La historia se repite. Un temporero llega a Villacarrillo para trabajar en la recogida de la aceituna, se queja públicamente de las condiciones y el salario en las que debe trabajar para G.V.L. y poco después, desaparece para no volver a dar señales de vida. Así pasó en 2013 con un inmigrante de Mali, y ha vuelto a suceder ahora, cuando la Guardia Civil registra las fincas de este patrón con la esperanza de encontrar alguna prueba sobre la desaparición de Ibrahima Diouf, un jornalero de 32 años y del que no se sabe nada desde enero de 2021.
Hasta el miércoles por la tarde, la Guardia Civil trabajó con perros, rastreó fincas y viviendas, y ahora espera los resultados concretos de los análisis para saber si alguna de las muestras que fueron tomadas en los distintos escenarios puede arrojar pistas sobre el paradero del jornalero desaparecido. O al menos de lo que le pudo suceder. Por el momento, el dueño de las fincas no ha sido siquiera detenido, ni se le ha tomado declaración.
Sin embargo, los antecedentes no son halagüeños, ya que el caso parece calcado al que este patrón protagonizó ya en 2013, y del que salió absuelto. Según las escuchas de entonces, reveladas por el programa Territorio Negro, la investigación desveló que V. tenía ciertos conocimientos sobre los métodos de investigación policial, en parte gracias a un familiar que era policía. “Lo más posible es que se fuera, que se esté riendo. Un día se dará de alta en la Seguridad Social”, decía el entonces investigado sobre la desaparición del joven Tidiani Coulibaly. Pero el temporero de Mali nunca lo hizo. Nueve años después de su desaparición, sus cuentas corrientes siguen sin movimiento alguno, y su primo, que llegó a España con él años atrás en una experiencia que los hizo inseparables, sigue sin tener noticias. “Los de Malí son unos sinvergüenzas”, decía entonces por teléfono, en unas escuchas en las que se refería a los agentes que le investigaban como “gentuza, borrachos, gorrones, asquerosos y mendrugueros”.
En aquella ocasión, los agentes encontraron incluso evidencias que apuntaban al desaparecido en una de las fincas de la familia, conocida como La Moratilla. Allí el 10 de enero de 2014 dos perros de la unidad canina llamados Dzana y Elton localizaron entre los árboles unas orejeras. Además, uno de los perros especializados en rastrear sangre marcó uno de los olivos de ese mismo terreno. En su primera declaración, el patrón aseguró que la prenda era de su hermana, pero los agentes enviaron una petición a Mali para comparar el ADN de las orejeras con una muestra extraída a la familia del fallecido. Además, la Guardia Civil mantenía que el desaparecido nunca había estado en esa finca, algo que el patrón desmentía. Sin embargo, en las escuchas telefónicas y según el trabajo periodístico de Manuel Marlasca y Luis Rendueles, reconoce que el jornalero nunca había estado allí y que hay dos opciones: o alguien ha puesto allí la prenda para incriminarle, o uno de sus perros las había tomado de alguna furgoneta y dejado después en la finca.
Según el sumario del caso, la Guardia Civil localizó además 330 gramos de marihuana en uno de los registros. Ante el hallazgo, el patrón declaró que la planta había crecido sola en el patio de un bar de su propiedad y que la utilizaba para paliar los dolores de rodilla de un familiar directo.
Tras el juicio, la investigación no fue suficiente y G.V.L. resultó absuelto del delito de homicidio, pese a ser condenado por explotación ilegal tras el trato que recibieron los trabajadores en sus fincas. Ahora, la Guardia Civil espera los resultados de criminalística para confirmar o desmentir si finalmente, la historia se repite de nuevo.