Se llevan bien, comparten sensibilidad y se respetan como juristas. Pero esta vez, y a diferencia de otras, los magistrados Cándido Conde Pumpido y Mª Luisa Balaguer son rivales y no van de la mano en el TC. Los dos se disputan la presidencia progresista del Tribunal Constitucional y los dos se resisten a dejar de dar la batalla hasta el último minuto. Todo parece depender de un voto, porque lo único que confirmaban las fuentes progresistas consultadas es que ninguno de ellos tenía, a primera hora de la tarde del martes los apoyos suficientes y que por eso habrá "dos candidatos".
Este martes, los siete magistrados del ala progresista se reunían para intentar conseguir un candidato de consenso. Pero no ha sido posible y ambos se han negado a dar su brazo a torcer y dar un paso atrás.
"Mañana se sabrá" contestaban el martes en el TC a la pregunta de si estaba claro quién iba a presidir el tribunal. Mañana ya ha llegado; el pleno es a la una; y todas las miradas se dirigen a la magistrada Mª Luisa Segoviano, recién elegida para ocupar su plaza. La que fuera primera mujer presidenta de Sala del Tribunal Supremo no ha hablado públicamente de su voto, que parece el menos definido.
En el sector conservador, donde hay cuatro magistrados, hay preferencia por Balaguer. Esos cuatro votos más el suyo propio, le darían cinco.
En el sector progresista, es mayoritario el apoyo a Conde Pumpido. Los magistrados Inmaculada Montalbán y Ramón Sáez, que ya estaban en el TC, apuestan por él. También parece que tiene el respaldo de Laura Díez y Juan Carlos Campo, los nuevos miembros elegidos por el Gobierno. Así que también él tendría cinco votos incluyendo el suyo.
Segoviano, pues, podría tener en su mano el voto decisivo y la elección no debe ser fácil para ella: amiga de Conde Pumpido y feminista activa, como Balaguer.
Por su parte, los cuatro magistrados conservadores están de acuerdo en que Ricardo Enríquez, uno de ellos, sea el vicepresidente. Un acuerdo en el sector progresista para repartir entre Pumpido y Balaguer la vicepresidencia podría haber dado al traste con esa propuesta, pero al menos hasta ahora, ese acuerdo no ha existido.
Recordaban los veteranos estos días un antecedente similar en el Tribunal Constitucional. Ocurrió en 2004, en una votación que acabó aupando a la progresista María Emilia Casas a la presidencia del tribunal pese a que todo apuntaba a que el elegido sería el conservador Vicente Conde.
En aquella ocasión, Vicente Conde era el favorito. Además, era el magistrado de mayor edad, lo que en caso del previsible empate le iba a dar la presidencia. El cálculo era que Casas fuera su vicepresidenta, pero como ha ocurrido ahora, poco antes de la elección decidió presentarse.
Tras una primera votación sin mayoría absoluta (necesaria para elección en primera ronda), se volvió a votar. Conde se abstuvo en la segunda votación, pero el apoyo de un magistrado conservadora María Emilia Casas la convirtió en la primera mujer presidenta del Tribunal Constitucional.
El voto que lo facilitó fue de Jorge Rodríguez Zapata, que pese a compartir ideología conservadora con Vicente Conde, tenía una mala relación con él.
Ahora sí se cuenta con que los magistrados conservadores voten a la progresista Balaguer, pero porque no tienen mayoría para proponer a uno de su cuerda. Lo que parecen tener claro en ese sector es que no quieren que Conde Pumpido opte a la presidencia, porque lo consideran demasiado cercano al Gobierno.
El progresismo de Balaguer no lo cuestiona nadie, pero en las filas conservadoras se la considera más propensa al consenso y menos ligada al PSOE de Pedro Sánchez.
Lo que está claro es que ninguno de los dos las tiene todas consigo ni lo da todo por perdido, porque están dispuestos a presentarse pese al riesgo de perder. Él después de ser el "favorito" y ella con los únicos apoyos de los conservadores.
Con este escenario empieza la mayoría progresista que será de siete magistrados frente a cuatro conservadores, hasta que se sustituya a Alfredo Montoya, conservador que se dio de baja por enfermedad.
Cuándo el Senado designe a su sustituto, la mayoría seguirá estando del lado de los progresistas aunque con un handicap, las recusaciones que con toda seguridad se harán sobre Juan Carlos Campo y también sobre Laura Díez. Los dos provienen del Gobierno de Pedro Sánchez, y será inevitable que a la hora de revisar las leyes de este Ejecutivo los recurrentes (como Vox o el PP) no pidan que se aparten de las deliberaciones.
Así que con los dos sectores muy definidos, y muchas leyes importantes en juego (incluidas la Reforma Laboral o la Ley de Eutanasia), se avecina un juego de equilibrios delicados en un tribunal que en los últimos tiempos de mayoría conservadora no ha conseguido ni un ápice de paz, pese al eterno deseo de "consenso" que los magistrados del TC intentan marcar generalmente.