Una bolsa verde, cinta americana y un pestillo: así resolvió la Policía el ‘crimen de la etiqueta’ tras pedir colaboración ciudadana
Los investigadores encontraron en 2021 a un hombre muerto en el pasillo de su casa, amordazado, pero con la puerta de la vivienda cerrada y el cerrojo echado
Solo su madre y sus dos tías sabían que en aquella casa había una caja fuerte escondida con dinero en efectivo
Finalmente, los agentes concluyeron que una prima de la víctima se habría concertado con los tres asaltantes para repartirse el dinero tras el robo
Los primeros compases de la investigación fueron de absoluto desconcierto. Un puzzle donde las piezas no encajan. Por un lado estaba la víctima, Mauri, un hombre frío y reservado al que su familia había encontrado muerto en el pasillo junto a la puerta de su casa. El empresario tenía las manos atadas con una brida, el torso desnudo y magullado, los pantalones del pijama bajados hasta las rodillas y la boca tapada con un trozo de cinta americana negra. Síntomas claros de haber sido torturado.
Pero por otro, la casa estaba cerrada y no había nadie más dentro. Tan cerrada que el cerrajero que dio paso a los agentes tuvo que cortar con una radial el seguro que impedía el acceso desde fuera pese a tener un juego de llaves. Los agentes buscaron por la casa aquel 28 de noviembre de 2021 y encontraron la vivienda revuelta. Había electrodomésticos por el suelo, signos de pelea y un agujero importante en el vestidor de la víctima. Un daño en la madera que indicaba que aquella oquedad mal rematada era fruto de que alguien había arrancado de allí una caja fuerte. En la cocina, quedaban restos del suceso, con varios cuchillos con las hojas dobladas o directamente rotas. Faltaban dos de grandes dimensiones. A cambio, los agresores se dejaron otro cuchillo enorme y con el mango negro. Un mango envuelto en cinta adhesiva, pensado para retirarla después y evitar cualquier huella.
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Los agentes anotaron todo y preguntaron a la madre de Mauri sobre la vivienda. Ella la utilizaba de lunes a viernes junto a su hijo pero solía dejarle espacio los fines de semana. La madre confirmó entonces que en la habitación de la víctima había una caja fuerte donde el empresario guardaba el dinero en efectivo que manejaba como propietario de una inmobiliaria. Además, echó en falta una treintena de perfumes de marca que Mauri tenía sobre una cómoda y confirmó a los agentes que su hijo guardaba además varios relojes de alto valor. Las cajas de algunos de ellos aparecieron también entre el desorden de la cocina.
Antes de enviar los datos al Juzgado de Instrucción número 13 de Madrid, los agentes del Grupo 5º de Homicidios reseñaron un dato importante. La boca de la víctima estaba tapada con un trozo de cinta americana. Pero era la primera sección del rollo, ya que el revés de la cinta tenía todavía visible el precio que la tienda le había puesto con una etiqueta color naranja. “1,80 euros” ponía en aquella pegatina de “Super Bazar”.
No era la única. Además los agentes encontraron en la casa una caja de guantes de latex de 10 unidades. Pero solo había seis dentro. Con eso sobre la mesa, al menos dos personas entraron en la casa a agredir a Mauri. En el costado de la caja, había otra etiqueta de la misma tienda, y también en el salón, una bolsa verde vacía que llamó la atención de los investigadores por estar fuera de lugar.
"Socorro vecinos, ayuda"
Con eso sobre la mesa, las piezas comenzaron a cuadrar. Los investigadores arrancaron con dos tesis: o Mauri se había levantado para cerrar la puerta después de que sus agresores le hubieran torturado para llevarse la caja fuerte y falleció después, o fueron sus propios asesinos los que echaron el pestillo desde fuera gracias a un imán de gran potencia, en una técnica que utilizan algunos ladrones de viviendas cuando no quieren dejar rastro. La autopsia hizo a los agentes inclinarse por la primera, ya que Mauri no tenía ninguna herida mortal de necesidad. Parecía que el empresario había fallecido por un ataque al corazón a consecuencia de la agresión, y que en su último aliento había llegado a cerrar la puerta para que no volvieran a entrar sus agresores.
Además, los investigadores centraron otro dato: solo cuatro personas conocían la existencia de esa caja fuerte. Mauri era una persona reservada. Muy reservada. Tanto que su mejor amigo, aquel al que avisaba por teléfono como medida de seguridad cuando subía a su casa con alguna pareja esporádica, no sabía de su existencia. Según los informes de la Policía Nacional, solo su madre y sus dos tías sabían que escondida en el vestidor había una caja fuerte.
El círculo empezó a cerrarse. Los investigadores revisaron los antecedentes de Mauri, confirmaron que había sido detenido cuando volvía de Holanda en 2019 con 400.000 euros en efectivo y que había sido involucrado en una presunta trama de blanqueo de capitales. En la misma investigación fue vinculada también su prima, que trabajaba como empleada en su inmobiliaria y ejercía de contable. Además, fue detenido también su marido, al que los agentes señalaban entonces como el encargado de reclutar las mulas para esa presunta red. Mauri habría sido una de esas mulas.
Para evitar que las cintas de las cámaras de seguridad se borraran, los agentes peinaron las calles aledañas a la vivienda donde apareció el cuerpo, y se llevaron las de una peluquería ubicada junto al portal. Allí, sobre las 9.30 de la mañana se podían ver tres siluetas pasando ante el objetivo antes de entrar en el inmueble. Los policías asumieron entonces el dato de que eran tres las personas que entraron aquella mañana en la vivienda de Mauri para pegarle, amorzadarle y llevarse la caja fuerte. A esa hora, la vecina de arriba había escuchado a una persona gritar: "Socorro vecinos, ayuda". Ella llamó a Emergencias y la Policía se presentó en la finca, pero los agentes no encontraron nada raro tras acceder a la escalera del imueble y se marcharon sin más diligencias.
Una huella dactilar en una bolsa verde
La colaboración ciudadana dio sus frutos y tras poner un mensaje en Twitter, los investigadores pudieron localizar el establecimiento donde se compró la cinta americana y las bridas para el asalto. Era un bazar de la localidad madrileña de Parla. Pero encontraron un dato más importante. Una huella dactilar que quedó oculta en la bolsa verde de plástico que apareció en el salón. Así los agentes encontraron al primero de los presuntos autores. un ciudadano de República Dominicana con cinco detenciones anteriores en suelo español. Su teléfono repetía según los datos de las operadoras tanto cerca de la tienda cuando se compraron presuntamente esos productos como en la vivienda del fallecido, tanto los días previos a su muerte como esa misma mañana. El cruce de sus llamadas en esos momentos, además de los pinchazos telefónicos señalaron a otros dos presuntos atacantes. Uno de ellos tenía 22 detenciones en España.
Sin embargo, quedaba una pregunta por responder ¿Cómo supieron ellos que el fallecido guardaba una caja fuerte en casa? Finalmente los investigadores apuntaron a su prima, la mujer que trabajaba junto a él en la inmobiliaria, como la presunta inductora; es decir, la persona que puso sobre la mesa presuntamente la posibilidad de cometer el asalto y la información sobre la existencia de la caja fuerte.