país: el turismo. Pero esta semana los titulares más favorables a Sánchez han quedado sepultados por un locuaz mediador y su colección de fotos de compadreo y jolgorio.
El momento y los ingredientes son esenciales a la hora de potenciar el sabor de cualquier escándalo. Lo sabemos desde el caso Roldán a las tarjetas black o las grabaciones de Correa y ‘El Bigotes’. El caso Mediador no sería igual sin esas fotos "cutres" con prostitutas o el apodo del ‘Tito Berni’ a quien sus conocidos llamaban ‘Juanbe’. Los columnistas salivan con los agudezas lingüísticas que les permite la palabra ‘diputado’.
Falta por saber en qué se sustancian los hechos, pero, durante meses le servirá como munición al PP para atacar a Sánchez por un flanco hasta ahora invulnerable en quien llegó al poder enarbolando la espada flamígera contra la corrupción y ha tenido como bandera el feminismo y la abolición de la prostitución. “El caso afecta a buena parte del Congreso, a uno o dos ministerios y al grupo socialista del Senado”, ha dicho esta semana Feijóo abusando una vez más de la hipérbole que se ha instalado en el debate político español.
El traslado de la sede de Ferrovial a Países Bajos ha pillado con la guardia baja al Gobierno. El momento es clave. Puede que Ferrovial se lleve su sede a Holanda -como han hecho otras muchas compañías europeas- porque allí va a tener un entorno regulatorio más propicio para su holding y, sobre todo, acceso a mejores condiciones de financiación para hacer frente a su deuda e inversiones.
Pero hacerlo tras meses de ofensiva con nombres y apellidos del presidente Sánchez contra ‘los señores del puro’, los grandes empresarios del Ibex35 y los nuevos impuestos a grandes eléctricas y banca no tiene una lectura política inocente. “Si Botín y Galán protestan, vamos en la buena dirección”, dijo el presidente en julio de 2022. Es inevitable que la marcha de Ferrovial suene a revancha de la gran empresa.
Sánchez ha señalado ahora directamente al presidente de la constructora, Rafael del Pino, como un antipatriota que se ha enriquecido gracias a la obra pública española y que hace este movimiento para pagar menos impuestos. ¿Calará el argumento? ¿Será capaz de revertir el golpe a su favor?
El PP camina por una fina línea: critica al Gobierno por “insultar” a los empresarios sin que parezca que se alegra de la decisión o que sale en defensa del tercer hombre más rico de España con buena parte de su patrimonio desde hace años en Holanda.
La inflación, Ferrovial e incluso el caso de Tito Berni pueden encajar en la categoría de ‘imprevistos’. No la ley del solo sí es sí. Es un error no forzado. Desde que el 15 de noviembre -cuando se conocieron las primeras rebajas de penas a delincuentes sexuales-, las semanas negras pesan más que las blancas en el calendario del Ejecutivo.
El próximo martes el Congreso tomará en consideración la reforma propuesta por el PSOE para endurecer las penas. Si no hay acuerdo previo, veremos cómo una ley del Gobierno será modificada por uno de los partidos del Gobierno en contra del otro partido del Gobierno y del ministerio del Gobierno que impulso la ley. De cara a su electorado, ninguna de las dos partes tiene incentivos para ceder, pero el ruido en la coalición también perjudica a ambos, como revelaba un sondeo de GAD3 para NIUS.
Sánchez quería empezar 2023 limpio de polvo y paja. Para despejar el camino electoral, llegó a forzar una reforma express de la sedición y la malversación que desató un ruidoso conflicto con el Tribunal Constitucional –se llegó a hablar de golpe de estado, otra hipérbole.
Pero el camino está resultando más accidentado de lo previsto. Son los “events”, los “imprevistos”. Su gestión es la tarea más difícil de la política, según dijo el viejo primer ministro británico Harold Macmillan, hundido por un escándalo con mucho color y poca sustancia. El arte de la política puede convertir una semana negra en blanca y viceversa. El secreto está en el foco.