Yassine Kanjaa: el yihadista de la sonrisa que no abre la boca ante la Policía
Tras el registro de su casa, los agentes investigan la compra del machete que usó como arma para conocer el tiempo de preparación del ataque
El terrorista residía en una de las habitaciones de una vivienda ocupada, a 150 metros de la puerta de la primera iglesia que atacó
Tras el atentado fue trasladado a un centro hospitalario. Allí, solo repetía una y otra vez “Alá es grande”
Cuando los agentes de la Policía Nacional sentaron a Yassine Kanjaa en uno de los despachos de la comisaría de Algeciras, se fijaron en la extraña sonrisa que acompañaba su cara, mientras miraba absorto. Le hicieron preguntas, pero el yihadista no contestó. En su pierna izquierda, llevaba todavía una mancha de sangre que sobresalía de un pantalón de chándal blanco; el color que los musulmanes consideran símbolo de purificación. El mismo que suelen usar los mártires antes de cometer atentados. “Alá es grande”. Eso fue lo único que le sacaron, una y otra vez, mientras los investigadores trataban de entender la naturaleza del ataque. “Alá es grande”. Lo mismo que el terrorista repitió en varias ocasiones mientras los facultativos del centro médico le hacían un reconocimiento tras ser detenido.
Los agentes preguntaron. ¿Por qué ese ataque? ¿Alguien le había ayudado? No hubo respuesta. Solo ese frío gesto de media sonrisa y alguna palabra en árabe. Trajeron a una intérprete, una especialista que lleva años trabajando con la policía de Algeciras, casi más investigadora ya que traductora. Tampoco. Pronto le quitaron el pantalón ante la evidencia de huellas de sangre y se lo cambiaron por otro de color negro para acudir al registro de la casa que el detenido habitaba en el número 10 de la calle Ruiz Tangle, a escasos 150 metros de la primera iglesia a la que entró machete y Corán en mano.
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En ese momento, todavía no había arrancado la madrugada y pasaban menos de tres horas desde que el joven de origen marroquí había dado muerte con un machete al sacristán Diego Valencia, había herido de gravedad al párroco de otra iglesia y a otras cuatro personas de consideración más leve antes de ser detenido. Según los testimonios recogidos por los investigadores, Kanjaa miró al cielo y pronunció una frase en árabe en el nombre de Alá antes de terminar con la vida del sacristán, que trataba de escapar del ataque en el centro de una plaza peatonal. Después, intentó entrar en una nueva iglesia, que tenía la puerta cerrada. El auto de la Audiencia Nacional que autoriza el registro de su vivienda refleja que el yihadista estaba tranquilo cuando fue detenido y no opuso resistencia.
La compra del machete
Según las primeras pesquisas, el ataque arrancó pasadas las seis y media de la tarde, cuando el terrorista accedió a la Iglesia de San Isidro y trató de hacer salir a las personas que estaban en el culto mientras les exigía que cesaran en sus rezos. Ante la oposición de los feligreses, el joven marroquí nacido en octubre de 1997 se marchó de allí y caminó los escasos 150 metros que le separaban de la casa ocupada que le servía de vivienda junto a otros tres compañeros.
Allí, los agentes encontraron la habitación que el terrorista ocupaba, entre basura y condiciones infrahumanas. Se llevaron todo el material informático encontrado, el teléfono, y buscaron cualquier posible conexión del detenido con el mundo yihadista. Según ha podido confirmar NIUS, una de las prioridades ahora es confirmar la fecha de compra del machete que el terrorista utilizó para perpetrar el ataque y el método por el que lo obtuvo. Eso podría dar a los equipos anti-terroristas un plazo determinado desde el que Yassine Kanjaa preparaba su ataque. Según las mismas fuentes, no encontraron en la vivienda indicio alguno de que el detenido tuviera algún cómplice, bien en su proceso de radicalización, o bien en la planificación del atentado.
Tal y como avanzó El Confidencial, La Policía Nacional mantiene abierto un procedimiento de expulsión contra el terrorista desde junio de 2022, fecha en la que fue detectada su estancia ilegal en España. Sin embargo, no existe en su historial ningún antecedente policial más, ni detención alguna, lo que indicaría según las fuentes consultadas, que su identificación se debió a un procedimiento rutinario y no a la comisión de ningún delito. En cualquier caso, su expulsión de suelo español no se produjo, ya que Kanjaa no tenía documentación y Marruecos se negó a que fuera retornado al no reconocerle por el momento como un ciudadano suyo.
Camino distinto siguió en 2019, cuando el terrorista entró en Gibraltar de forma ilegal utilizando una moto de agua para cruzar el Estrecho. En esas fechas, tal y como confirmaron ayer las autoridades del peñón a la prensa local, el yihadista fue expulsado de la zona y retornado, esta vez sí, a su país natal.