Llevamos semanas de episodios intermitentes de lluvias en España, sobre todo en el norte. En puntos del sur, el oeste y Baleares también han caído cantidades considerables de agua desde que ha empezado el año hidrológico, el pasado 1 de octubre. Pero, a diferencia de lo que pueda parecer, nuestra reserva de agua está igual que hace un año, es decir, por debajo del 50%. Mucho tienen que descargar las nubes para revertir esta tendencia.
El Eresma, el Lozoya, el Arakil… Mirando el cauce de muchos ríos españoles en los últimos días, pensaríamos que vamos sobrados de agua. Pero nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que poco ha cambiado la situación si comparamos con el 2019, cuando –recordemos– la sequía meteorológica se prolongó meses y no mejoró notablemente hasta las dos últimas semanas del año.
Los embalses de España, a fecha 8 de diciembre de 2020, informa Embalses.net, portal del Ministerio para la Transición Ecológica, estaban al 46,94% de su capacidad, casi un 10% por debajo de la media para esta fecha de los últimos 10 años, e igualando la de 2019.
“El valor medio nacional de las precipitaciones acumuladas desde el pasado 1 de octubre de 2020 hasta el 8 de diciembre del mismo año se cifra en 161 litros/m2, lo que representa alrededor de un 8% menos que el valor normal correspondiente a dicho periodo (175 litros/m2)”, ha hecho balance la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
Las precipitaciones no alcanzan los valores normales después de la estación otoñal, la más lluviosa para buena parte de España. “Destacan en este aspecto zonas del litoral de la región de Murcia y de Almería junto con las islas Pitiusas, que se encuentran por debajo del 25 % de sus valores normales para el mismo periodo”, puntualiza la Aemet.
La buena noticia por ahora es que los frentes van a llegar uno detrás de otro en los próximos días. Propiciarán precipitaciones principalmente en la mitad oeste peninsular y en Canarias, que será de intensidad en Galicia. No obstante, no olvidemos que la predicción estacional de la Aemet para invierno meteorológico (diciembre, enero y febrero) apuntaba a un déficit de precipitaciones en buena parte de la Península, sin observar una tendencia clara en el resto del territorio.