Cómo prevenir ahogamientos en el mar antes de meterte más allá de las rodillas

  • Es importante conocer la ubicación y orientación de la playa

  • Además, se debe tener en cuenta el tipo de ola, los vientos, las corrientes y las mareas

  • Las corrientes de retorno están presentes en la mayoría de casos de muerte por ahogamiento en las playas

Estamos en temporada alta vacacional y las playas se convierten en el destino de millones de turistas de interior y extranjeros. Sin embargo, la cara B de esta masiva presencia de personas en las costas son los ahogamientos. En 2018, se produjeron 372 muertes por este motivo. Según la Organización Mundial de la Salud, es la tercera causa de muerte por traumatismo no intencional en el mundo y se calcula que en todo el mundo pierden la vida 360.000 personas al año. Los usuarios deben tener muy en cuenta las indicaciones de los socorristas y de los profesionales de salvamento marítimo, pero también hay una serie de circunstancias relacionadas con las mareas, el oleaje, las corrientes y los vientos que nos sirven de señal de alarma. Hemos hablado con Javier Odriozola, presidente de la Federación Cántabra de Salvamento y Socorrismo y autor del Manual del socorrista especialista en playa, embarcación y moto acuática.

Ubicación y orientación

Antes de entrar a enumerar aquellos factores físicos y meteorológicos que deben observarse por parte de los bañistas, el experto aconseja informarse sobre la ubicación y orientación de la playa. "Por poner un ejemplo, en el Cantábrico las fuertes marejadas entran por el noroeste, así que las playas que estén en esa orientación y sean más amplias, resultarán más peligrosas. Si tengo que elegir una costa a la que ir, será más adecuada aquella que esté protegida de esa dirección del viento", comenta el miembro de la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo.

Tipos de olas

Se trata de ondas de gran amplitud que se forman en la superficie del agua por efecto del viento o de las corrientes. Los parámetros que las diferencian son la altura entre la parte más alta (cresta) y la más baja (valle), la amplitud, la longitud y el periodo (el tiempo de paso de dos crestas sucesivas por un mismo punto). Su forma y tamaño vienen determinados por la configuración del fondo, la velocidad y dirección del viento. De esta manera, y tal y como señala en su guía, en el Mediterráno no superan normalmente los cuatro metros de altura y los 30 de longitud, mientras que en los litorales del Atlántico pueden llegar a alcanzar los 14 de altura y los 100 de longitud. La profundidad del mar tiene una relación directa con la altura de las olas.

"Si miramos las olas, podemos saber cómo es el perfil del fondo. Si rompen homogéneamente, la superficie está equilibrada, llana; pero si existen zonas con rompiente (espuma blanca) y en otras no, podemos detectar donde cubre menos o más", indica Odriozola. Existen tres tipos de olas:

Desparramante. La cresta rompe de manera gradual. Se da en zonas donde la profundidad decrece progresivamente y es el tipo de rompiente menos peligroso.

Enroscante. Cuando la cresta rompe de manera repentina y con fuerza por delante de la cara de la ola. Cuando lo hace todo el frente es un rompiente de barra y suele pasar en aguas poco profundas. Suelen producirse en bajamar o en la pleamar en playas con pendiente muy pronunciada y suele romper directamente con la arela (ola orillera). Es importante prestarles mucha atención porque son especialmente peligrosas, ya que forman fuertes resacas y pueden provocar lesiones importantes lesiones desde contusiones en la columna, paradas respiratorias y luxaciones.

Ondulante. No suelen romper porque se desarrollan en áreas profundas, con fondos uniformes y sin pendiente. El peligro en estos casos se produce porque las personas no tocan fondo y pueden ser arrastradas por la corriente.

Movimientos de masas de aire

La velocidad y la dirección del viento también deben ser tomadas en cuenta por los turistas playeros. "Por las mañanas no suele haber viento, pero al mediodía es cuando se produce una mayor intensidad. Esto se debe a movimientos de convención de las masas de aire, especifica Odriozola, que recuerda que el movimiento de viento mar a tierra se llama brisa virazón, y justo el sentido contrario, viento terral.

Asimismo, están el poniente y el levante, todos ellos pueden provocar situaciones de riesgo. "Es importante tenerlos en cuenta, sobre todo si se utilizan colchonetas, balones de aire... Estos vientos hacen que se escapen estos elementos y cuando se quieren dar cuenta los bañistas están alejados de la orilla, cansados y sin haber podido recuperarlos, es decir, tenemos un conflicto", subraya.

Las peligrosas corrientes de retorno

Las corrientes de retorno están presentes en la mayoría de los casos de muerte por ahogamiento en las playas. También conocidas como pozas o chorros, se originan cuando el agua busca estabilizar su propio nivel. La crecida de agua en la orilla regresa al mar en forma de corriente buscando zonas de evacuación, y en esa huída mar adentro arrastran partículas de arena del fondo, generando una hondanada en forma de pasillo, tal y como señala el especialista en su libro. Los usuarios podemos detectarlas observando la superficie, ya que el agua suele estar picada (pequeñas crestas); y hay un cambio evidente de tonalidad, más oscuro. "Mucha gente tiene miedo a las olas y piensa que en zonas donde no hay son más seguras y es justo lo contrario, suelen ser más profundas y con corrientes mar adentro", indica. En caso de verse arrastrado por una de ellas, lo más importante es mantener la calma, no luchar contra ella y tampoco obsesionarse con alcanzar la orilla a nado, es mejor hacerlo en perpendicular y en caso de ser capaz de salir, hacer señales de auxilio con los brazos, pero conservando la mayor energía posible.

"También hay corrientes litorales (deriva), que se originan cuando el mar entra en diagonal hacia la costa. Hay ocasiones en las que se genera en una ensenada como una cala, de tal manera que entra por un costado de la playa, hace un giro, recorre toda la playa y sale por el otro lado", advierte Odriozola, que incide en el hecho de que suelen generarse en zonas rocosas, donde juegan niños y jóvenes con intención de mariscar. Asimismo, hay que tener muy presente las corrientes de resaca, provocadas por una ola reflejada que "aumenta la altura de la ola directa y establece un movimiento inverso hacia el mar", comenta y alerta que suelen arrastrar con fuerza al interior objetos y personas que se encuentran próximas. Son visibles, sobre todo, en baja mar, y especialmente comprometidas porque tienen un efecto de succión al fondo. Tampoco hay que olvidar la peligrosidad de los sumideros, que se producen por formar hoyos en el fondo de la superficie tras los pequeños torbellinos que generan las marejadas.

Mareas muertas y vivas

"En el Mediterráneo tienen menos influencia, pero en Atlántico y Cantábrico hay que tenerlas muy en cuenta. Dos mareas al día, cada seis horas hay una pleamar y una bajamar, dependiendo de la influencia de la Luna y del Sol tendremos mareas vivas o muertas", indica Javier. Las primeras suelen tener lugar dos veces al mes con Luna nueva y llena; mientras que las segundas se producen cuando el Sol y la luna están en cuadratura, es decir, cuarto creciente y cuarto menguante.

Las dos horas centrales del día tanto en la subida como en la bajada del mar es cuando se lleva a cabo la mitad del proceso, y son precisamente esas horas en las que los bañistas suman un nuevo elemento de riesgo. Por último, Odrizola hace énfasis en tener localizadas las rocas de la playa, sobre todo cuando sube la marea y están cubiertas de agua. "Suponen un riesgo añadido por el peligro de que tanto bañistas, socorristas y embarcaciones de salvamento se golpeen contra ellas".

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