El navajazo fue mortal, pero Álvaro, el portero del bar Valhalla, el joven de 29 años años que estudiaba entre semana con la ilusión de ser Policía Nacional, ni siquiera lo sintió. Tanto es así que junto a una amiga, gastó sus últimos alientos en comprobar cuál de los clientes del bar había dejado un reguero de sangre en el suelo, hasta comprobar que el rastro llevaba directo a sus propios calcetines. A los pocos segundos, Álvaro cayó al suelo y fue entonces cuando sus amigos descubrieron una punción un poco más grande que un ojal de una camisa en la parte izquierda de su pecho, entre las costillas. Era un navajazo; la herida que le causó la muerte sin que los servicios de emergencia pudieran hacer nada.
Fuera y según la investigación del caso, a la que ha tenido acceso NIUS, cuatro personas se marcharon del lugar dando un paseo, como si nada hubiera pasado. Todos eran miembros de la misma familia. Un primo y tres hermanos, conocidos en el pueblo por su conflictividad, y con la entrada negada en muchos de los locales de Peal de Becerro por causar problemas. Como ejemplo, en el restaurante que regenta también la familia del pub Valhalla, dejaron sin pagar una factura de 200 euros en una sola comida. Ahora, dos de ellos están en prisión preventiva e investigados por el crimen. Son José y Jesús A, primos y que en sus declaraciones se cruzan señalamientos sobre quién fue la persona que asestó la puñalada mortal al joven Álvaro.
Según la investigación de la Guardia Civil, los cuatro participantes en la reyerta pasaron la noche bebiendo en un parque antes de tratar de acceder sin éxito a varios locales del pueblo. Uno de ellos, Luis, portaba unas muletas ya que tenía un esguince en un pie. Otro, una garrota de madera que la Guardia Civil encontró después en la vivienda donde se escondieron tras el crimen, propiedad de uno de sus tíos. En el salón de la casa, los agentes encontraron además varios cuchillos de grandes dimensiones, al alcance de los detenidos y escondidos debajo de un tapete de ganchillo en la mesa del salón. Pero ninguno de ellos era el arma homicida.
Según varios testigos, la agresión a Álvaro comenzó cuando el joven instó a uno de ellos a no salir del bar con un vaso de cristal, tal y como marcan las ordenanzas municipales. “Tú no eres nadie para decirme si puedo o no sacar el vaso”, declaran los testigos que soltó uno de los hermanos antes de golpear a Álvaro. Llegó entonces un forcejeo, donde según los testigos, la víctima mantuvo la calma en todo momento mientras el dueño del bar y otro cliente separaban a dos de los agresores. Poco después, uno de ellos bajó de nuevo las escaleras que daban acceso al local y le asestó un solo golpe en el pecho antes de subir de nuevo y salir del bar. Pasados unos segundos, Álvaro, compañero en la escuela de uno de los agresores, estaba ya en el suelo, sangrando de forma abundante hasta perder la vida.
Antes, son tres los presentes que relatan cómo uno de los agresores golpeó presuntamente la cabeza de Álvaro contra el suelo, aunque la autopsia no refleja lesiones visibles en la zona: “Me impactó bastante cuando un gitano joven de camiseta blanca cogió la cabeza de Álvaro y empezó a golpear repetidas veces su cabeza contra el suelo, mínimo cinco o seis veces bastantes brutales. Creo que fue con intenciones de matarlo o rematarlo si es que no lo habían matado antes. Lo siguiente que vi fue a Pepe que lo cogió de la lengua para que no se la tragase supongo y Peinado estaba atendiéndolo. Me quedé en shock en ese momento con las manos en la cabeza. Nos quedamos en la puerta sin saber si quedaba alguna posibilidad de que no estuviera muerto".
Según varios testimonios, fue José, uno de los hermanos, quien le asestó la puñalada mortal. Sin embargo, nadie reconoce haber visto con claridad el arma homicida, después de que la Guardia Civil tomase declaración a 55 testigos. Y es aquí donde llega la encrucijada del caso, ya que los dos principales acusados se señalan entre ambos como autores materiales de la agresión fatal.
