La nieve de Pirineos y los Alpes se tiñe de marrón por la irrupción de polvo sahariano
Los vientos del sur han arrastrado una masa de polvo sahariano a Europa
En las cordilleras como Pirineos y los Alpes la nieve se ha oscurecido por la arena
En el Pirineo aragonés no se producía una irrupción así desde hacía 30 años
Una cantidad extraordinaria de polvo sahariano ha recorrido buena parte de Europa este fin de semana. Esto se ha traducido en lluvias de barro en las regiones del Mediterráneo, y en un oscurecimiento de los Pirineos y los Alpes, donde la nieve se ha teñido de marrón.
Una borrasca se aisló al suroeste peninsular la semana pasada y fue avanzando hacia el noreste entre el sábado y el domingo, formando una vaguada. Esto ha hecho que la corriente en chorro se ondulara mucho y propiciara la entrada de vientos de componente sur-suroeste.
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Estos vientos consiguieron arrastrar a través del Mediterráneo una masa de polvo sahariano que ha hecho que la nieve pareciera arena en muchas estaciones de esquí europeas. Ha afectado a España, a Francia, a Italia y Suiza, principalmente. Este lunes llegará a los Balcanes.
En algunas localidades del Pirineo aragonés, en Llanos del Hospital, en Benasque, no se producía una irrupción así de calima desde hacía 30 años. En otras zonas, concretamente en el litoral mediterráneo, no ocurría desde hace al menos 3 años. Desde el Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante (UA) comentan a EFE que la última vez que se registró algo así fue en junio de 2018.
¿Cómo se producen las 'lluvias de sangre'?
Estas precipitaciones ‘sucias’, a las que también nos referimos como ‘lluvias de sangre’, se producen por la combinación de inestabilidad por un frente y polvo en suspensión en las capas bajas de la atmósfera. En estas situaciones, los núcleos de condensación de las gotas de lluvia se forman no solo de agua sino también de esas partículas diminutas de arena que llegan del Sáhara, y eso hace que se forme barro.
Desde 1990, se ha observado un aumento de las lluvias de barro en España, por una presencia cada vez más frecuente de flujos del norte de África en el sur de Europa y la cuenca del Mediterráneo, según la UA.