Han hecho falta tan solo veinte días de noviembre para superar todos los récords de lluvias registrados en el Cantábrico. Desde que comenzó el mes, han sido casi de tres semanas con el paraguas en mano. Esta situación de inestabilidad ha venido favorecida por la entrada de sucesivas borrascas y frentes atlánticos que se han convertido en la salvación de la grave sequía que arrastran nuestros embalses. De hecho, todas estas lluvias han servido para que las reservas de agua en la vertiente cantábrica se recuperen a más del 80% de su capacidad.
Es la primera vez en veinte días en el que sol se ha dejado ver por el Cantábrico. Hemos cerrado el noviembre más lluvioso desde 1956 en Oviedo y Gijón y aún queda la recta final del mes. Según ha registrado la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), en Oviedo se han acumulado más de 290 litros/m(2) en tan solo 18 días, la mayor cifra registrada hasta ahora, superando la de 1972, de casi 228 litros/m(2).
La inestabilidad ha dificultado cualquier plan al aire libre en el Cantábrico, lo que sumado al temporal marítimo que lleva semanas activando los avisos por su intensidad, ha dejado unos días muy desapacibles. Por ejemplo, en el pueblo de Terán (Santader) las nubes han descargado con fuerza en todos sus rincones durante más de 21 días seguidos, acumulando una cantidad de más de 382 litros/m(2).
Algunos residentes, cansados de tanta lluvia, han esperado con ansia una tregua de los chubascos y, sobre todo, la llegada del sol. "Ya se pueden dar paseos después de tantos días", asegura uno de ellos. Por su parte, en Bilbao ya amanecen con cielos más despejados y sus cuencas rebosan al 86% de su capacidad, lo que supone casi 1,8 puntos más que el mes anterior.
Además, las predicciones para el resto de la semana estiman un escenario que podría engordar aún más estas cifras. El jueves esperamos una borrasca atlántica que va a extender las lluvias a buena parte del país con precipitaciones que serán fuertes en Extremadura y Andalucía, bastante necesitadas de agua. Todo ello supondrá sin duda una pequeña ayuda para paliar los números tan preocupantes que recogemos en las cuencas del Segura, el Guadiana o el Júcar, por debajo del 40% de su capacidad.