¡Demostrado! SIEMPRE sale más barato apagar la calefacción cuando nos vamos de casa
Jorge Morales de Labra
13/12/201713:43 h.Me he puesto manos a la obra para demostrar que la creencia es falsa. Que siempre, bajo cualquier condición, se consume menos energía apagando la calefacción que dejándola encendida. Que no tiene sentido "calentar los muebles".
Ya adelanto que cuestión distinta es que, con independencia del criterio de mayor gasto energético, prioricemos otros intereses como la comodidad. Está claro que pasado un rato tras apagar la calefacción bajará sensiblemente la temperatura de la casa y que, por tanto, si no tenemos forma de encenderla a distancia, al regresar necesitaremos un tiempo para que se alcance de nuevo la temperatura de confort.
Por eso recomiendo comprar un termostato programable controlado a través del móvil. En pocos meses ahorras lo suficiente en calefacción como para compensar el gasto en el termostato.
El problema
Si dejamos una casa sin calefacción, tenderá a alcanzar la temperatura del exterior. Cuando la encendemos, la temperatura irá subiendo. El consumo energético se invertirá, por un lado, en vencer las pérdidas de energía a través de la fachada, de las ventanas y de las cubiertas y, por otro, en aumentar la temperatura del aire, de los muebles y de las estructuras que haya en el interior de la vivienda.
Si tenemos —y debemos tener— un termostato, y la potencia de calefacción es mayor que las pérdidas, lograremos alcanzar la temperatura de referencia que nos hayamos marcado y que recomiendo sea de 21ºC en invierno.
Una vez alcanzada la temperatura de confort, el termostato se encargará de ir encendiendo y apagando la calefacción para mantenerla a temperatura aproximadamente constante, por lo que el gasto energético pasará a emplearse exclusivamente en compensar las pérdidas con el exterior.
El problema para desmontar nuestro mito se reduce, por tanto, a demostrar que la energía necesaria para compensar las pérdidas una vez alcanzada nuestra temperatura de confort es siempre mayor que la necesaria para volver a calentar la casa.
Lo más elegante para certificar la falsedad de la creencia popular es, sin duda, plantear el problema matemáticamente y demostrar que la energía en el primer caso siempre es mayor que la del segundo. Adjunto la demostración, por cortesía de Manolo, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid que prefiere mantener el anonimato.
La conclusión es que siempre las pérdidas son mayores que la energía necesaria para recuperar la temperatura de confort, por lo que en todos los casos se consume menos energía apagando la calefacción cuando estamos fuera que dejándola encendida.
El ejemplo
Por si las ecuaciones diferenciales no son lo tuyo, me he entretenido en completar la demostración con unos cuantos ejemplos numéricos.
Para ello he tomado datos de un edificio real de viviendas construido recientemente en Guadalajara. Lo cierto es que no es muy representativo del parque actual en España dado que el vigente Código Técnico de la Edificación impone unas condiciones de aislamiento mucho más exigentes de las que se han venido utilizando históricamente en España.
Nuestro edificio es de clase energética B cuando la mayor parte de edificios en la actualidad son E o superiores, lo que en la práctica implica que su consumo energético para calefacción es más del triple que el de los nuevos.
Con estas condiciones de aislamiento elijo una vivienda cuadrada de 90 m2 de superficie construida, totalmente exterior, con un 20% de la fachada ocupada por ventanas, que cuentan con doble acristalamiento de vidrio de baja emisividad y marco de aluminio con rotura de puente térmico. Supongo que se trata de una planta intermedia, que en la planta de arriba no hay calefacción, pero sí en la de abajo, que estimo a la misma temperatura que nuestra vivienda.
Considero que la temperatura exterior se mantiene constante en 10ºC y que, para alcanzar nuestra temperatura de confort de 21ºC, disponemos de 7.000 W de potencia de calefacción. Supongo inexistente la aportación de la radiación solar, que en todo caso resulta indiferente pues sería la misma en ambos supuestos.
El gráfico siguiente muestra la evolución de la temperatura interior tras ocho horas de desconexión de la calefacción, momento en que se vuelve a conectar. Puede comprobarse que la temperatura desciende hasta 19,5ºC y que se requiere algo más de una hora para recuperar de nuevo la temperatura inicial.
Si, por el contrario, dejamos encendida la calefacción, precisamos que ésta mantenga durante nuestras ocho horas de ausencia una potencia media de 900 W, la necesaria para compensar las pérdidas de energía, muy inferior a la requerida para recalentar la casa, que es de 7.000 W (calefacción a máxima potencia) durante algo más de una hora.
