Emmanuel Macron ya hizo historia en 2017 al convertirse, con 39 años, en el presidente más joven de Francia desde Napoleón III. Ahora el líder de República en Marcha, una plataforma de centro, tiene ante sí el reto de perpetuar este movimiento de carácter personal y, sobre todo, de afrontar importantes reformas pendientes para su país a las que se ha comprometido en este segundo y último mandato tras ganar las elecciones presidenciales de Francia.
Si hace cinco años dinamitó la tradicional alternancia en el Elíseo entre socialistas y gaullistas, Emmanuel Macron revalida mandato con muchos retos importantes por delante. El presidente que gusta más fuera de Francia que en casa se ha quemado por las protestas de los chalecos amarillos, las más prolongadas en el país en décadas, por la gestión de la pandemia, por su autoritarismo o por sus políticas liberales.
De hecho, en este segundo mandato pretende elevar la edad de jubilación de los 62 a los 65 años, lo que podría volver a incendiar las calles. También la eutanasia, la independencia energética o la mejora de la Sanidad pública están entre los planes de un Macron que apuesta además por elevar el gasto en defensa, sobre todo, visto el inquietante panorama internacional.
Su involucración para evitar la invasión de Ucrania es uno de sus más visibles fracasos en el exterior como estadista.
Otro reto con mucha incertidumbre será el recorrido de su personalísimo proyecto de centro una vez que consuma este segundo y último mandato, porque si dentro de cinco años el macronismo no sobrevive a Macron o bien los partidos tradicionales franceses recuperan su espacio o bien los populismos de uno y otro extremo tendrán su gran oportunidad para llegar al Elíseo.