Tras la muerte de Álvaro sobre las tres de la mañana, los participantes en la agresión se escondieron en la vivienda de un tío suyo, donde fueron detenidos cinco horas después, tras negarse a contestar a las llamadas de la Policía Local con la excusa de que no tenían batería. Según la investigación, uno de los hermanos tenía llaves de la casa, ya que tuvo que residir un tiempo en ella, después de ser denunciado por violencia de género.
Allí, el propietario declaró a los agentes que sus sobrinos habían llegado nerviosos a la casa, y que el primo Jesús les confesó a todos que había “pinchado” al chico, por lo que él les dijo que debían entregarse a la Guardia Civil. En su primera declaración, los tres hermanos detenidos también negaron haber escuchado la confesión por boca de su primo, aunque la reconocieron en una segunda versión. Sin embargo, son una decena de testigos los que mantienen que en realidad fue José quien asestó ese último golpe en el pecho a Álvaro, y no su primo. Ante el juez encargado del caso, Jesús ha negado también ser la persona que empuñó la navaja, aunque el instructor considera que su declaración fue “farragosa y plagada de errores”.
Por contra y tras una primera negativa, José decidió prestar declaración el 18 de julio ante la Guardia Civil de Baeza en dirección contraria e incriminar a su primo. Lo hizo, según dijo a los agentes, porque quería “ver crecer a sus hijos” en lugar de acabar en prisión. Y así relató cómo su primo, según su versión, fue el que pinchó a Álvaro en el pecho y después tiró la navaja en un contenedor de basura. “Viendo perfectamente a unos cinco metros de distancia cómo su primo se echó mano a su bolsillo derecho y sacó una navaja que siempre suele llevar, el declarante se la ha visto en otras ocasiones, abrió la navaja y sin enseñarla a nadie, sin bracear, sin asustar o defenderse, le asestó una puñalada al portero e inmediatamente se retiró corriendo”.
Según esta versión, que no coincide con la de ninguno de los testigos interrogados a excepción del tío de José, Jesús llegó a la casa para salir después de la misma y recuperar el arma: “Que una vez llegados a la vivienda, a los dos o tres minutos se salió Jesús de la casa y volvió al contenedor y cogió la navaja y la llevó a la casa, donde estaban todos. E incluso con esa misma navaja su primo Jesús estuvo cortando jamón y se lo comieron los cuatro en un plato”, reflejan sobre esta versión los documentos judiciales. A juicio del juez instructor, este detalle refleja una "absoluta falta de respeto a la dignidad de la persona fallecida".
La muerte de Álvaro supuso que el pueblo de Peal de Becerra saliera a la calle para protestar contra la inseguridad que a juicio de los manifestantes, generaba esta familia, que vió como su casa era incendiada. En el lado contrario, los investigados mantienen que no se les dejaba entrar a los bares por cuestiones de racismo. “No queremos venganza, queremos Justicia. Peal de Becerro no es el Bronx de Nueva York. Aquí viven familias de la etnia gitana de toda la vida. Viven gitanos excepcionales. Tengo amigos gitanos, pero lo que ha sucedido no se puede tolerar”, explica uno de los testigos en sus declaraciones.
Con estos datos sobre la mesa, el juez instructor decidió dejar en libertad a dos de los hermanos y en prisión preventiva tanto a José como a su primo Jesús. Sobre el segundo, alega que no se puede descartar “su participación” en el crimen. Y sobre el primero, mantiene incluso que “sus familiares directos, tanto su tío como su parejas han podido realizar acciones que tienen por función encubrir la participación del investigado en los hechos, no solo destruyendo pruebas si no intentando amedrentar a los testigos de los hechos”, explica el juez en uno de sus autos. En sus escritos, el magistrado considera probado que José se duchó después de llegar a casa de sus padres, que se cambió de ropa y que la vestimenta que llevaba la noche del crimen no fue encontrada por la Guardia Civil en el registro de la vivienda, si no que fue entregada después por su tío, alertado de que la prenda no era de su propiedad.