Una investigación de científicos del Global Carbon Project, dirigida por el investigador Rob Jackson, de la Universidad de Stanford (California, EEUU), revela que los índices mundiales de metano, uno de los principales gases de efecto invernadero, han alcanzado los niveles más altos jamás registrados. Ello se debe sobre todo al repunte de las emisiones de la minería del carbón, la producción de petróleo y gas natural, la cría de ganado vacuno y ovino y los vertederos.
Vaticinan que, teniendo en cuenta el crecimiento de las emisiones de metano desde el año 2000, el planeta se encamina a alcanzar los tres o cuatros grados de calentamiento global para finales de este siglo. En 2017, último ejercicio con datos completos, la atmósfera de la Tierra absorbió casi 600 millones de toneladas de este gas incoloro e inodoro. En lo que llevamos de siglo XXI, las emisiones aumentaron un 9% (50 millones de toneladas por año).
Con el umbral de temperatura mencionado, los científicos alertan de que los desastres naturales, incluidos los incendios forestales, las sequías y las inundaciones, y las perturbaciones sociales como las hambrunas y las migraciones masivas se vuelven casi comunes.
"Todavía no hemos dado la vuelta al metano", advierte Jackson, quien explica que "las emisiones de ganado y otros rumiantes son casi tan grandes como las de la industria de combustibles fósiles para el metano. La gente bromea sin darse cuenta de cuán grande es realmente la fuente".
Europa es la única región en la que disminuyen gracias a una mejor gestión de los vertederos o el estiércol, mientras que donde más aumentan es en África, Oriente Próximo, China y el sur de Asia y Oceanía, que incluye Australia y muchas islas del Pacífico. Estados Unidos y Canadá también están produciendo más gas natural, por lo que están aumentando las emisiones derivadas de tuberías con fugas.
En medio de la pandemia de coronavirus, las emisiones de carbono se desplomaron al detenerse la fabricación y el transporte. "No hay posibilidad de que las emisiones de metano caigan tanto como las emisiones de dióxido de carbono debido al virus. Todavía estamos calentando nuestras casas y edificios, y la agricultura sigue creciendo", indica Jackson.
Según el estudio, reducir las emisiones de metano requerirá disminuir el uso de combustibles fósiles y controlar las emisiones fugitivas, así como cambios en la forma en que alimentamos al ganado, cultivamos arroz y comemos. "Soy optimista de que, en los próximos cinco años, haremos un progreso real en esa área", concluye.
El metano se descompone en la atmósfera más rápido que el dióxido de carbono y una sola molécula es 28 veces más potente que otra de CO2 para atrapar el calor en un lapso de 100 años.