Haciendo los números durante las algo más de nueve horas que tardamos en volver a la temperatura inicial, consumiríamos un total de 8,2 kWh si no apagáramos la calefacción por 7,6 kWh si lo hiciéramos. Un ahorro del 7%.
¿Y si el aislamiento es peor?
Hay quien dirá: "ya, pero no se trata de una casa típica, ¿y si el aislamiento es peor?". Para responderlo he sustituido las ventanas por unas de simple vidrio sin rotura de puente térmico y he eliminado la capa de material aislante de la fachada.
El resultado es que, como cabría esperar, la temperatura tras ocho horas sin calefacción baja más que en el caso base, hasta 18ºC y que tarda más tiempo en recuperarse, cerca de 3 horas.
Cuando computamos la energía total consumida comprobamos que dejar encendida la calefacción necesita ahora 21,9 kWh mientras que apagarla sólo requiere 18,8 kWh. El ahorro se ha disparado hasta el 14%. Efectivamente, como nos dictaba la intuición, cuanto peor sea el aislamiento de nuestra casa mayor será el ahorro al apagar la calefacción.
Siguiendo con nuestra intuición se nos ocurre ahora que incrementar la materia a calentar en el interior de la vivienda reduciría el ahorro con la operación de apagado de la calefacción. Al fin y al cabo, el "subidón" de calefacción para recuperar la temperatura inicial será mayor y, por tanto, menor será el incentivo a apagar la calefacción.
Por eso he simulado una variante del caso base en la que duplico el aire, los muebles y las estructuras en el interior de la vivienda. ¿Resultado? La temperatura descenderá menos, quedándose ligeramente por encima de 20ºC, y tardará sólo un par de minutos más que en el caso base en recuperarse.
Lógico, incrementar la materia contenida en la vivienda conlleva mayor consumo de energía para calentarla, pero también mayor inercia para enfriarla. El consumo se mantendrá en los mismos 8,2 kWh del caso base dejando la calefacción encendida y será de 7,9 kWh apagándola. El ahorro, efectivamente, habrá descendido al 3%. Cuantos más muebles tengamos, menos interesante resultará apagar la calefacción.
¿Y si en vez de ocho horas nos vamos sólo una hora?
Pues tampoco merece la pena dejar la calefacción encendida. En efecto, en este caso comprobamos que la temperatura sólo baja un par de décimas de grado y que para recuperarla bastan nueve minutos.
El consumo de energía durante esa una hora larga es de 1,03 kWh si dejamos la calefacción puesta, sólo un 1% más que los 1,02 consumidos si la apagamos. Como cabría esperar, cuanto menos tiempo estemos fuera, menor será el incentivo económico a apagar la calefacción.
Y a la inversa, dejar la casa de la sierra a una temperatura constante durante semanas creyendo que nos va a costar menos que calentarla desde cero cuando vayamos es una barbaridad.
Ya puestos, ¿y si aumentamos la potencia de calefacción?
Pues nada, que tardamos menos tiempo en recuperar la temperatura de confort y que, por tanto, la energía necesaria para vencer las pérdidas sin apagar la calefacción es menor, 7,8 kWh, pero también lo es la consumida cuando la apagamos, 7, 3 kWh. El ahorro se mantiene en el 7%.
Por último, ¿qué pasaría si la temperatura exterior fuera menor, pongamos de 5ºC en lugar de los 10ºC del caso base?
Pues que la temperatura de la casa caería algo más, incluso por debajo de los 19ºC y que necesitaríamos más de tiempo, cerca de dos horas, para restablecerla. El consumo de energía de dejar encendida la calefacción subiría a 12,7 kWh mientras que el de la alternativa de apagarla se quedaría en 11,8 kWh. El ahorro seguiría siendo del 7%.
Conclusión
No importa si nuestra casa está mejor o peor aislada, si tenemos más o menos muebles, si nos vamos mucho o poco tiempo, si tenemos uno u otro sistema de calefacción, si la temperatura exterior es fría o gélida, siempre se consume menos energía apagando la calefacción al salir de casa que dejándola encendida. Si te dicen lo contrario, te están engañando.
Mi recomendación, por tanto, es que observes el tiempo "de inercia" que necesita tu casa para recuperar la temperatura de confort e inviertas en un termostato programable que se encienda ese tiempo de inercia antes de que llegues. Ahorrarás energía, dinero y contribuirás a mitigar el cambio climático.
Aquí tenéis la demostración completa, para que no haya dudas: