Chapista, enterrador y piloto de ala delta: así es Pompeyo, el jubilado terrorista que usó postas de caza como metralla
Con sus conocimientos de chapa, creó presuntamente pequeñas cajas de metal donde comprimía el explosivo para multiplicar su potencia
Se apuntó a cursos de informática hace 15 años y los investigadores creen que se radicalizó solo gracias a internet
En la Audiencia Nacional se negó a declarar, pero cuando fue detenido, aseguró que era inocente: “Dentro de 20 años se probará que os habéis equivocado”
Pompeyo G. tenía un pequeño taller en el salón de su casa. Había una libreta con diagramas sobre un portátil, tubos de metal de distintos calibres, una amoladora, imanes de neodimio, un taladro de pie Proxxon Tbm 220 y cuatro virotes de acero que descansaban sobre él. Allí, los investigadores sospechan que confeccionaba las pequeñas cajas de metal que metía dentro de los paquetes que el jubilado envió prsuntamente cargados de pólvora y postas como metralla al Ministerio de Presidencia, al de Defensa, a la embajada de Ucrania en Madrid y a varias fábricas de armamento españolas en protesta por el apoyo del Gobierno de Pedro Sánchez a Ucrania frente a la invasión de su país por Rusia.
Los agentes llevaban ya semanas con el punto de mira puesto en Pompeyo, después de pasar cientos de horas visionando imágenes de los servidores de Correos. Su trabajo fue encontrar una aguja en un pajar, y una vez conseguido, multiplicarlo por seis. Ese fue el número de paquetes que lograron trazar entre la marea de millones de envíos que suponía la resaca de compras del Black Friday en España. La última semana de noviembre era, sin duda, la peor fecha para buscar un paquete a ciegas por toda España.
Sin embargo, los agentes de la Brigada Provincial de Información de Madrid lo consiguieron. Tanto que dieron con el domicilio de Pompeyo cruzando los datos de los sellos, de las compras de los sobres y de las compras que el jubilado había hecho por internet. Trazaron entonces un perfil del sospechoso. Aquél hombre vivía solo, sin hijos, en una vivienda de Miranda de Ebro. No sabían entonces que Pompeyo había roto relaciones incluso con sus cuatro hermanos, hasta el punto de que la finca que sus padres les dejaron como herencia se había echado a perder prácticamente por la falta de acuerdo entre ellos.
Contenidos pro-rusos desde internet
Ahora, los funcionarios que investigan el caso para la Audiencia Nacional analizan todo el material informático que se llevaron de su casa, (siete tarjetas de memoria, seis memorias usb, un móvil Android y el disco duro de su ordenador portátil) para confirmar o desmentir su tesis: que Pompeyo se radicalizó solo, con una mezcla de soledad, tiempo libre, ansia de conocimiento, acceso a internet y consumo de contenidos pro-rusos en canales traducidos al castellano donde campan las fake news y las teorías de la conspiración contra todo aquel que ose cuestionar la invasión de Ucrania por parte de Rusia.
Tanto es así que el jubilado utilizaba como principal red social un sistema ruso llamado VKontakte. Después, los agentes supieron que Pompeyo había comenzado a estudiar informática con distintos cursos hacía 15 años y que era autodidacta en el resto de sus conocimientos en la red, por la que se movía con soltura y en la que pasaba varias horas al día.
El jubilado detenido fue enterrador antes de convertirse en presunto terrorista. Hizo ese trabajo tanto en el ayuntamiento de Vitoria como en Miranda de Ebro, donde finalmente fijó su residencia. Pero antes, pasó varios años como operario en un taller metálico para la fabricación de coches. Los investigadores sospechan que eso le dio la pericia necesaria para preparar las cartas, de pequeño tamaño.
A eso se unió su curiosidad innata sobre distintos campos. Hacía algunos años que había aprendido a volar drones. Le gustaba el aire y el aeromodelismo e incluso fue, según explicó en alguna ocasión, aficionado al vuelo en ala delta. En su vivienda, los agentes localizaron un dron de DJI, una de las marcas más reconocidas del planeta. Además de la aeronave, el investigado por terrorismo había comprado un mecanismo que facultaba al dron para transportar y soltar pequeños objetos.
Riesgo de nuevos envíos
Cuando los miembros del equipo de Información de la Policía Nacional consiguieron juntar los datos, trazaron el perfil de lo que se llama en el argot un “lobo solitario”. Un hombre que trabaja solo, que abraza con radicalidad una causa y que está dispuesto a atentar por ella sin necesidad de recibir órdenes personales y directas. Son los más peligrosos en cuestión de prevención, ya que no suele haber estructura alguna que detectar. Por eso y con el resto de las pruebas en la mano, los policías pidieron permiso al Juzgado de Instrucción número 4 de la Audiencia Nacional para llevarse una bolsa de basura del investigado con el fin de confirmar si su ADN era el mismo que el encontrado en todos los paquetes.
Pero además de la confirmación de la prueba científica, encontraron algo más preocupante: restos de un elemento empleado en la fabricación de las cartas enviadas a Moncloa o al Ministerio de Defensa. Eso hizo pensar a la Policía Nacional que Pompeyo podría estar preparando nuevos envíos o realizando otros ensayos. Pruebas de artefactos más potentes que podrían ser un peligro tanto para él como para los demás. Por eso, el juez instructor decidió autorizar su detención sin esperar a más pesquisas y reducir así la amenaza para su propia integridad o para terceros.
Cuando la comisión judicial llegó a su casa y le explicó el motivo de su presencia, solo dos meses después de la llegada de las primeras cartas, Pompeyo aseguró con relativa calma era inocente, que no tenía conocimiento de ningún paquete y que los investigadores se habían confundido. Lo que no sabía el jubilado es que la Policía contaba ya con una prueba científica en su contra antes de llamar a la puerta. Ante la Audiencia Nacional, decidió guardar silencio antes de entrar en prisión.