¿Cómo saber cuál es esa temperatura de confort?
El punto de partida ya es polémico. La vestimenta y la actividad física son determinantes. Será difícil ponernos de acuerdo si en pleno verano vamos a la oficina en manga corta o traje de chaqueta. Tampoco será sencillo que el recepcionista del gimnasio esté igual de cómodo que quien está ejercitándose en el banco de pesas. Las mujeres, además, desprenden de media un 15% menos de calor que los hombres y los niños un 25% menos. Con estos mimbres tenemos garantizado un conflicto milenario en el que niños y mujeres estarán más cómodos a mayores temperaturas que los hombres.
No obstante, pensemos por un momento que empleamos una vestimenta adecuada para cada época del año y que somos capaces de ceder para alcanzar una temperatura de confort aceptable para todos en lugar de la óptima para uno. Aún nos quedan tres factores importantes que determinar: la temperatura de climatización, la humedad y la velocidad del aire.
No sabemos utilizar un termostato
Cuando llegamos a casa acalorados ponemos el aire acondicionado a la temperatura mínima posible, normalmente 18ºC. Con temperaturas de partida superiores a 30ºC difícilmente alcanzaremos la temperatura de consigna, pero tras varias horas de estancia en la casa es posible que lleguemos a 22ºC.
Entonces nuestra actividad se habrá reducido respecto de la que teníamos en la calle y, además, probablemente habremos aligerado nuestra ropa. Resultado: tendremos frío. Así que apagaremos el aire —posiblemente en dos días acudiremos al médico— hasta que volvamos a alcanzar 28ºC, cuando de nuevo lo pondremos y vuelta a empezar.
Lo suyo sería poner el termostato a 25ºC desde el principio. De hacerlo, el sistema dejará de insuflar aire frío cuando compruebe que se ha bajado de la temperatura de consigna y volverá a activarse en cuanto vuelva a superarse. En realidad, para evitar continuos apagados y encendidos, los aparatos cuentan con un parámetro, denominado histéresis, que fija el margen alrededor de la temperatura deseada alrededor del cual ni se encienden ni se apagan. Con una histéresis de 0,5ºC, por ejemplo, nuestro aire acondicionado se parará al alcanzar 24,5ºC y no volverá a encenderse hasta que se llegue a 25,5ºC.
Además de más sano, mantener temperaturas es más barato
De media, bajar un grado más de la cuenta en verano o subirlo en invierno incrementa el consumo de energía un 7%. El mismo porcentaje que subirá la parte variable del recibo, ya sabe, esa que depende de las vueltas que dé el contador.
En definitiva: intenta poner el termostato a 25ºC en verano y 21ºC en invierno y pongámonos todos la ropa adecuada y verás cómo se reducen los conflictos.
¿Y cuando no estoy en casa?
¡Ah! Y no dejes la climatización puesta cuando no estés en casa. Enfriar o calentar los muebles no es muy recomendable. Tenga en cuenta la inercia de su casa para saber con cuánto tiempo de antelación a su llegada debe conectarla. Si no es capaz de soportar el tiempo necesario para alcanzar la temperatura deseada, seguro que amortiza en unos meses un aparato electrónico que le permita encenderla remotamente. Hay algunos que incluso lo hacen automáticamente cuando detectan que su móvil se encuentra a una determinada distancia de casa.